La escalera como tendencia. De la extinción aparente a la revitalización manifiesta

José María Faerna

No es ajeno al encargo de este artículo al historiador de arquitectura y diseño José María Faerna el hecho de que una de las soluciones más consultadas en Tectónica sea la escalera de 1m2, un elemento que aúna una solución práctica con un diseño muy cuidado, y que, junto a la comprobación de la especial atención que las escaleras recibían en últimas obras de arquitectura en España reunidas en premios, nos ha llevado a dedicar una nueva y atenta mirada a este recurso arquitectónico. 

Oskar Schlemmer. Bauhaustreppe 1932, Bauhaus Stairway. Colección Museo de Arte Moderno de Nueva York . Licencia Wikimedia Commons

Diagnósticos de una decadencia presunta

En 1998, en una colección de ensayos que se hizo muy popular, Óscar Tusquets declaró solemnemente la condición de la escalera como especie en peligro de extinción. Esta habría dejado de ser “un pezzo di bravura del arquitecto para convertirse en un espacio de servicio, puramente funcional, marginal, aislado y casi estandarizado”. A su modo de ver, el diseño de escaleras habría ingresado ya en una categoría análoga al de cuartos de calderas por tres razones fundamentales, a saber: “La popularización del ascensor, la rigidez de las normas contra incendios y la proliferación de las rampas como solución alternativa”1.

Réquiem por la escalera, 2001. Exposición en Centre de Cultura Contemporània, Barcelona. Oscar Tusquets Blanca. Colaboradores: Carles Vinardell, Gianni Ruggiero, Michele Bonino y Naxo Farreras (esculturas y maquetas).

Réquiem por la escalera, 2001. Exposición en Centre de Cultura Contemporània, Barcelona. Oscar Tusquets Blanca. Colaboradores: Carles Vinardell, Gianni Ruggiero, Michele Bonino y Naxo Farreras (esculturas y maquetas).

El ensayito se titulaba Responso por la escalera y, tres años después, la elegía se vio amplificada en una exitosa exposición en el CCCB comisariada por el propio Tusquets. El responso se elevó a la categoría de réquiem y la sucinta lista de escaleras memorables del libro inicial se expandió considerablemente no solo en número, sino más allá del campo disciplinar y práctico de la arquitectura, mostrando eficazmente su potencia iconográfica, expresiva y simbólica, especialmente en el ámbito de las artes visuales y el cine.

Apertura en labiennale.org de la 14th International Architecture Exhibition, Fundamentals, dirigida por Rem Koolhaas y organizada por la Biennale di Venezia.

Algunos años más tarde, en 2014, Rem Koolhaas aceptó por fin comisariar la Bienal de Arquitectura de Venecia con un proyecto, según sus declaraciones, “concebido más como vehículo de investigación que como una exposición”. A diferencia de lo acostumbrado, la impronta curatorial, antes que en las corderie del Arsenale, se concentró en el Padiglione Italia de los Giardini, convertido para la ocasión en “una Wunderkammer”, un gabinete de curiosidades en el que, bajo el título Elementos esenciales de arquitectura, se analizaban fragmentos de edificios con el propósito de desentrañar su significado a lo largo de la historia. Koolhaas hablaba, por ejemplo, de la importancia de balcones, tribunas y galerías como soporte de arengas despóticas o revolucionarias que no hubieran podido desencadenar acontecimientos trascendentes sin ellos.

En ese gabinete, uno de los espacios de privilegio se dedicaba a la escalera por medio de una densa antología de ejemplos y detalles históricos; sin embargo, el arquitecto neerlandés le otorgaba en él una relevancia programática a la obra radical de Claude Parent, “que pensaba que la vida solo podía alcanzar un grado suficiente de intensidad si se vive en cuesta”. Koolhaas, de hecho, describía esta sección dedicada a la escalera en términos a la vez dialécticos y narrativos: “Es la historia de alguien que promueve la inclinación y alguien que promueve la planitud”. Y añadía con carácter más general, aunque seguramente con la escalera en mente: “Lo que vemos es que cada vez más elementos arquitectónicos se están volviendo alérgicos al riesgo; favorecen una suerte de flojera física que debería preocuparnos”. El protagonismo de Parent en una muestra en la que el comisario había insistido reiteradamente en que le interesaba que se hablara de arquitectura y no de arquitectos– y estas últimas manifestaciones dejan pocas dudas sobre en qué lado de la querella entre inclinación y planitud se alinea Koolhaas2.

Cada uno a su manera, Tusquets y Koolhaas señalan la condición de elemento amenazado que aqueja a la escalera a la vez que llaman la atención sobre los valores que se perderían con ella. El primero desde la posición teñida de nostalgia de quien canta lo que se pierde, como decía el poeta. El segundo, desde otra más proactiva, más atenta al potencial de futuro de aquello que se ha dejado por detrás. No obstante, ambos parten de la constatación de un conflicto estructural entre este elemento y la modernidad arquitectónica. El propio Koolhaas no esconde, en el contexto de aquella Bienal de 2014, sus sorprendentes reservas frente al creciente protagonismo de las tecnologías inteligentes en la arquitectura actual: “Muy pronto tu casa te traicionará”3, dice con cierta sentenciosidad profética.

Santiago de Molina, Todas las escaleras del mundo. Ediciones Asimétricas, Madrid, 2021.

Pese a estos cualificados cantos de sirena de un pasado reciente, presentamos aquí un cierto número de ejemplos que parecen desmentir esos vaticinios o que, tal vez paradójicamente, muestran que no se hicieron en vano. Es decir, que surtieron su efecto. No se trata de ejemplos escogidos al azar de un universo ilimitado y, por tanto, más fácil de sesgar a conveniencia, sino de proyectos recientes que han merecido amplio reconocimiento crítico y profesional. La mayor parte son trabajos de estudios españoles que han sido seleccionados y premiados en la XV BEAU y en los FAD y que pertenecen a tipologías y escalas diferentes. Espacios en los que la escalera desempeña un papel destacado y en los que asume significados nuevos. No deja de ser indicativo, como síntoma adicional de que quizá haya aquí un cierto vector de tendencia, que entre los finalistas del apartado de pensamiento y crítica de los FAD se encuentre asimismo un muy original y sugerente ensayo de Santiago de Molina sobre la materia4.

La escalera como prótesis constante

La escalera es una materia muy amplia, pero si pensamos en ella como episodio arquitectónico de un interior su naturaleza viene definida como señala John Templer en su imprescindible revisión histórica del asunto5 por su condición de prótesis, es decir, de elemento singular, ajeno en principio al edificio como sistema, aunque lo modifique y lo condicione de forma sustancial. Templer advierte cómo, precisamente por ello, por más que la escalera adquiera significados diversos en contextos culturales e históricos distintos, la persistencia de cada tipología o modelo una vez creado sea recurrente: “La naturaleza fundamentalmente prostética de las escaleras favorece su longevidad conceptual afirma, así como su constante renacimiento y replicación. Su destino funcional está tan condicionado por las dimensiones humanas y por las de su paso que la geometría prototípica de la escalera se ha transformado más bien en respuesta a los cambiantes objetivos estéticos, arquitectónicos y culturales que al refinamiento teórico o práctico”6.

Una vez establecido esto, la condición conflictiva de la escalera en relación a la modernidad, que parecía la base de las voces de alarma de Tusquets y Koolhaas, se ve bajo otra luz. En realidad, durante el Renacimiento y el Barroco el desarrollo de espectaculares escaleras abiertas e imperiales no obedecía a nuevas solicitaciones funcionales o nuevas posibilidades tecnológicas. Más bien se hace virtud de la necesidad para satisfacer demandas simbólicas y representativas aprovechando el extraordinario potencial escenográfico de ese cuerpo extraño, esa prótesis inesquivable.

Biblioteca Medicea Laurenziana. Vestíbulo y escalera obra de Miquel Ángel Buonarroti, Florencia 1571. Fotografía: Sailko, licencia Creative Commons, via wikipedia.

La arquitectura moderna no se comporta de manera muy diferente al respecto. A finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, el ascensor y la escalera mecánica hacen posible optimizar la explotación de las nuevas tecnologías de la construcción para dar lugar a tipologías como los rascacielos o los grandes almacenes, con su demanda de movimiento vertical de grandes masas de gente; pero como observa Templer, no reemplazan a la escalera, sino que “añaden dos nuevos sistemas de circulación vertical cuyas funciones son muy distintas a las de aquella; cada uno tiene su propia zona de eficiencia funcional y económica”7.

En este punto es necesario traer a colación otro factor de los que Tusquets y Koolhaas introdujeron en el debate: la asociación de la escalera con la noción de peligro. Tusquets se refiere a la inflación normativa derivada de ella que limita drásticamente el campo de acción del arquitecto, y Koolhaas, de manera más genérica, a la aversión al riesgo que constata en la decantación de tantos elementos fundamentales de la disciplina. Hay además abundante literatura sobre la contribución de la literatura y el cine al fomento simbólico de esa asociación, cualquiera puede revisar en su memoria cinematográfica las infinitas escenas en que la escalera aparece como marco dramático del crimen o el accidente fatal. Sin duda ese estigma ha favorecido la presunta decadencia de la escalera que se atribuye al movimiento moderno. Funcionalmente desplazada hacia el papel de “ruta de último recurso”, por utilizar la expresión de Templer, cuando la opción de realizar un diseño específicamente interesante desde el punto de vista arquitectónico no ha aparecido como fácil, “las escaleras se han tratado como una molestia necesaria y se han construido bajo los mínimos permitidos por los códigos, con bajos niveles de confort, conveniencia y calidad ambiental. Y la gente es renuente a usarlas incluso en desplazamientos entre pisos contiguos”8.

No obstante, la decadencia derivada de ese opacamiento es algo engañosa. No es este el lugar para hacer un recorrido histórico por la escalera en la arquitectura moderna. Baste señalar que, en efecto, en muchos de los prototipos programáticos del movimiento moderno su protagonismo se inhibe, como ocurre en la casa Schröder-Schrader de Rietveld, en las viviendas corbuserianas de entreguerras –donde la promenade architectural encuentra su vehículo idóneo en la rampa, tan denostada por Tusquets por su insaciable fagocitación de espacios–, o incluso en las de Loos, cuyo raumplan tiende a fragmentarlas y deconstruirlas.

William Blake, Escalera de Jacob, 1805. Licencia Creative Commons / The William Blake Archive. Colecciones del Museo Británico.

En cambio, cuando Oskar Schlemmer quiso producir en 1932 una imagen emblemática de la Bauhaus –tanto del edificio como de la institución– con motivo del inminente cierre de la sede de Dessau por decreto de las autoridades nazis, eligió precisamente representar la escalera9. No es casual que Schlemmer hubiera sido la cabeza visible del taller de teatro en la escuela; su elección, netamente escenográfica, revela la naturaleza nuclear de la escalera como espacio común privilegiado del edificio de Gropius, pero también una adecuada comprensión del bagaje simbólico que esta comporta como imagen. La secuencia de personajes que ascienden por ella –con el bailarín en puntas en el descansillo, a modo de gozne que acompaña el giro del siguiente tramo– puede verse como evocación de la vida y el proyecto amenazado de la escuela, pero también como vaga variante, mecanomorfa y moderna, de la iconografía de la escalera de Jacob (Génesis 28, 11-19), arquetipo del imaginario occidental de la escalera por antonomasia como vínculo de lo terrenal y lo celestial.

Banco Nacional de Copenhague (1965-1971, 1972-1978). Arquitecto: Arne Jacobsen. Fotografía: Dominique Pieters via planopli.net/kopenhagen.

Lo cierto es que, junto a los ejemplos antes mencionados pueden ponerse otros tantos en los que la escalera se utiliza con todo su potencial expresivo y escultórico, sacándole máximo partido a su condición prostética y disruptiva, en contextos estrictamente modernos, desde los de Jacobsen en el Ayuntamiento de Rødrove o el Banco Nacional de Copenhague hasta la ruptura de la malla compositiva de la fachada en el Dormitorio del MIT de Aalto o en el Pompidou de Piano y Rogers (si bien aquí se trata de una escalera mecánica).

Residencia Baker en el MIT. Alvar Aalto, Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, 1946-1949. Fotografía: J. Santos, via cosasdearquitectos.com.

La escalera expandida (1). Prótesis literales

Cabe pensar entonces que las alarmas activadas en su momento por Tusquets y Koolhaas respecto a la condición amenazada o incluso terminal de la escalera responden a un enfoque un tanto parcial del asunto, a una cierta sobredimensión de síntomas que, en realidad, son parte de la readaptación –una más– de un persistente legado tipológico, formal y simbólico a condiciones culturales y técnicas cambiantes. Si nos centramos en el presente, este proceso puede verse también como uno de esos campos expandidos tan socorridos para analizar la complejidad de la cultura visual contemporánea desde que Rosalind Krauss inventara el término a finales de los setenta en relación con la escultura minimalista de la segunda mitad del siglo XX10.

No se trata, desde luego, de aplicar el concepto stricto sensu, sino en sentido lato e incluso laxo, de una manera indicativa. La revitalización o el renovado protagonismo de la escalera que se advierte en los casos que mencionaré, la razón por la que llaman la atención vistos desde este prisma, está en su desplazamiento significativo –escaleras que representan otra cosa–, en su condición híbrida –escaleras que además son otra cosa–, en su asunción de cualidades y propiedades adicionales o incluso en su participación de varias de esas características al mismo tiempo, no en la condición transgenérica o transdiciplinar que implica la idea de campo expandido.

La naturaleza prostética de la escalera hace de ella un elemento encapsulado, que tiene entidad propia independientemente del espacio al que sirve. Tirando de ese hilo, una de las muestras más llamativas de la expansión reciente de su campo es su introducción ex novo en proyectos de rehabilitación. Un caso extremo de esta estrategia puede verse en las dos escaleras añadidas a la torre de la iglesia de Nava del Rey, en Valladolid (Alfonso González Gaisán y Francisco Blanco Velasco/Laredurma Arquitectos). Con ellas se habilita el acceso desde el cuerpo de campanas al cuerpo ochavado superior, y de este a la linterna que culmina la torre, que antes no era posible. Se trata por tanto de un recurso de primera instancia, necesario para realizar el proyecto mismo, puesto que sin él no podría hacerse el diagnóstico del estado real de esa parte de la torre. En ese sentido, ambas escaleras participan de la naturaleza auxiliar propia de los andamios o las cimbras, pero se incorporan al conjunto como elementos permanentes: es decir, son escaleras siendo además otra cosa.

Iglesia de los Santos Juanes en nava del Rey, Valladolid, escalera de caracol de madera. Arquitectos: Alfonso González Gaisán y Francisco Blanco Velasco. Fotografía: Laredurma.

Aún hay un desplazamiento adicional. La prótesis aquí no es virtual sino literal. La escalera de caracol de madera que conduce del campanario al ochavo es un objeto nuevo y distinto –técnica y materialmente hablando– de la fábrica a la que se añade. También lo es la escalera vertical metálica que, apoyándose en la anterior, asciende a la linterna. Su orgullosa presencia como un tubo orgánico, verdadero alienígena alzado en medio del cuerpo de campanas, así lo afirma. Esa condición de objeto independiente, como un mueble integrado, es la garantía de su viabilidad al no transmitir tensiones ni esfuerzos a la estructura a la que sirve.

Iglesia de los Santos Juanes en nava del Rey, Valladolid, escalera metálica hacia el campanario y llegada de la antigua escalera de la torre. Arquitectos: Alfonso González Gaisán y Francisco Blanco Velasco. Fotografía: Laredurma.

Casi los mismos ingredientes se conjugan de manera diferente por Carles Enrich en la Torre de Merola, en Puig-reig (Barcelona). Esta vez la misión es asegurar la estabilidad de la única cara que queda precariamente en pie de una torre de vigilancia del siglo XIII. Enrich levanta para ello una estructura de madera con una escalera en su interior que, como en Nava del Rey, sirve al mantenimiento y realización de la obra de consolidación del resto monumental y comparte esa doble naturaleza de elemento auxiliar del proyecto y parte del proyecto mismo.

Carles Enrich en la Torre de Merola, en Puig-reig (Barcelona). Fotografía: Adrià Goula.

Además, esta suerte de andamio arriostra la construcción medieval, completa virtualmente su volumen original y restablece su condición primigenia de atalaya sobre el territorio. De nuevo, la prótesis es literal, se configura como un elemento materialmente distinto de la obra en que se integra, pero es también un objeto híbrido, mutante, que restablece conceptualmente la estructura rehabilitada. El tramo inicial de la escalera se recoge, lo que evoca las escaleras de incendios características de las ciudades americanas, trasladando a un material nuevo y a un contexto de construcción casi artesana un artefacto emblemáticamente industrial.

Vivienda para maestros diseñada por Amao Estudio en la comunidad de Llullucha, en Cuzco (Perú). Fotografía: María Montenegro.

La aproximación de la escalera a la categoría de mobiliario merced a su naturaleza de prótesis puede ser también función del aprovechamiento de los conocimientos y habilidades locales, como en la vivienda para maestros diseñada por Amao Estudio (María Montenegro y Ander Bado) en la comunidad de Llullucha, en Cuzco (Perú). El recurso a carpinteros del lugar expertos en el trabajo de la madera de copaiba se traduce en estas escaleras ligeras que articulan el espacio sin romper su continuidad y dialogando con las tipologías vernáculas.

Nave del Topo en Madrid. Arquitecta: Pía Mendaro. Fotografía: Manuel Ocaña / Fast & Furious

Puede asimismo convertirse en un elemento móvil sobre ruedas, como en la Nave del Topo de Pía Mendaro en Madrid, que recuerda a los mimbar o púlpitos musulmanes desde los que se dirige la oración (o incluso a las escalerillas de acceso a los aviones), pero esta vez al servicio de la transformación en vivienda y estudio de un espacio industrial. Puede incluso integrarse en un mueble multitarea que ocupa buena parte de la vivienda reformada por Anna & Eugeni Bach en un chaflán del Eixample barcelonés y funciona como dispositivo que organiza su posible uso alternativo como vivienda y estudio creando un espacio adicional en altura.

Reformada de vivienda en el Eixample, Barcelona. Arquitectos: por Anna & Eugeni Bach. Fotografía: Eugeni Bach.

La más clara expresión, sin embargo, de esta emancipación de la escalera –no ya como prótesis encapsulada, sino como objeto netamente independiente– está en su estandarización como artefacto de diseño industrial. El catálogo de modelos disponibles en el mercado es muy amplio y, cuando se aplica con las debidas dosis de talento, su aportación de valor añadido al proyecto puede ser tan alta como en los diseños realizados ex profeso.

Reforma de apartamento em Biarritz. Sección de incorporación de la escalera de 1m2 de EeStairs. Arquitectos: GVG Estudio.

Es el caso de la utilización de la escalera helicoidal de 1m2, producida por la empresa holandesa EeStairs, en un pequeño apartamento en Biarritz de GVG Estudio (Daniel Galar, Josecho Vélaz y Javier Gil). Su eje inclinado permite un desarrollo amplio y seguro en un hueco muy pequeño para una escalera de caracol y difícil de resolver satisfactoriamente con una simple escalera de tramo. La utilización de espejos tintados que se hace en toda la vivienda como recurso para dar amplitud y calidad visual a los espacios es aquí el mejor aliado de la potencia expresiva de la escalera. Incluso en una vivienda mínima (30 m2) en el Raval de Barcelona, de Ágora Arquitectura, una elemental escalera vertical –el grado cero de la escalera– puede bastar para caligrafiar el espacio prolongando simplemente sus laterales para generar barandillas de protección en el altillo: una solución a medida, pero tan ajustada que bien podría ser industrial.

Reforma de apartamento en El Raval, Barcelona. Arquitectos: Agora Arquitectura. Fotografía: Joan Casals Pañella.

La escalera expandida (2). La persistencia de la tradición

Como se ha explicado más arriba, en la historia de la escalera como elemento arquitectónico los modelos tipológicos tienden a acumularse más que a sustituirse unos por otros, puesto que su evolución tiene más que ver con las necesidades e intereses culturales de cada momento que con los progresos técnicos. Por eso entre los ejemplos que resultan más reveladores de su actual revitalización es posible rastrear el eco y la persistencia de la tradición, la más remota y la más vinculada a la modernidad. El campo de la escalera se expande así también por medio de variantes de tipologías reconocibles que añaden nuevos contextos, los de hoy, a ese proceso de acumulación. Estos casos, como parece lógico, suelen vincularse a escalas mayores y a programas más complejos que aquellos en los que se daban las escaleras-objeto reseñadas en el apartado anterior, tanto en espacios domésticos como en espacios de trabajo, comerciales, institucionales o de servicio.

Casa 11 en Sevilla. Arquitecto: Guillermo Vázquez Consuegra. Fotografía: Jesús Granada.

Dos casas unifamiliares sevillanas planteadas en función de un patio pueden utilizar así referencias distintas que resuelven tanto la comunicación vertical como la inserción y el significado mismo de la escalera en el proyecto de manera diversa. Por una parte, Guillermo Vázquez Consuegra propone en su Casa A11 una espectacular escalera en cinco tramos unificados por el gesto continuo de la barandilla de una amplitud, plasticidad, ritmo y prestancia casi palaciegas. Con ella consigue vaciar todo el núcleo del espacio para obtener grandes perspectivas sin interrupción desde la calle hasta el jardín en una parcela entre medianerías estrecha y muy profunda: un recurso en principio aparatoso que, sin embargo, libera espacio en lugar de ocuparlo como suelen hacer las escaleras de aparato. Por otra, Sol89 (María González y Juanjo López de la Cruz), en la Casa 10 x 10 –una vivienda unifamiliar de amplio programa, como la de Vázquez Consuegra, pero de planta cuadrada– opta por llevar la escalera al perímetro y encerrarla entre muros ciegos de ladrillo klinker, material que define el proyecto, creando un solemne corredor entre niveles cualificado por su sugestiva proporción vertical. La referencia aquí está en los adarves de las fortalezas y arquitecturas militares trasplantados y resignificados en un insólito contexto doméstico.

Casa 10x10, Sevilla. Arquitectos: Sol89. Fotografía: Fernando Alda.

En el ámbito de la vivienda colectiva, el multipremiado proyecto de Roldán + Berengué de transformación en viviendas sociales de la nave G del antiguo complejo industrial Fabra & Coats marca todo un hito.

Fabra & Coats, Barcelona. Arquitectos: Roland+Berengué. Fotografía: Jordi Surroca.

En esta clase de edificios la escalera tiene normalmente asignado un papel distribuidor, independientemente de que esta conserve su centralidad o haya sido desplazada a la condición de ruta de último recurso. Lo habitual entonces, en el mejor de los casos, es que arranque desde un vestíbulo; sin embargo, aquí son las dos escaleras dispuestas en diagonal las que generan un “gran espacio comunitario en cascada”, en expresión de los arquitectos, que se vierte hacia la plaza exterior. No solo determinan y representan la imagen del conjunto, sino que son el principal recurso estratégico para crear y activar esa secuencia desde el interior hacia el exterior concebido como lugar de encuentro. Josep Ferrando le otorga un papel similar a su espectacular escalera suspendida por la barandilla de tirantes de acero que se detiene delicadamente a unos centímetros del suelo en el Edificio Sáenz Valiente del campus de la Universidad Torquato di Tella (Buenos Aires), parte sustancial de una estrategia de proyecto que busca igualmente generar espacios comunes y vincularlos con el espacio urbano inmediato.

Edificio Sáenz Valiente del campus de la Universidad Torquato di Tella, Buenos Aires, Argentina. Arquitecto: Josep Ferrando Architecture. Fotografía: Federico Cairoli.

Estos proyectos de gran escala son particularmente significativos de que, más allá de la persistencia genérica y adaptada de un elemento como la escalera que –ya va siendo evidente– nunca ha estado en verdadero trance de extinción, existe una indicación de tendencia que pone en valor sus propiedades conocidas –potencia escultórica y expresiva, disrupción dinámica de sistemas espaciales modulares y ortogonales– y las expande explorando otras nuevas como recurso de proyecto. Quizá ninguno ponga de manifiesto estas dos vertientes con tanta contundencia como el nuevo Ayuntamiento de Salem (Alemania), de Primitivo, Noa y Ara González, un edificio de volumetría sencilla y serena donde la escalera coloniza rotundamente todo el vacío central, culmina en el salón de plenos de la última planta y se derrama en galerías perimetrales abiertas que resuelven todas las circulaciones en cada nivel.

Ayuntamiento de Salem, Alemania. Arquitecto: Estudio González Arquitectos. Fotografía: Fernando Guerra.

No se trata propiamente de una escalera imperial, pero semejante despliegue –con su prolongación en las galerías– le confiere una solemnidad dinámica y expresiva análoga a la de aquellas, y pone a la vista del ciudadano nada más entrar todo el funcionamiento del edificio y de la institución. En cierto modo, viene a contrahacer desde abajo la metáfora de transparencia democrática que la cúpula del Reichstag de Norman Foster implementa desde arriba.

Nave industrial de Pamplona. Ruizesquiroz Arquitectos. Fotografía: Imagen Subliminal.

Las conexiones y genealogías que podrían establecerse entre modelos de la tradición moderna y ejemplos señeros de escaleras recientes son innumerables. Así, la de Ruizesquiroz Arquitectos en una nave industrial de Pamplona emparenta con la elegancia estructural de las de Arne Jacobsen en Rødovre y el Banco Nacional de Copenhague; la de Ábaton en las viviendas ARV8, colgada del forjado por una sutil secuencia de tensores, evoca con otro lenguaje tecnológico y formal la tenue caja espacial de Charles A. Voysey en The Orchard; el helicoide de Vázquez Consuegra en la tienda MKR de Sevilla es de la estirpe, de nuevo, del Jacobsen del Hotel SAS, y la del edificio Dorleta en el campus de Eskoriatza (beSTe Arkitektura Agentzia Bat), una escalera que muta en graderío, se integra en un linaje inaugurado por Koolhaas en su tienda XL para Prada en el Soho de Nueva York a principios de este siglo, aunque lo haga a una escala y desde unos supuestos lingüísticos bien diferentes.

Viviendas ARV8, Madrid. Arquitectos ÁBATON. Fotografía: ÁBATON.

Tienda MKR, Sevilla. Arquitecto: Guillermo Vázquez Consuegra. Fotografía: Frenando Alda.

Edificio Dorleta en el campus de Eskoriatza, Mondragón, Gipuzkoa. Arquitectos: beSTe Arkitektura Agentzia Bat. Fotografía: Javier Orive.

La condición prostética de la escalera no ha dejado nunca, en realidad, de abrirse camino. Su vibrante vitalidad actual puede constatarse en todas sus variantes: como objeto independiente –estandarizado o diseñado ex profeso–, como objeto construido o como cualquiera de los diversos estadios intermedios que quieran establecerse entre uno y otro. En todos los casos, y en todas las escalas posibles, este renovado protagonismo aparece estrechamente relacionado con su capacidad expansiva, es decir, su extraordinario potencial para producir significado muy por encima de su determinación funcional. 

Notas

1 Oscar Tusquets Blanca, Todo es comparable. Barcelona, Anagrama, 1998, pág. 87.

2 Oliver Wainwright, “Rem Koolhaas’s Venice Biennale will ‘be about architecture, not architects’”. The Guardian, 12/3/2014. Rem Koolhaas's Venice Biennale will 'be about architecture, not architects' | Rem Koolhaas | The Guardian (consultado el 3/5/2022).

3 Ibid.

4 Santiago de Molina, Todas las escaleras del mundo. Madrid, Ediciones Asimétricas, 2021.

5 John Templer, The Staircase: History and Theories. Cambridge, Mass., MIT Press, 1992.

6 Ibid., pág. ix.

7 Ibid., pág. 164.

8 Ibid., pág. xi.

9 Oskar Schlemmer, Bauhaus Stairway, 1932. El cuadro pertenece a la colección del Museum of Modern Art de Nueva York.

10 Rosalind Krauss, “Sculpture in the Expanded Field”, en October. Vol. 8 (Spring, 1979).

El interés por la solución de la escalera helicoidal de 1m2 de EeStairs ha dado pie al desarrollo de este artículo.

EeStairs es una empresa originaria de los Países Bajos enfocada en la realización de escaleras a medidas que también desarrolla soluciones estandarizadas


Editado por:

Redacción .. Tectónica

Publicado: Jun 6, 2022

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