Desde Tectónica hemos lanzado un breve cuestionario para percibir cómo es la experiencia de diez arquitectas en la obra.
Como editores de arquitectura tenemos el privilegio de poder entrar en los estudios de los mejores arquitectos en España y conocer de primera mano sus relatos, y a lo largo de los años hemos ido percibiendo que, si bien en los despachos ya hay casi el mismo número de arquitectas que de arquitectos, es más habitual hablar sobre la obra con los componentes masculinos. Pero hay excepciones, y con el objetivo de exponer cómo es la experiencia en obra de algunas de estas arquitectas que sí están implicadas en dirigir y estar cerca del proceso constructivo, hemos llevado a cabo un pequeño trabajo de investigación a través de 9 preguntas cuyas respuestas describen ese enfrentarse a la situación en la que la cuestión de género puede resultar más difícil. Recogemos el testimonio de las veteranas que todavía rememoran momentos críticos, o de la más joven que relata de manera muy expresiva lo que todavía está aprendiendo a gestionar. Seguramente el futuro depara una profesión industrializada y ejecutada por robots, pero hasta entonces, las experiencias de estas nueve profesionales pueden servir como referente a las arquitectas que comienzan o a las estudiantes que piensan en la arquitectura como opción profesional.
El orden de aparición es alfabético (Beatriz Matos Castaño, Begoña de Abajo, Belén Moneo, Elena Orte, Imma Jansana, Laura R. Salvador, María Hurtado de Mendoza, María González García, Pía Mendaro y Teresa Carrau), todavía no hay unanimidad en la manera de llamarse –¿arquitecto?¿arquitecta?–, pero si es común a todas ellas el tono entusiasta del relato que refleja la pasión por una profesión que, aunque en ocasiones es dura, ofrece momentos de gran satisfacción.
Beatriz Matos Castaño, (Madrid, 1954). Licenciada con Matrícula de Honor en la ETSAM en 1985; Doctorado en la ETSAM Sobresaliente Cum Laude 2015. En el año 1986, forma su propio estudio con Alberto Martínez Castillo, MATOS CASTILLO arquitectos.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
Mi abuela materna Consuelo Garay, nacida a principios del siglo XX, tenía mucha afición a crear, y construir casas sin tener ninguna formación como arquitecto, solo con un escalímetro, papel cuadriculado y un gusto y criterio “excelente”. Viendo la figura de mi abuela, siempre pensé que “yo de mayor quería ser como ella”
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
La Física. Está asignatura me llevo a abandonar la carrera unos años, y tras mi gran afición a la profesión, volver y terminarla.
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
Las Naves Garay, una fábrica de tubo de acero calibrado, de 6.000m2 para mi familia en Oñate. Pude experimentar lo que es pedir una licencia en un Ayuntamiento pequeño, en el que el aparejador municipal era fantástico (era el aparejador de Luis Peña Ganchegui), y al comprobar que era más alta de lo permitido, nos dejó, porque comprendió que la construcción no tenía carácter especulativo, y achatarla la desproporcionaba notablemente. Esta nuestra primera obra tuvo muchos premios, hasta el Premio Andrea Palladio que compartimos con David Chipperfield. El jurado de este premio eran Manfredo Taffuri, Rafael Moneo, James Stirling entre otros.
Nave Industrial Polígono de Oñate, Guipuzkoa, 1997. Fotografía: Hisao Suzuki - Alberto Martínez Castillo.
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
Me gustó tener las ganas y la valentía de no amedrentarme ante nada, aunque no lo hubiésemos experimentado antes. Y también contar con la generosidad de todos los operarios que participaron. La formación de arquitecto te lleva a saber buscar aquello que no sabes.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
Gracias a Dios no hemos tenido ningún percance pues cuidamos rigurosamente la DO, quizás un edificio entre medianeras en Madrid con 4 o 5 plantas de garaje, eso fue escalofriante verlo, en la zona de Tetuán.
33 VPP en Calle Pamplona 36, Madrid, 2011. Fotografía: Hisao Suzuki.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
En esa primera obra, quizás por ser la primera, ver soldar a los soldadores las cerchas metálicas a 15 metros de altura y sin estar atados. Las medidas de seguridad eran menores, y se paseaban por las alas de las vigas como trapecistas.
Nave Industrial Polígono de Oñate, Guipuzkoa, 1997. Fotografía: Hisao Suzuki - Alberto Martínez Castillo.
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
La más querida porque fue la primera, la Nave de Garay y nos trajo muchos “reconocimientos”.
También una casa para mi madre, Can Baipe en Menorca donde veraneamos ella, y todos mis hermanos y familias, fue un sitio de referencia en los veraneos de nuestra familia, y de ella misma. La relación entre ella y yo fue “graciosa”; me quería mucho y me respetó todo aquello que decía a nivel formal, pero al constructor, que se quejaba a ella por temas económicos, le hacía más caso, dentro de lo razonable. El disfrute fue bonito y duró desde el 2000 hasta el 2015.
Vivienda unifamiliar en Can Baipe, Menorca, 1999.
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
Si, les diría que nuestra profesión es preciosa, está hecha más de hombres que de mujeres, pero son unos caballeros tratando a las arquitectas. Nunca van a encontrar ningún problema. Y que prueben dirigir la obra, llenarse de barro; que es precioso ver crecer y hacer por otros y por ti aquello que has pensado. La arquitectura no es solo tuya es de todos, y todos la consideran suya. Y las animo a participar siempre de ese “Jardín de las Delicias”, bellísimo con infiernos y paraísos.
¡Ah! La colaboración en equipo con Alberto Martínez Castillo ha sido siempre “deliciosa” e imprescindible.
Biblioteca de Boadilla, Madrid, 2021. Beatriz Matos & Alberto Martínez Castillo / Néstor Montenegro / Toni Gelabert. Fotografía: José Hevia.
Begoña de Abajo (León, 1986). Licenciada por la ETSAM en 2012. Como estudiante hace prácticas en el estudio Dosmasuno Arquitectos y en el de Álvaro Siza, gracias a una beca Arquia; ya como arquitecta trabaja con Foster + Partners, y continua su formación realizando el Master of Science in Advance Architectural Design (Columbia University) con una beca Fulbright en 2014. Durante su estancia en Nueva York se asocia con Carlos García Fernández y forman el estudio deAbajoGarcía. Es Doctora Arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid desde 2021.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
Con total sinceridad, no tenía una referencia muy clara de lo que suponían los estudios de arquitectura, porque no había conocido arquitectos a mi alrededor, ni tenía familiares cercanos a la profesión, por lo que fue pura intuición. Durante mis estudios previos a la universidad disfrutaba mucho de las asignaturas más técnicas –matemáticas, física, dibujo técnico– pero no había recibido formación artística de ningún tipo. Durante un tiempo muchas personas de mi entorno me sugerían distintas ingenierías como opción, y, sin embargo, arquitectura siempre estuvo rondando mi cabeza. Cuando empecé a pensar en serio qué estudiar me encontré con un plan de estudios donde todas las asignaturas me sonaban apetecibles, y esto fue lo que definitivamente me hizo decidirme, sin saber lo que me iba a encontrar de verdad.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
Se da la paradoja de que lo que más me costó en un principio acabo siendo, en muy poco tiempo, lo que más disfruté durante toda la carrera. Como ya indiqué en la pregunta anterior, no tenía ninguna formación artística o creativa, por lo que las asignaturas de proyectos arquitectónicos o ideación, que se parecían muy poco a lo que yo había estudiado previamente, fueron un importante reto para mí. Recuerdo los primeros meses, en el colegio mayor, trabajando día y noche sin tener ni idea de lo que tenía que hacer, en un proceso de prueba y error constante. Poco a poco fui entendiendo una nueva metodología, que a diferencia de lo que nos habían enseñado en el instituto, no consistía en estudiar sino en observar mucho, y para mí, por mi manera de entender los procesos proyectuales, en analizar, sistematizar, y testar. Al final del primer año, no sabía si iba a suspender proyectos y DAI (dibujo, análisis e ideación) o sacar muy buena nota; por suerte todo salió fenomenal, y desde entonces Proyectos se convirtió en la materia que más disfrutaba y a la que dedicaba prácticamente todo el tiempo, junto con mi grupo de amigos y amigas.
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
La primera obra en la que participé como directora de obra fue la construcción del Centro Comunitario en Reinosa, Impluvium. Fue el proyecto ganador de un concurso abierto organizado por el COAM y el COACAN en 2013, y al cual nos presentamos mi socio Carlos García y yo, cuando aún vivíamos en Nueva York. El Impluvium fue para nosotros la oportunidad de volver a España y fundar un estudio profesional propio.
Impluvium, Reinosa, 2013. Fotografía: Montse Zamorano.
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
De la obra del Impluvium recuerdo los viajes semanales que hacíamos Carlos y yo a Reinosa desde Madrid, casi cuatro horas de trayecto en coche, ida y vuelta que hacíamos en el día. Eran sesiones de días largos, donde aprendimos a una velocidad de vértigo. El proyecto tenía una modulación muy marcada que afectaba al replanteo de cada pieza, cada tornillo, cada junta, y recuerdo ser muy exigente en la ejecución para que todos los operarios entendiesen la lógica detrás de dicha modulación. Llegó a convertirse en una obsesión que ya todos conocían, y entonces me di cuenta de que en las obras hay que saber por qué batalla luchar y qué cuestiones se pueden dejar pasar para encontrar el equilibrio. Quizás este sea uno de los aprendizajes que es bueno conocer antes de empezar una obra.
Impluvium, Reinosa, 2013.
Pero si pienso en una formación específica previa que creo que no se adquiere en las escuelas de arquitectura y que me habría gustado tener al comienzo, diría que es la de ser consciente de la importancia de proyectar la práctica profesional, de planificarla. Esto también tiene que ver con los viajes en coche a Reinosa, en los que reflexionábamos mucho sobre el proyecto de nuestro estudio, sobre el futuro profesional que nos queríamos plantear ante la escasez de concursos públicos que aún hoy seguimos viviendo. En este contexto, complejo y de incertidumbre, es importante ser resiliente pero también consciente de hacia dónde quieres ir.
Impluvium, Reinosa, 2013.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
Durante la obra del Impluvium, poco después de terminar de ejecutar la cimentación, la constructora nos puso en duda la viabilidad técnica de la estructura, y ante la supuesta imposibilidad de ejecutarla en madera (hay que recordar que en 2014 la construcción en madera aun no estaba tan normalizada como hoy) nos plantearon la necesidad de cambiar el proyecto para ejecutarlo en hormigón.
Fueron unas semanas difíciles, en las cuales cuestionaron nuestra capacidad como técnicos. Desde el estudio tratábamos de contactar con las empresas que fabricaban madera en aquel momento para que alguna nos confirmase que sí era posible; nuestro calculista Juan de la Torre también nos ayudó mucho entonces. Finalmente hablamos con Miguel Nevado, referente en la construcción en madera, que fue la voz externa y objetiva que nos confirmó que teníamos razón y que el proyecto era perfectamente viable.
Tras numerosas reuniones e informes por ambas partes Yofra, la empresa cántabra, acabó fabricando la estructura, consiguiendo ensamblar nudos que recibían hasta cinco vigas desde direcciones espaciales distintas.
Nudos estructurales en Impluvium.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
Diría que más que un momento de una obra particular, lo más especial en las obras se produce en la semana o semanas en las que se ensambla la estructura y en poquísimo tiempo pasamos de ver solo la cimentación a levantar el volumen completo del edificio. En el estudio estamos muy interesados en la construcción industrializada y el ensamblaje en seco, por muchísimos motivos que parecen cada vez más evidentes.
Impluvium, Reinosa, 2013.
En la construcción del Impluvium y más recientemente de la casa Creneas, una vivienda unifamiliar en Pinto, la estructura se ensambló en el curso de unos pocos días. El momento en el que ves descargar pilares y vigas, y como si se tratase de una maqueta, cada pieza se va ensamblando, con una precisión milimétrica, es para mí lo más emocionante que he vivido en una obra.
Casa Creneas, Pinto, Madrid, 2024.
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
Por un lado, el Impluvium de Reinosa, por ser la primera y sobre todo por ver cómo se está usando y cómo a través de las redes sociales comprobamos continuamente que la ciudadanía se ha apropiado de su espacio y de la identidad del edificio. Por otro, la más reciente, la vivienda unifamiliar en Pinto, porque a pesar de su pequeña escala hemos conseguido terminarla y para nosotros guarda cierta relación con la primera.
Impluvium, Reinosa, 2013. Fotografía: Montse Zamorano.
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
Por encima de los grandes referentes conocidos destacaría la suerte que he tenido de aprender y tener cerca mujeres increíbles que me han demostrado que es posible, y que por diferentes motivos o de diferentes formas han luchado por cambiar las cosas. Entre ellas, de mi periodo como estudiante nombraría a Mónica Alberola en Madrid o a Jing Liu (SO-IL) y Ada Tolla (Lot-Ek) en Nueva York; durante mi experiencia profesional en otros estudios destacaría a Taba Rasti (Foster+Partners) y a Lina Toro (Dosmasuno Arquitectos); profesional y académicamente he aprendido muchísimo de mi directora de tesis y compañera en la universidad Almudena Ribot; y de mi etapa en Nueva York, y dentro el ámbito de la investigación a Marina Otero.
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
Que no dejen de intentar llegar a los puestos con mayor responsabilidad en cualquier contexto, que defiendan su capacidad como directoras de estudios profesionales, técnicas de ayuntamientos, directoras de departamentos, universidades o lo que sea. Que quizás parezca que se han conseguido muchas cosas en los últimos años y que puede que en la carrera no lo perciban tanto –ya es bastante superior el porcentaje de estudiantes mujeres en las escuelas de arquitectura–, sin embargo, en la realidad que van a vivir fuera todavía queda mucho por hacer, y ese porcentaje se reduce a medida que subes en los puestos de responsabilidad. Que no dejen nunca de intentarlo por difícil que parezca, y que la maternidad aumenta aún más si cabe las dificultades, pero que no sea ese el motivo por el que nos rindamos, sino un reto más que sepamos gestionar dentro de la complejidad a la que nos enfrentamos día a día.
Casa Creneas, Pinto, Madrid, 2024.
Belén Moneo (Madrid, 1965). Estudió en la Universidad de Harvard, donde cursó las diplomaturas de Historia del Arte y Artes Visuales hasta graduarse en 1988 Magna Cum Laude. En 1991 obtuvo el Máster de Arquitectura en la GSAPP, Universidad de Arquitectura, Urbanismo y Restauración de la Universidad de Columbia en Nueva York. Junto a Jeff Brock formaron Moneo Brock en 1993 en Nueva York, cuando colaboraron profesionalmente por primera vez en la realización de un loft en Tribeca. Manteniendo los lazos con Nueva York, el estudio abrió su oficina principal en Madrid en 2002.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
No iba a ser arquitecta, no quería meterme en este jaleo. Tanto mi padre como mi abuelo materno, mi tía, mis tíos y algunos primos eran arquitectos y por eso pensé que sería mejor encontrar otra profesión. Empecé estudiando física mientras continuaba dibujando y pintando; pronto me di cuenta de que la arquitectura era la síntesis perfecta entre estas disciplinas en apariencia opuestas pero que comparten el interés por la exploración del espacio y los fenómenos que ocurren en él.
La física resultó ser fascinante pero demasiado abstracta y alejada de la vida cotidiana. Yo quería involucrarme en la fenomenología de la vida que nos rodea, pero más desde el punto de vista de los sentidos, que de las leyes que lo controlan. Tampoco me veía como artista, no quería realizar una investigación individual, prefería trabajar en equipo.
La arquitectura me gusta porque explora el espacio y resuelve problemas para las personas. No fue fácil tomar la decisión, pero sabía que iba a disfrutar y que podría aportar.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
Me costaba gestionar bien el tiempo. Todas las maquetas, dibujos y presentaciones que hacía me llevaban mucho más tiempo del que yo había pensado, por lo que cuando llegaba el momento de presentar, no tenía el material tan avanzado como me había imaginado. Esta situación era frustrante porque yo no había logrado plasmar todo lo que había imaginado que sería el proyecto. Poco a poco logré racionalizar este complejo proceso.
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
Nuestra primera obra como arquitectos, donde Jeff y yo empezamos a trabajar juntos, fue la reforma de un loft en Nueva York. Tuvimos libertad a la hora de proponer y pudimos ser inventivos con los detalles. El contratista era amigo nuestro por lo que nos ayudó a resolverlos con paciencia y al final nos sentimos orgullosos del resultado. Poco después me mudé a Estocolmo para desarrollar el proyecto y posteriormente llevar la obra del Museo de Arte y Arquitectura, un proyecto de Rafael Moneo. Ese sí que fue una experiencia de aprendizaje acelerado debido a la intensidad, complejidad y ambición del proyecto. La satisfacción del resultado fue muy gratificante.
Loft en Nueva York. Fotografía: Michael Moran.
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
Me gusta mucho estar en la obra en prácticamente todas las etapas. Quizás la más sugestiva es cuando la estructura esta desnuda. Se percibe el espacio sin intermediarios.
En las obras siempre se está aprendiendo algo nuevo. Es imposible salir de la carrera con todo el conocimiento que requiere una obra, por eso trabajamos en equipos de muchas personas, cada una con conocimientos específicos que se comparten.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
Siempre hay momentos difíciles en las obras, es intrínseco a nuestra profesión. La arquitectura es compleja en sí misma, con muchos equipos trabajando en cada proyecto y hay que saber comunicarse y coordinarse con ellos para establecer buenas relaciones laborables. Es importante tener claro que el resultado de la arquitectura es permanente, por lo que hay que ser exigente con la calidad de la construcción. Es difícil pedir que se repita una partida ya ejecutada si esta está mal hecha, pero hay que hacerlo. Muchas veces –siempre, diría yo– toca confrontar al constructor.
Casa Velázquez, República Dominicana.
También es difícil cuando ves que hay riesgo de accidentes para las personas por las malas condiciones de las obras, en el caso de una obra en Santo Domingo, porque la obra estaba llena de basura que impedía trabajar con seguridad. Y porque allí –al no llevar la dirección de obra– no podía hacer más que pedir que se mejorara la situación… sin ninguna esperanza de que lo hicieran.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
Hay muchos momentos emocionantes en obra, de hecho, ahora tenemos muchas obras en el extranjero y una de las experiencias más gratificantes es aprender a construir en otros países. Colaborar con otros arquitectos y profesionales es siempre una experiencia muy enriquecedora.
El pasado julio viajamos a Bogotá para visitar –junto al Rector de la universidad del Rosario, el constructor y demás colaboradores involucrados, un equipo de decenas de personas– el edificio de laboratorios que estamos construyendo allí. La estructura de 19 pisos casi estaba terminada por lo que se apreciaban bien sus espacios interiores y la relación que este tendría con la ciudad. Todo el mundo en la visita estaba eufórico con el resultado; para nosotros fue emocionante.
También fue emocionante cuando las cerchas del edificio de laboratorios de la universidad de Columbia se desplazaron –gracias a unos rodillos gigantes– hasta su posición definitiva.
Edificio de laboratorios de la Universidad de Columbia, Nueva York, Estados Unidos.
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
No podría elegir. En todas nos hemos volcado completamente y hemos disfrutado del proceso de principio a fin. En todos los proyectos hemos trabajado con gente extraordinaria y siempre hemos buscado que cada proyecto genere el máximo impacto positivo.
Pero justo ahora estoy contenta con la última obra que he terminado, una casa en el caribe. Los clientes confiaron en mi completamente y pude diseñar y construir el que –creo– que es uno de mis mejores trabajos.
Casa Velázquez, República Dominicana.
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
Hay muchas mujeres que me han inspirado, desde arquitectas a artistas: las pioneras de la Bauhaus, Eileen Gray, Sonia Delaunay, Lina Bo Bardi. Admiro el trabajo de Kazuyo Sejima, su investigación de los materiales, los detalles y su búsqueda de la experiencia en el espacio; la perseverancia del trabajo de Carme Pinós y la versatilidad de Benedetta Tagliabue.
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
La arquitectura es una profesión en la que hay que ser perseverante. Suelen surgir muchos contratiempos y puede llegar a ser frustrante, pero no hay que desanimarse. La satisfacción personal de construir es mucho mayor.
Nuestra formación es muy completa, y en función de cómo se plantee la práctica uno puede llegar a ser muy versátil, y eso a lo largo de las distintas etapas de la vida es muy satisfactorio. Aprendes a diseñar, escribir, gestionar... aptitudes útiles en todos los ámbitos de la vida.
La arquitectura es una profesión creativa, y donde siempre hay que continuar aprendiendo. Es lo bueno de la profesión, nunca te vas a aburrir.
Pabellón multiusos del Recinto Ferial de Cuenca.
Elena Orte (Madrid, 1980). Arquitecta graduada y Máster en Diseño Arquitectónico Avanzado por la Universidad Politécnica de Madrid (ETSAM). Fundó en Madrid el estudio SUMA con Guillermo Sevillano en 2005. Es docente en el Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña y ha sido Profesora Ayudante en el Departamento de Proyectos de la ETSAM, además de haber participado en seminarios y talleres nacionales e internacionales en todo el mundo (Nueva York, Barcelona, Madrid, Uruguay, Oslo, Luxemburgo, etc.).
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
Por alguna razón, desde pequeña le he dado mucha importancia al espacio donde pasamos la mayor parte de nuestra vida, que para bien o para mal, es entre cuatro paredes y un techo.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
Geometría Descriptiva 😊
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
La primera obra que dirigí yo directamente fue un proyecto para la EMVS de 50 viviendas de protección pública, San Francisco Javier 5 en Vallecas, Madrid. (Posteriormente premio Asprima 2015).
Viviendas sociales en Puente de Vallecas, Madrid.
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
Recuerdo los primeros enfrentamientos, las primeras peleas para sacar adelante el proyecto, defendiéndolo constantemente. No fueron batallas demasiado intensas, pero realmente nadie me había preparado para ello. Aunque en aquel momento tuve suerte porque coincidió que la jefa de obra era mujer también, realmente es un entorno muy masculinizado. No había sentido en mis propias carnes la discriminación femenina hasta ese momento.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
Los momentos más duros de la obra siempre son los primeros meses. Ese tiempo que necesitas, por el hecho de ser mujer, para demostrar que sabes de lo que hablas, que eres tan capaz como cualquier otra persona. Incluso en ocasiones, tienes que romper la barrera de la cosificación. Un hombre no tiene que probar nada, se le respeta desde el primer momento. Una mujer no, primero tiene que demostrar que se merece el respeto de los demás, para luego ser escuchada.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
Realmente la obra de la Biblioteca García Márquez, que es la que he vivido con mayor intensidad, no ha conseguido arrancarme una sonrisa hasta bien pasada su inauguración. Pero ahora, cuando paseo por allí, me siento orgullosa del trabajo bien hecho y sobre todo, del buen trabajo en equipo. De esa parte es de la que me siento más orgullosa y la que más me emociona cuando pienso en la obra. Nosotras tenemos una manera distinta de hacer las cosas, de dirigir, y ese es nuestro punto más fuerte. A pesar de que ha sido una obra muy exigente, verdaderamente dura y estresante, nuestra capacidad empática (intrínsecamente femenina) consiguió que todos los agentes y actores participantes se sintieran representados, escuchados y satisfechos. El proyecto salía adelante conforme lo habíamos ideado (esas ideas por las que hay que luchar constantemente), pero enriqueciéndose gracias a nuestra capacidad integradora.
Biblioteca Gabriel García Márquez, Barcelona, en construcción.
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
La biblioteca Gabriel García Márquez
Biblioteca Gabriel García Márquez, Barcelona, 2022. Fotografía: Jesús Granada.
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
En la época en la que yo hice la carrera no había referentes femeninos más allá de Zaha Hadid. Hasta hace bien poco, algunos Colegios de Arquitectos todavía seguían organizando exposiciones y/o ciclos de conferencias sobre “Los Grandes Maestros”. Sigue sin haber referentes históricos femeninos claros, hay muy poca investigación al respecto y la que hay, no tiene la visibilización ni legitimidad que merece.
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
Solo tengo que decir que las mujeres tenemos mucho que aportar al mundo de la obra. Ya está más que demostrado que hay grandes mujeres detrás de grandes proyectos. Ahora también toca “contaminar” la obra con la manera de hacer femenina.
Biblioteca Gabriel García Márquez, Barcelona, en construcción.
Imma Jansana (Barcelona, 1954). Arquitecta por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona en el año 1977. Es socia fundadora de Topiarq Studio, estudio de arquitectura establecido en Barcelona dedicado al paisajismo, el diseño urbano, el urbanismo, la edificación, el interiorismo y la rehabilitación.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
Tenía una especial predisposición e interés por los espacios construidos. De niña iba a menudo a la Casa Batlló, de Gaudí, allí vivían unos primos de mi padre. Quedaba ensimismada en el ascensor viendo pasar los colores del patio.
Recuerdo que una de las visitas que hicimos con el Colegio, durante el bachillerato, que más me impresionaron e interesaron, fue visitar el edificio de la Banca Catalana de Tous i Fargas, y los edificios TRADE de Coderch en Barcelona. Yo tenía 14 o 15 años. Pensé que yo quería hacer como ellos.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
Las asignaturas más técnicas, creo
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
Fue e proyecto de la Plaza de las Navas en el Poble Sec, en Barcelona, del año 1980 y construido el año 1982. Que por cierto ya fue deconstruido. En su lugar creo que ahora hay un parking.
Plaza de las Navas en el Poble Sec, Barcelona, 1980 (demolida).
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
Recuerdo la sensación, en la dirección de obra, de no saber nada. Suerte tuvimos de los constructores que eran muy buenos.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
Quizás fue en la dirección de obra del Parc de la Solidaritat en el Prat de Llobregat, el año 1999, que tuve que amenazar, como arquitecta directora de la obra, al encargado de la obra de expulsarlo, si no se comportaba.
Parc de la Solidaritat. El Prat de Llobregat, Barcelona, 1999. Fotografía: Imma Jansana.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
Creo que fue en la dirección de obras de la Restauración de la Batería Antiaérea del Turó de la Rovira en Barcelona, en el año 2011. Con los arqueólogos del MUHBA dirigíamos la retirada de escombros de la Batería e iban apareciendo los restos de la Batería de 1938 y de las construcciones de los asentamientos de barracas de los años 1960.
Restauración de la Batería Antiaérea del Turó de la Rovira, Barcelona, 2011. Plano.
Restauración de la Baterías Antiaérea del Turó de la Rovira, Barcelona, 2011. Fotografía: Lourdes Jansana.
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
Son el paseo marítimo de Gavá y el paseo marítimo del Prat de Llobregat.
Paseo marítimo del Prat de Llobregat, Barcelona, 2018. Fotografía: Lourdes Jansana.
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
Lina Bo Bardi, desde que conocí su obra
Virginia Woolf, su ensayo “Una habitación propia”
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
Les diría que, en cualquier campo profesional que decidan estar, hagan su trabajo lo mejor que puedan. La única compensación que tiene nuestra profesión es la del trabajo bien hecho.
Paseo marítimo del Prat de Llobregat, Barcelona, 2018. Fotografía: Imma Jansana.
Laura R. Salvador (Salinas de Pisuerga, Palencia, 1989). Licenciada por la la ETSAM en 2016; Máster en Estudios Urbanos entre 2017 y 2018. Semestre en TU Delft (Países Bajos) con beca Erasmus (2012). Estancia formativa de tres meses en el estudio de Balkrishna Doshi en Ahmedabad, India, (2013); workshop con Anna Heringer en el sur de Francia (2013). Práctica en el estudio Arenas Basabe Palacios (2014). Viajó a Senegal con Arquitectos Sin Fronteras, como participante en dos de sus proyectos de cooperación internacional (2016). Desde 2019, dirige, junto al arquitecto chileno Francisco Parada, P + S Estudio de Arquitectura.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
En mi familia no había ningún precedente relacionado con la arquitectura o la construcción, pero desde muy pequeña tuve claro que quería ser arquitecta, aproximadamente desde los seis años.
Bastante tiempo después de aquella época, he entendido que hubo una experiencia determinante en mi primera infancia que fortuitamente marcó mi relación con la arquitectura y que resumiré a continuación. Entre los años ’93 y ’94, mis padres dedicaron bastantes mañanas de sábado a buscar casa. Habían decidido adquirir una vivienda de nueva construcción para residir durante la siguiente etapa de nuestras vidas, y, con ese afán, recorrimos (los tres) un sinfín de casetas de venta de promotoras, en las que siempre había, al menos, una maqueta de la edificación proyectada, y de las que mis padres siempre salían con un dossier lleno de planos.
Sin querer, y a pesar de que la arquitectura que allí se ofrecía pudiese carecer de cualquier tipo de interés (bajo mi posición actual de arquitecta), aquellos fueron mis primeros contactos con la disciplina. Entendí que aquellas maquetas, en las que incluso aparecían personas de pequeño tamaño, y aquellos “dibujos con medidas”, representaban esos lugares que algún día mis padres y yo podíamos llegar a habitar. Y como nosotros, otras personas. Es decir, que todo aquello mostraba un futuro todavía inexistente, pero que algún día se convertiría en el hogar de alguien, en el lugar en que las vidas de otras personas se desarrollarían.
¿Y quién hacía esos planos o esas maquetas?, ¿quién ideaba todo aquello?, me preguntaba yo tras alguna de esas visitas de sábado. “Los arquitectos”, respondieron mis padres. Pues entonces, eso quería ser yo de mayor, sin ninguna duda.
Parece que, desde mi intuición infantil, logré vislumbrar la poderosa capacidad de la arquitectura para transformar nuestro entorno, y la posibilidad, tal vez, de mejorar los escenarios en que se desenvuelven nuestras vidas.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
En lo relativo a las asignaturas, probablemente matemáticas, y en concreto la parte de cálculo, fue lo que más se me resistió en la carrera. Me resultaba demasiado abstracto, o demasiado alejado de una aplicación práctica, por lo que la materia no logró captar mi interés y simplemente me ocupé de aprobarla, sin mayor atención entusiasmo.
Por otro lado, en el ámbito de las asignaturas de Proyectos, que en mi época eran siempre cuatrimestrales, o sea, de por sí cortas en duración, me costaba abordar y resolver suficientemente los encargos proyectuales cuando estos se planteaban como ejercicios cortos, de un mes o mes y medio. Siempre he necesitado un tiempo previo para reflexionar con calma antes de empezar a proyectar, y en esos casos no había tiempo para ello, así que lo sufría.
A día de hoy, en nuestro estudio, tratamos precisamente de dedicar todo el tiempo necesario para cargar de densidad teórica nuestro quehacer, abordando cada proyecto como una nueva oportunidad de investigación, donde los procesos, las idas y vueltas, las pruebas, y la exploración, van enriqueciendo nuestra propia deriva como estudio.
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
A los pocos meses de licenciarme, me llegó un primer encargo al que tuve que hacer frente individualmente. Los clientes habían adquirido un local comercial a pie de calle, en “bruto”, que contaba con 150 m2 de superficie, para el desarrollo de su actividad profesional: debía proyectar una farmacia.
Me hice cargo no sólo del proyecto de arquitectura, sino también del diseño de mobiliario, de la identidad gráfica del negocio, además de la gestión de los correspondientes permisos municipales y sanitarios, y, por supuesto, de la dirección de obra.
Farmacia en la Avenida de España de Valdemoro, Madrid, 2017.
Diseño de marca para la farmacia en la Avenida de España de Valdemoro.
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
Era la primera vez que me enfrentaba de forma independiente tanto a un proyecto como a una obra. Todo era nuevo para mí, y, por tanto, un reto. Pero, sin duda, lo más difícil de afrontar fue el proceso de ejecución. Me di de bruces con la realidad.
Yo tenía 27 años y era mujer, y debía dirigir y controlar la ejecución de la obra. Y todas las personas implicadas en ello, desde los albañiles a los electricistas, los pintores o los fontaneros, eran hombres, y casi todos, mayores que yo. De hecho, el jefe de obra, mi principal interlocutor, me doblaba la edad.
Por tanto, mi principal recuerdo de los primeros días en aquella obra, tienen que ver con una sensación de tensión continua, no tanto por el constante nivel de conocimiento técnico que se esperaba de mí, pese a mi juventud, sino más bien por la dificultad de gestionar los roles en obra. En un mundo tan tradicionalmente masculino como el de la construcción, y especialmente retrógrado respecto a la igualdad entre géneros, me costó varias semanas conseguir que mi papel de directora de obra se respetara como tal. De hecho, el propio jefe de obra, desde el primer día, para la resolución de cualquier aspecto de la obra, no se dirigía a mí, sino a uno de mis clientes, otro hombre de mediana edad, al que parecía considerar más válido que a mí como interlocutor para resolver cuestiones constructivas.
En esos momentos, me preguntaba por qué en la Escuela nunca me habían dado ningún consejo sobre gestión de personal en una obra, o alguna herramienta para la comunicación de órdenes de ejecución. Eché en falta que durante mi formación en la ETSAM no hubiese habido un mayor vínculo con la realidad, que el aula hubiese estado tan alejada de ella y de los procesos constructivos indispensables para la ejecución de lo que proyectamos como arquitectos.
Sufrí, entonces, el inicio de aquella primera obra en solitario, pero con el transcurso de los días, fui creando un ritual previo a la llegada a obra (no es broma lo del ritual), en la que me tomaba unos minutos para respirar profundamente, concienciarme de lo que debía hacer frente a continuación y apoderarme de la fuerza necesaria para afrontarlo.
En muchas situaciones tuve que adquirir una personalidad o unos modos distintos a los míos propios, con el fin de recordar que quien “mandaba” en la obra era yo, pese a mi juventud y a mi género. Les costó acostumbrarse, pero finalmente lo logré. Y para cuando acabó la ejecución, todos los operarios, incluido el jefe de obra, terminaron mostrándome su respeto y reconociendo mi valor.
Ojalá no hubiera tenido que hacer falta ese especial esfuerzo en tener que demostrar que yo también podía ser una adecuada directora de obra.
Casa Múltiplo, Madrid, 2021. Fotografía: Imagen Subliminal (Rocío Romero + Miguel de Guzmán)
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
A pesar de que hayan pasado casi siete años desde aquella primera experiencia como arquitecta responsable de una obra, en la actualidad, me tengo que seguir enfrentando al mismo tipo de situaciones. Especialmente cuando tengo que hacer visitas yo sola, sin Francisco. Mis herramientas para resolver esos momentos de insubordinación en obra, por cuestión de experiencia, son más y mejores que al principio, pero igualmente son momentos desagradables.
Tener que verme obligada a recodar recurrentemente mi rol de directora de obra, para que mis indicaciones sean acatadas; o incluso, tener que llegar a levantar la voz más de lo normal para que no se me pierda el respeto, me ha pasado más de una vez. Muy recientemente en el proyecto de Casa Gabinete, y hace tres años, en Casa Múltiplo; en ambos casos, en discusión con el equipo de carpinteros.
Casa Gabinete, Madrid, 2023 (en proceso).
Por otra parte, una obra que tuvo un grado especial de dificultad, pese a ser pequeña y sencilla, fue el pabellón Circum, que realizamos para el festival Concéntrico 07, en Logroño, y que días más tarde volvimos a levantar en los jardines de Nuevos Ministerios en Madrid, pues la ejecución dependía absolutamente de nosotros y nuestro equipo.
Pabellón Circum para Concéntrico 07, Logroño. Fotografía: Josema Cutillas.
Con nuestras propias manos, durante cuatro intensos días primero y otros dos días después, cortamos, elevamos, anudamos... cada uno de los 40 módulos que lo conformaban. Y eso era una doble responsabilidad, la de dirigir la obra, a la vez que la de ejecutarla. Pero, por ese mismo motivo, fue doblemente satisfactorio el resultado. Además de una maravillosa experiencia compartida con nuestro equipo (Paloma Pantoja, Karla Santiago, Lucía Cortés y Steffen Landwehr).
Ejecución del pabellón Circum. Fotografía: Lucía Cortés.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
Elegir sólo uno, me resulta difícil. Pero desde luego, todos los que guardo con más afecto tienen que ver con ocasiones en las que existía un mayor grado de incertidumbre respecto al resultado por tratarse de soluciones constructivas innovadoras, sobre las que habíamos estado explorando, pero aún no teníamos una experiencia previa.
Esto nos ocurrió, por ejemplo, cuando llevamos a cabo la ejecución del pabellón Aire en Granada. En nuestra propuesta para el concurso (Festival de Arquitectura Urbana TAC!) proponíamos trabajar con tela arpillera confeccionada localmente para construir el gran volumen interior que contendría el “aire” de nuestro pabellón. Convertir esta idea en una realidad no fue una tarea sencilla, porque, aunque contamos con la inestimable profesionalidad del equipo de Cordelería Mulhacén, para ellos también era la primera vez teniendo que alzar aquellas “velas” de arpillera que sumaban más de 360 m2 de superficie para terminar construyendo una “carpa” de 14 metros de altura con un material 100% natural, no fabricado para ser tensado. El momento en el que, mediante un sistema de poleas, el equipo de trabajos en altura fue subiendo cada una de las cuatro partes y el volumen se fue construyendo de un momento a otro, fue memorable.
Pabellón Aire para Festival de Arquitectura Urbana TAC!, Granada, 2022. Fotografía: Imagen Subliminal (Rocío Romero + Miguel de Guzmán) + Javier Callejas.
Otro momento que recuerdo así fue cuando llegó a obra, después de varias semanas de espera, el material para la pavimentación y las encimeras de una vivienda que estamos reformando en la zona de Legazpi (Madrid), Casa Gabinete. Un terrazo maravilloso que llegaba directamente de la factoría en Tánger de Mosaic Factory. La emoción contenida en aquellas baldosas y encimeras tenían que ver de nuevo con un proceso de experimentación material, pues la vivienda en su estado original tenía un pavimento de mármol ya muy desgastado y con un color que oscurecía considerablemente el espacio, y que, en lugar de retirarlo y desecharlo, decidimos reciclar para conformar el nuevo pavimento y las nuevas encimeras de la vivienda reformada.
Casa Gabinete, Madrid, 2023.
Definitivamente, este tipo de investigaciones respecto a la materia nos son de gran interés en el estudio. De hecho, actualmente tenemos entre manos la ejecución de un nuevo pabellón, Compluvium, en este caso en la región de Normandía (Francia), que se inaugurará a finales de junio de este año como parte de la nueva edición de la Fôret Monumentale, y que estará instalado durante dos años en un bosque cercano a la localidad de Roeun, en el que el material principal de la envolvente con el que estamos trabajando es el lino de producción local. Esta nueva exploración nos tiene muy entusiasmados.
Pabellón Compluvium, Francia (en proceso).
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
Me gustaría no tener que elegir, pero si tengo que hacer referencia sólo a una, diría que me quedo con Aire, no sólo por los motivos que mencionaba anteriormente, sino también porque fue producto de obtener el primer premio en un concurso en el que se presentaron otras muy buenas propuestas de excelentes equipos internacionales, y porque la total implicación con la que nos involucramos para poder resolver en un cortísimo período de tiempo (dos meses y medio) los distintos problemas técnicos que se presentaron (llegando incluso a acabar metidos en mitad de la cantera de Sierra Elvira llenos hasta arriba de polvo de mármol), se vio encarecidamente compensada con la excelente acogida por parte de la ciudadanía granadina que se apropió del pabellón durante todo el mes de su permanencia, y posteriormente, con varios reconocimientos dentro de la propia profesión, llevándonos como uno de los 21 finalistas en España hasta la gala de entrega de los premios del CSCAE, en junio de 2023.
Dicho esto, creo que probablemente mi elección de obra favorita cambie en el próximo tiempo, ya que en el último año y medio ha habido un cambio de escala en los proyectos en los que estamos trabajando, lo que nos ha llevado a dedicar una parte importante de nuestro esfuerzo al desarrollo de dos proyectos de vivienda colectiva de nueva planta cuya ejecución comenzará pronto, y que nos tiene enormemente ilusionados.
Edificio S, Madrid (en proceso).
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
Desde muy joven, las historias de vida de Clara Campoamor o, ya más contemporáneamente, de la periodista Rosa María Calaf, me parecían casos paradigmáticos de determinación, valentía y compromiso. Por otro lado, ya en el ámbito de la arquitectura, Anna Heringer, a la que pude conocer personalmente hace unos años, Anne Lacaton, o Marta Peris, con la que pude mantener una interesante conversación el año pasado, han sido, y son, grandes influencias para mí, por su manera apasionada, rigurosa, inteligente e innovadora de ejercer la profesión. Estoy segura de que también son referencia para muchas otras mujeres.
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
Sí, que no olviden que son arquitectAs, con A, y crean en ello –aún sigo oyendo a compañeras de mi generación que se presentan como arquitectOs, con O, como si eso fuera necesario para validarse como profesionales–.
Y también, que crean profundamente en ellas mismas, que no por ser mujeres y jóvenes duden de sí, pues nunca hay que perder la humildad, pero tampoco dejar que ciertos arquetipos nos impidan sentirnos fuertes.
Pabellón Aire para Festival de Arquitectura Urbana TAC!, Granada, 2022. Fotografía: Imagen Subliminal (Rocío Romero + Miguel de Guzmán) + Javier Callejas.
María González García (Huelva, 1975). Arquitecta y profesora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Sevilla desde 2000 y 2007 respectivamente. Becada en L´École d´Architecture de Paris-la Seine en Francia, trabaja con el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra y en 2001 funda junto a Juanjo López de la Cruz SOL89.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
No lo sé exactamente, siempre quise serlo incluso antes de saber en qué consistía. Mi abuelo tenía alquilado un estudio a unos arquitectos en un local anexo a su casa, yo me pasaba por allí y me gustaba todo lo que veía: los planos, las maquetas, los dibujos… Más tarde, en el instituto, siempre me interesaron las asignaturas técnicas y el dibujo, y me atraían todas aquellas profesiones que imaginaban y creaban cosas. Supongo que no hay una única causa, sino más bien muchas intuiciones y algunas coincidencias.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
En la carrera me lo pasé muy bien, fueron unos años estupendos, llenos de energía, no recuerdo algo que me marcase por haber sido especialmente costoso, quizás sea porque los recuerdos se suavizan con los años. Aunque sí hubo algunas materias con las que nunca llegué a empatizar, pero no porque me costasen más que otras.
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
El primer año tras salir de la escuela trabajaba con Guillermo Vázquez Consuegra por el día, y las noches y los días libre los dedicaba a presentarme a concursos con amigos, teníamos muchas ganas de hacer cosas solos y la situación lo permitía. Entonces había muchos concursos abiertos y no pedían la solvencia profesional y económica que piden ahora. Ganamos un concurso para hacer un centro de especialidades médicas en la Isla de la Cartuja en Sevilla y eso provocó mi salida apresurada del estudio de Guillermo y mi comienzo como arquitecta con responsabilidades.
Instituto Andaluz de Biotecnología, Sevilla, 2006. Fotografía: Jesús Granada.
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
La recuerdo con cariño y con añoranza, teníamos menos experiencia que ahora, pero eso no siempre fue negativo. El desconocimiento nos permitía ser más osados, nos enfrentábamos a la normativa urbanística y a las soluciones constructivas con más libertad. Eso no quería decir que no fuésemos profesionales porque teníamos que cargarnos de argumentos para defenderlos antes los técnicos municipales, las empresas de control de calidad, las ingenierías con las colaborábamos… lo que nos obligaba a estudiar y a investigar mucho. Pero teníamos la fuerza que dan los inicios y todo el tiempo del mundo para discutir con quien hiciera falta nuestras ideas hasta acabar encontrando una solución razonable. En ese proceso se perdían algunas cosas, pero siempre se mantenía algo de los planteamientos originales.
Aprendí mucho de aquellos años, lo que no sabíamos lo descubríamos, teníamos las herramientas suficientes para hacerlo, en parte gracias a una formación muy exigente que te enseñaba muchas cosas que no te servían para nada pero que te obligaban a aprender otras de forma autodidacta. Si hubiéramos sabido lo que sabemos ahora no hubiera sido lo mismo, estoy segura, aunque la experiencia aporta otras cosas positivas.
Instituto Andaluz de Biotecnología, Sevilla, 2006. Fotografía: Jesús Granada.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
Nunca hemos tenido una obra fácil, todas han tenido su complicación con independencia del tamaño o la naturaleza del encargo. Bien sea por tener un presupuesto muy ajustado, por cambios políticos que han conllevado un reajuste en el proyecto en pleno proceso de obra, por encontrarse en entornos de difícil acceso, por desarrollarse en periodos de crisis económicas, sanitarias o de transportes, por cambios vitales de sus promotores... Además, nosotros tampoco nunca nos lo hemos puesto fácil, como nos quejamos medio en broma Juanjo y yo. La necesidad de dar una repuesta específica en cada proyecto nos ha llevado a plantear soluciones estructurales, constructivas y tipológicas diferentes en cada uno de ellos, por lo que cada obra se ha convertido en una suerte de laboratorio donde ensayar nuevos modelos y eso no facilita las cosas, en términos de comodidad.
Casa de los nueve pórticos en Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 2022. Fotografía: Fernando Alda.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
Creo que los comienzos siempre son lo más emocionantes de un edificio: cuando ganas un concurso o te hacen un encargo, cuando comienzan los trabajos de construcción y cuando los acabas y comienza la vida con sus nuevos usuarios. Esos momentos me siguen pareciendo muy excitantes, si alguna vez dejase de ser así creo que esta profesión dejaría de tener sentido para mí.
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
Esa respuesta es muy difícil, no hay obra favorita igual que todas han sido difíciles, todas tienen algo por lo que sentirse orgullosa y algo que mejorarías.
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
No hay ninguna en especial o quizás muchas como para listarlas. Me enorgullece cuando en mi día a día se cruzan alumnas o compañeras brillantes, cuando te reúnes con políticas eficaces, cuando ves que tu madre ha sido una profesional estupenda sin tener que priorizar el trabajo frente a la familia o los amigos o, cuando lees un texto, una entrevista, o visitas una obra de alguna de las arquitectas que te precedieron y sientes una mezcla de complicidad y admiración que te motivan para continuar, creo que todas estas experiencias me hacen ser mejor arquitecta.
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
Solo doy consejos a mis hijos y a veces a mis alumnos, y no estoy segura de que a ninguno les haga gracia. Más que un consejo se trata de un deseo: que disfruten con lo que hagan.
Adecuación paisajística e intervención de Almadraba de Nueva Umbría, Huelva 2022.
María Hurtado de Mendoza (Madrid, 1968). Título de arquitecto, especialidad edificación por la ETSAM en 1993 con el número 4 de su promoción. Primeros años en el estudio de Ignacio Mendaro, también profesor proyectos de sexto y co-tutor de Proyecto Fin de Carrera. Compañera de carrera de César Jiménez de Tejada, con quien forma estudio desde 1993: estudio__entresitio. Desde 2013 es profesora titular en el Instituto Tecnológico de Nueva Jersey.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
Yo me refiero a mí misma como “arquitecto”, así lo dice en el título. En 1993 no se hacía distinción, y de hecho nunca la sentí. (Seguramente porque tuve profesoras increíbles que me enseñaron que la arquitectura no es cosa de hombres solamente.)
Aunque sí era hombre el arquitecto que me hizo pensar en estudiar arquitectura, mi profesor de dibujo de BUP y COU. Me intrigaba su forma de pensar lo suficiente como para querer entenderle mejor.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
La escuela es una carrera de fondo y a mí lo que más me costó fue arrancar. Nunca había estado tan expuesta a cosas nuevas, todo era un reto para el que no me sentía preparada. Recuerdo el día que mi padre me llevó a comprar la silla alta para el tablero, varios meses después de empezar el primer curso (dibujaba sentada en una caja de vino encima de la silla normal). Poco dado a compartir reflexiones, pero viendo mi despiste se animó a hacerme entender que ninguna carrera podía ser para genios. Que estudiara y trabajara tranquila, que las cosas irían saliendo. A partir de tercero teníamos ya un grupo muy divertido de trabajo y hacíamos todo en equipo, modelo barco rompehielos. Las horas y los años pasaban volando.
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
El primer proyecto que firmamos César y yo como arquitectos (nunca lo he hecho yo sola) fue resultado de un concurso de jóvenes arquitectos para hacer vivienda en Castilla-La Mancha.
Nos convocaron por ser finalistas en un Europan y ganamos el proyecto básico y de ejecución y dirección de obra para 12 viviendas para jóvenes en Villarrobledo
Viviendas de promoción pública en Villarrobledo, Albacete, 2000. Fotografía: Javier Azurmendi.
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
La primera vez que vas a una obra no entiendes lo que estás viendo, aunque en teoría sabes de sobra lo que es. Tuvimos la suerte de tener a nuestro lado un aparejador con mucha experiencia y generosidad para hacernos “re-conocer” sin ponernos en falta. Estábamos muy bien formados, pero en la obra, la experiencia es un grado. Aprendimos que lo que no se sabe se estudia, no hace falta contestar en el momento. Pides que te dejen estudiarlo y lo piensas tranquilamente en el estudio. Lo importante es no improvisar y no solucionar nada de cabeza.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
Los momentos difíciles en la obra son inevitables, así que mejor no temerlos. No importa cuánto afán se ponga en hacer las cosas bien que siempre habrá errores, que a pequeños que parezcan, tengan consecuencias importantes bien sean económicas, personales, políticas o de seguridad. Los momentos de crisis nos colocan en nuestro sitio, a todos los niveles, para eso nos pagan.
La Casa en Rojo en construcción. Calas de Guisando, Ávila.
La Casa en Rojo, Calas de Guisando, Ávila, 2022. Captura de video de estudio__entresitio.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
¡Tantos! Y de muchos tipos. Por ejemplo, es emocionante descubrir en obra espacios no proyectados, en concreto recuerdo el espacio bajo un forjado de placa alveolar antes de echar la capa de compresión. Los rayos de sol se filtraban por las rendijas entra placas y parecía una catedral. En general la obra es emocionante, la realidad siempre supera a la ficción, dicen, y no puedo estar más de acuerdo.
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
No tengo hijos, pero imagino que esto es lo mismo que si te preguntan qué hijo es tu favorito, y por supuesto hay que decir “todos”, aunque no sea del todo verdad. Cada obra es una aventura.
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
Admiro a muchas mujeres profesionales, especialmente las que me enseñaron a creer que era normal ejercer una profesión al lado de los hombres sin ningún conflicto.
Por citar algunas, aunque son demasiadas para nombrarlas a todas; Maria José Aranguren (profesora de proyectos ETSAM), Pilar Felip (cliente en la administración), Andrea Simitch (directora programa B.Arch en Cornell), Carmen Pinós (ejercicio profesional), Carmen Martín Gaite (escritora), podría seguir una lista interminable…
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
Lo puedo intentar: sé tú misma.
Pía Mendaro (Madrid, 1991). Licenciada en 2016 Universidad Politécnica de Madrid (+ 1 año 2014 en Universidad Nacional de Seúl). Ha sido Visiting Assistant Professor en Tulane University, Nueva Orleans, y profesora ayudante en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, en donde tiene estudio abierto: pia mendaro.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
No lo pensé mucho... mi padre es arquitecto y es lo que había mamado en casa. Quería también hacer objetos, que me parecía una escala abarcable. Terminaron convenciéndome de que la formación de arquitectura me permitiría hacer cualquier cosa que quisiese en el futuro.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
¡Dibujo técnico! Siempre me ha gustado dibujar, pero fui a un colegio inglés en el que no se ofrecía esa asignatura. Cuando llegué a la carrera no entendía nada de charnelas y planos abatibles.
¿Cuál fue la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
Una reforma de cambio de uso de oficina a vivienda. Me contrató la farmacéutica de mi barrio, que me conocía desde niña justo al terminar la carrera. (¡Una suerte que confiase en mi!)
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
Recuerdo pensar que no tenía ni idea de cómo llevar una obra. Me hubiera gustado saber algo de jerarquías y tratos con los oficios. El primer día le di dos besos al fontanero por inercia en el saludo y luego pensé… la he liado. Empezó y aprendí muchísimo del jefe de obra (y de pedir ayuda a todos los arquitectos rodados de mi entorno).
Reforma en la calle Ulises, Madrid, 2016.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
En el tercer proyecto que hice (hace una vida) todo salió mal. Consistía casi exclusivamente en un cierre. Dos puertas especiales que tenían que venir lacadas del taller y montarse en obra. No recuerdo exactamente lo que falló porque creo que fue todo y lo he tratado de olvidar, pero el cerrajero se equivocó y tuvo que soldar in situ, estropeando otros acabados que ya estaban terminados. El jefe de obra que era mi único contacto se rompió un brazo y le saltó una chispa al ojo y desapareció. Cliente desesperado. Seguro que en mi juventud lo hice todo mal. Sigo teniendo taquicardias cuando pienso en ello.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
Cuando vi por primera vez un espacio que había ensoñado yo (y que no era al uso), construido. Fue la obra de Barbecho y me parecía que tenía vida propia. Me parecía mágico que fuese mejor de lo que me imaginaba al proyectarlo.
Reforma Barbecho, Madrid, 2017. Fotografía: Imagen Subliminal (Miguel de Guzmán + Rocío Romero).
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
Barbecho. Reforma de una vivienda en hilera. Ya no existe, pero...
Croquis para reforma Barbecho.
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
Me apasionan los trabajos de Lina Bo Bardi, Eileen Gray y Ray (y Charles) Eames. De ellas me encantaría tener la frescura, la finura y la medida proporción.
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
La construcción es un mundo típicamente masculino, y a veces cuesta un poquito que te escuchen bien. He visto mujeres que, buscando infundir respeto, parecen despreciar a los trabajadores y se genera una barrera muy gorda en el equipo. Mi consejo es que encuentren una voz propia en el trato con los oficios y que traten de aprender al máximo de todos ellos.
Reforma Barbecho, Madrid, 2017. Fotografía: Imagen Subliminal (Miguel de Guzmán + Rocío Romero).
Teresa Carrau (Valencia, ). Titulada por la Universidad Politécnica de Valencia en 2012, año en el que comienza un Máster de Conservación de Patrimonio que le lleva a realizar una estancia de unos meses en el Politécnico de Milán. En 2018 se doctora con la tesis “La conservación de la casa moderna como patrimonio. Viviendas unifamiliares de Alejandro de la Sota”. Trabajó en el Estudio Alberto Burgos, con quien sigue colaborando. En 2014 funda su propio estudio: Teresa Carrau Carbonell.
¿Por qué decidiste ser arquitecta?
Por vocación, desde pequeña quise ser arquitecta. Disfruté muchísimo durante la carrera y ahora con el ejercicio de la profesión.
¿Qué fue lo que más te costó en la carrera?
La asignatura que más me costó fue Arquitectura Legal y quizás Economía. A pesar de pertenecer a una familia de abogados, este tipo de asignaturas no me gustaban demasiado.
¿Cuál fue en la primera obra que trabajaste con responsabilidad como arquitecta?
La primera obra en la que trabajé con plena responsabilidad fue la restauración de las cubiertas de la Ermita del Calvario en Jávea. Fue emocionante, guardo un recuerdo especial de esas visitas de obra con Jose Luis Molina, un aparejador con mucha experiencia del que aprendí muchísimo. Disfrutaba subiéndome al andamio cada martes. Además, había unas vistas del mar fabulosas.
Ermita del Calvario, Jávea, Alicante, 2016.
¿Qué recuerdas de esa obra? ¿Qué te hubiera gustado tener de formación o saber para ese comienzo?
Me hubiera gustado saber que cuanto más defines en fase de proyecto y cuanto más investigas antes, menos sorpresas hay después y más fácil será la obra. Creo que merece la pena trabajar mucho el proyecto porque, aunque luego siempre hay imprevistos, la obra se puede disfrutar mucho más.
¿Cuál es el momento más difícil que has vivido en una obra?
Para mí los momentos más difíciles son cuando hay un cambio de presupuesto por algún imprevisto o error y hay que decírselo al cliente. También recuerdo difícil la obra de las 6 viviendas en C/Gómez Ferrer en Torrent. La obra consistía en demoler la edificación existente que estaba muy deteriorada y restaurar la fachada que había que sostener con un andamio estabilizador, para luego construir una planta más de la original en la volumetría original del edificio. No podíamos sobrepasar la cumbrera del edifico vecino e íbamos muy justos en las alturas. En esta obra aprendí que siempre es mejor proyectar con algo de holgura.
Viviendas en la calle Gómez Ferrer en Torrent. Valencia.
Viviendas en la calle Gómez Ferrer en Torrent, Valencia, 2016. Fotografía: Germán Cabo.
¿Cuál es el momento más emocionante que has vivido en una obra?
Me parece emocionante cuando el espacio se empieza a conformar y empiezas a ver lo que has estado imaginando y dibujando tanto tiempo.
¿Cuál es tu obra favorita, de las que has realizado?
Creo que la Casa-Taller en el Cabanyal de Valencia. Fue una obra pública muy pequeña y que se hizo en plena pandemia. Me parece interesante por la mezcla de restauración y obra nueva. El cliente que era el Ayuntamiento nos dio bastante libertad en el proyecto y el presupuesto tan ajustado nos obligó a investigar con materiales. Creo que el resultado fue bueno.
Casa-Taller en el Cabanyal, Valencia. Fotografía: Germán Cabo.
¿Tienes algún referente femenino, arquitecta o de otros campos, que te hayan influido en el ámbito profesional?
Mi abuela Isabel, que era pintora, me trasmitió la sensibilidad por la belleza, tan importante en nuestra profesión. También me influyó la arquitecta Elisa Valero, a la que escuché en una conferencia en los primeros años de carrera en la ETSAV. Me gustó mucho su forma de hablar de la arquitectura y sus obras. En los últimos años de carrera y máster también admiré el trabajo de Pilar Roig, como restauradora.
¿Darías algún consejo a las arquitectas que van a empezar su actividad profesional?
Que sean valientes y apuesten por lo que les apasiona. Si se puede, creo que es un acierto trabajar en algo que realmente te guste.
Casa-Taller en el Cabanyal, Valencia, 2020. Fotografía: Germán Cabo.
Diez arquitectas que han compartido sus experiencias en una profesión en la que, independientemente de si el estudio es en solitario o en equipo, el diálogo y la colaboración es esencial; el saber establecer prioridades como directoras de una obra en la que participan muchos conocimientos y oficios externos de los que, escuchando, se aprende mucho. A través de sus relatos muestran la pasión por lo que hacen, que refleja bien uno de los principales valores de la arquitectura, que es estar al servicio de la sociedad para ofrecer mejores espacios de vida.
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Publicado: Mar 8, 2024