Joseto Cubilla en este edificio de viviendas en Asunción, hace una relectura contemporánea de un sistema de construcción tradicional – el tapial o tierra compactada – como posibilidad para construir nuestras ciudades aprovechando las cualidades de control climático e higrotérmico que un material tan sencillo y abundante como la tierra, ofrece.
Fotografía: Luis Ayala
El texto que a continuación aparece en azul, procede de una conversación en torno al proyecto, entre José Cubilla y Berta Blasco y JM. Marzo de Tectónica.
Tectónica: Podemos comenzar por cómo y cuándo decides construir con tierra compactada y cómo pasas de utilizarla en proyectos de vivienda unifamiliar a uno de más envergadura como este del Edificio Valois en Asunción.
Joseto Cubilla: Hace tiempo vino a Paraguay Martin Rauch, arquitecto austriaco que construye con tierra de forma industrializada. Y hay grandes estudios que están usando este sistema, que al final es un sistema bastante amable porque no usa prácticamente energía para cocer el ladrillo o el muro. La verdad que nosotros lo aprendimos espontáneamente y lo estamos tratando de aplicar en Paraguay, y en este caso, como una apuesta a lo urbano, ¿verdad? Porque siempre se lo ve como algo muy rural o algo muy primitivo e intentamos entender estas esencias que nos parecen interesantes en un momento de tanto exceso en el que empezamos a olvidar cuestiones esenciales que están a nuestra disposición y que generan una posibilidad de repensar un poco nuestras huellas, que es lo que a nosotros nos interesa como estudio; cómo actuamos en los lugares en un momento que hay un descontrol, sobre todo en Latinoamérica, en nuestros países emergentes, que todavía las tecnologías, vamos a decir “a la suiza-alemana ecológica”, son muy costosas. Frente a ese problema, hay otras maneras, que son hasta más interesante y al alcance de todos, y que es lo que me parece que es la fuerza de esta idea.
Fotografía: Luis Ayala
Fotografía: Luis Ayala
Tierra, oxígeno y conexión urbana.
El edificio de vivienda colectiva se inserta de forma silenciosa en el barrio de Las Mercedes, de baja escala residencial en Asunción, pero en constante proceso de transformación o nueva densificación. Se construye sobre un solar de pequeña dimensión (8,40 m x 25m) e intenta operar con el mayor respeto en un lugar consolidado de viviendas, en un contexto de cerámicas y verdes.
La obra se concibe serena e implementa la tierra compactada o Tapial. La idea es proponer este sistema constructivo (visto como rural o milenario) como una posibilidad urbana, actual y proponer desde el diseño nuevas posibilidades de habitar comprendiendo las complejidades climáticas del sub trópico y atendiendo ciertas características socio culturales pertinentes, en donde reconozcamos la importancia en la participación, y colaboración de artesanos y maestros conocedores de la técnica...
Fotografía: Luis Ayala
T.: Y, además, lo bueno es que, así como en Suiza ó Alemania, tiene ese matiz de élite el construir con tierra compactada, en cambio en Paraguay, o en España, supone recuperar una tradición constructiva que no hace tanto que desapareció.
J. C.: No es un ejercicio sencillo porque también se ha perdido esa información y como, evidentemente, uno está siempre mirando para afuera, volver a poner ese material rural sobre el tapete resulta hasta indigno para las personas porque se ve como primitivo. Este es el desafío, cómo pensar la arquitectura contemporánea, que necesita ser repensada por el deterioro que existe y por el exceso que ha habido, con una apuesta inteligente de usar la tierra, entendiendo estas maravillas que perdimos, que están diseminados de muchos ejemplos.
Fotografía: Luis Ayala
Fotografía: Luis Ayala
T.: Porque, además, junto con esa recuperación de un sistema tradicional se entremezcla con tecnologías de construcción modernas. Porque en este caso, en las viviendas del Edificio Valois has utilizado vigas postesadas de hormigón que te permite liberar toda la planta baja y soportar las dos cajas de tierra. Sorprende la libertad para tomar esta decisión constructiva ¿Cómo fue el encargo?
J. C.: Claro, este es un emprendimiento cercano, de la segunda esposa de mi padre que es como una especie de mecenas, y le propuse esta idea, después de producir unas viviendas en el interior del Paraguay que se llama Takuru que ustedes publicaron. Era un desafío, realmente hacer este encargo para un barrio, vamos a decir, residencial, pero que se está transformando. Está cerca del centro histórico, que está muy abandonado, pero hay unos proyectos urbanos, bastante polémicos, de edificios públicos que van a generar un cambio.
Sección transversal con las galerías exteriores de acceso a las viviendas.
Fotografía: Luis Ayala
Se está empezando a densificar el barrio, que es muy muy tradicional de pequeñas viviendas, de material cerámico, con mucho verde, en donde aparecen estas torres y queríamos hacer una intervención de mucho respeto, de mucha atención hacia el lugar. Este es un sistema silencioso, independientemente de la parte estructural que tiene, evidentemente, alguna que otra polución, pero, en general, el edificio se construyó en silencio porque al final es simplemente una compactación manual con una compresora; no genera polvo porque uno humedece la tierra mínimamente y se va construyendo lentamente. Además, hay una especie de gesto hacia la calle, darle un respiro, una pequeña atención a un lugar en frente en donde hay un árbol y en donde pensamos poner un banco para que ese espacio se utilice… cambiar un poco esta manera de concebir los edificios como productos.
Fotografía: Luis Ayala
A mí me parecía que era interesante empezar a replantearnos cómo habitar los espacios y prestamos atención hacia una piel que genera una especie de protección al edificio, pero también una posibilidad de estar, de habitar y de conocerse entre todos. Es un espacio de ingreso a los departamentos que se usa muchísimo; un espacio intermedio pensado para un clima subtropical como el nuestro, en el que hay muchas variables violentas de temperatura, en un momento tenés 45 grados y viene un viento sur con una lluvia huracanada que en cinco minutos inunda todo y baja la temperatura 15 grados. Y eso es este espacio, un lugar en la sombra con muy buena ventilación.
Croquis con el planteamiento de control climático y comportamiento higrotérmico del edificio.
Fotografía: Luis Ayala
Hace poco hice un escrito sobre esto. Se llamaba Pire Pora. Nosotros somos bilingües, hablamos guaraní, que es un idioma autóctono oficial, y español. Y pire pora es un término muy lindo porque significa piel bella. Se puede entender como que uno tiene una piel muy buena, pero realmente es una expresión de ánimo. Cuando uno está pire pora está de buen ánimo, y pire baí es la piel fea, que es cuando estás de mal humor. Entonces, la intención era generar un estado de ánimo de verdad. Que uno sienta la piel. Entonces a mí me parecía que el edificio, que tiene mucha textura, que habla de un peso, de una materialidad, una densidad, también tenga esa capacidad de sentir el espacio en la piel, con los sentidos, y más en un mundo en el que estamos bombardeados por lo virtual, desconectado de la materialidad. Y al mismo tiempo era sumar a un barrio un poco de oxígeno, un poco de flores, un poco de belleza. Que uno nunca se enoja cuando ve que el vecino tiene una flor en su balcón, al contrario, beneficia a todos, aparecen los sonidos, las aves, aparece una serie de fenómenos que enriquecen un espacio espontáneamente, sin tanto diseño.
Fotografía: Luis Ayala
Realmente el edificio es muy simple, no hay muchos secretos y espacialmente se siente en la piel: cuando uno ingresa al espacio percibe el cambio de temperatura porque es muy fresco por la inercia térmica de estos muros anchos. Es lo que heredamos nuestros abuelos, las casas de la Asunción de techos altos y de muros anchos, de galerías y de plataformas elevadas porque había muchos raudales, no había calles, uno andaba a caballo. No queríamos que se perdiese esa aura del lugar en el edificio.
Fotografía: Federico Cairoli
Fotografía: Luis Ayala
T.: Vemos en las imágenes que se hace patente la cabeza del postesado en la viga.
J. C: Se deja visto, sí. A mí me gusta que se vean las cicatrices. El edificio está lleno de cicatrices, es una evidencia artesanal, cruda, no oculto nada ni en el hormigón. Creo que también tiene que ver con construir con un costo interesante; no poner pinturas, ni protecciones ni nada en un edificio que necesita respirar. Cuando llueve, se empapa, pero después se seca y genera un mejor microclima. Comportamiento que a veces es difícil de explicar cuando una persona va a alquilar un departamento; está muy claro que este edificio es como una prueba y todavía está en estudio. Algunos están encantados y se sacan fotos con la humedad y otros salen corriendo.
Fotografía: Luis Ayala
Fotografía: Federico Cairoli
Fotografía: Luis Ayala
T.: Con ese comportamiento, lo importante es ventilar por la variabilidad del clima, entiendo, entonces, que no hay aislamientos.
J. C.: Siempre se recomienda en lugares en los que hay mucha lluvia, repentina y violenta, un sombrero y una buena bota. Tal vez el sombrero no está bien logrado, porque cae directamente al volumen, pero en los lugares que sufren sí pusimos un poco más de protección. El edificio es un relojito en el sentido de que tiene una buena orientación: en la mañana entra una luz filtrada a través de las plantas, muy linda, pero donde sufrimos nosotros siempre es el noroeste por el calor que pega desde el mediodía para la tarde, y ahí están colocados todos los baños que, además, tiene un muro de unos ladrillos tipo pómez, alivianados, como protección. Se necesitaba que esa placa del costado no tuviera mucho peso porque está en voladizo y utilizamos este producto que es nuevo y muy liviano. Parece una baldosa, pero está como llena de aire.
Fotografía: Federico Cairoli
T.: Y este espacio también se cierra con una celosía de madera.
J. C.: En Paraguay siempre se pide un lugar para lavado, que tenga un poco de ventilación, que es éste que cerramos con la celosía, y pusimos también un baño mínimo.
T.: Y la madera que se ha utilizado es de curupay.
J. C.: Sí, que quiere decir madera de agua.
T.: ¿Y porque se llama madera de agua? ¿es un árbol que crece en zona inundadas?
J. C.: Bueno, en guaraní muchas palabras tienen la y griega, que significa agua; por ejemplo, árbol es yvyra, tiene esa ‘y’ de agua e ‘yvy’ de tierra, entonces el árbol es consecuencia de un lugar con tierra y agua. Es una conexión muy linda, porque habla de la tierra, no del oxígeno ni del árbol, no, de la tierra, tierra con agua. Si no, no hay árboles.
Fotografía: Federico Cairoli
T.: Hablando de los materiales, empleas el ladrillo puesto de canto en la cubierta, que ya habías utilizado en el edificio San Francisco que, claro, filtra y drena por debajo.
J. C.: Totalmente. Es como una alfombra cerámica. En San Francisco se adecuaba a las pendientes para recoger el agua. En Valois, la superficie no es tan grande, entonces no hay mucha deformación. Son juntas, secas. Muy rudimentario.
T.: Y va encima de la losa de cubierta, sin aislamientos o impermeabilización.
J. C.: La impermeabilización es simplemente un refuerzo de tela con una pintura en polvo y es la pendiente la que funciona. El agua cae libremente, muchas veces arma bastante bochinche, porque cuando llueve cae fuerte, encima de las plantas. Yo dejo siempre claro que el espacio de ingreso es exterior, que no dejen un sofá fuera. Es un espacio que llenan de vida, de plantas, todos tienen animales, y se crea una comunidad impresionante.
Fotografía: Luis Ayala
...La edificación se proyecta como una caja central de tierra que se perfora puntualmente en la fachada y se retira de la calle como un gesto en el barrio para permitir un espacio de uso público. Los apartamentos separados por un bloque de escaleras rematan en una terraza que deja entrever el barrio, el cielo, el paisaje chaqueño y el río Paraguay.
El edificio de tierra se retira del lindero para disponer de una galería abierta y ventilada, que es cubierta con una malla metálica que actúa como un manto verde y filtro de luz. Diversas especies de plantas autóctonas trepan y posibilitan esta protección natural, que además de regalar flores y aromas al barrio, protege al edificio del sol y lluvias. Se crea un interesante espacio en sombra, de uso intermedio muy bien ventilado y posibilita el aprovechamiento en dirección Noreste de una luz más favorable para el uso de actividades comunes. El deseo de generar el menor de los impactos y ser lo más amable en un barrio tradicional asunceno fue uno de los objetivos primordiales.
Tierra, oxígeno y conexión urbana (Memoria del proyecto)
Fotografía: Luis Ayala
T.: Y en el plano, sobre la azotea se colocaba un tanque de agua, que luego habéis puesto bidones de agua, ¿es para cuando no hay suficiente presión?
J. C.: En Paraguay, a veces, los barrios no están preparados para tantos edificios, y hay que preverlo. Se calcula el consumo para que puedan estar hasta dos días sin agua, aunque no suele haber un desabastecimiento tan largo.
Fotografía: Luis Ayala
T.: Y en una foto del dúplex, se ve un fancoil de un equipo de aire acondicionado.
J. C.: En Paraguay hay mucha humedad y hace mucho calor. Puede hacer 42 grados sin problema, y en el interior te puede bajar seis, ocho o diez grados, pero 35 grados sigue siendo una temperatura elevada y el aire es como una bendición. Lo utilizan muy poco porque es tan buena la inercia térmica que en cinco minutos está ya refrigerado.
Los suelos de la vivienda son de piedra Ardosia, es una piedra que se despieza en lajas. Fotografía: Federico Cairoli
En este momento estoy en un lugar con techo alto, una vivienda que seguramente conocerán se llama Ara Pytu, que acá yo tengo ahora mi estudio, estoy rodeado de árboles, con el piso todo de piedra, y el microclima es fantástico. Yo no uso aire porque está bajo la sombra de los árboles. Ara pytu es una palabra muy linda. En guaraní significa atmósfera; ‘ara’, significa día, y ‘pytu’, oscuridad, que era lugar preferido de los guaraníes, un lugar que durante el día tenga oscuridad, que es la sombra.
T.: Muy sugerente.
T.: ¿Y cómo estableces la dimensión del muro de tierra?
J. C.: Es una pregunta interesante, porque hay muchos factores. Primero, el peso; segundo, el costo; y tercero, cómo funciona esa piel para que el interior sea más fresco. Evidentemente si son muros finos, siempre van a ser más calientes, y por esa razón queríamos darle espesor. Pero el espesor es más costoso y a más volumen, más dimensiones de postensados. Entonces tuve que formular un mix: en las fachadas es más grueso, puede llegar a 40 cm, y en el interior, que ya tiene la protección del oeste, es más fino, pero no mucho, estamos hablando de cinco centímetros.
Los muros de tapial se combinan con los pórticos de perfiles de acero laminado y pasarelas en L de hormigón para formar las galerías exteriores del bloque de viviendas. Fotografía: Leonardo Méndez
El volumen principal de muros de tierra apisonada se soporta sobre vigas de canto de hormigón armado, que están postesadas y, que a su vez se apoyan en muros transversales de hormigón: dos en los extremos y dos en el centro del edificio enmarcando el hueco de la escalera. Fotografía: Leonardo Méndez
T.: ¿Y qué respuesta estáis recibiendo de la gente que ya está viviendo el edificio?
J. C.: Estamos inmersos en una especie de investigación increíble. Ya tiene más de un año, y ahora hay una comunidad fanatizada, pero al principio era bastante duro y teníamos que ir a dar muchas explicaciones, con quienes querían azulejar y pintar todo. Pero hoy día no se imaginan la cantidad de gente que quiere ir a vivir ahí. Primero por la ubicación, que es muy buena, y por las bondades del edificio que se han ido contando de boca en boca. Ya hay una especie de comunidad de tierra que asusta un poco. Pero estamos muy felices.
Fotografía: Leonardo Méndez
Detalle de los muros de tierra apisonada: Se aprecia las juntas que dejan los tapiales de madera y las perforaciones de las agujas, que los unen durante la ejecución. Fotografía: Leonardo Méndez
T.: ¿Y con este ejemplo crees que se ha iniciado una tendencia? ¿Sabes de algún proyecto que también se vaya a plantear en tierra?
J. C: Hay muchísimos. Es un tema muy interesante. Nosotros ya hicimos algunos proyectos hace 20 años que fueron un fracaso porque la gente no quiso saber nada ni entender el sistema. Pero desde Takuru, con la vivienda, empezaron a aparecer muchísimos proyectos. Equipo de Arquitectura, que son muy buenos y tienen dos proyectos de tierra en el Premio Mies, trabajaron conmigo un año, año y medio, y salieron empapados con esta idea.
De todos modos, yo estoy un poco preocupado, porque al principio la idea del sistema era justamente de eso que hablamos al principio, que sea accesible, que sea sostenible, y se está perdiendo el enfoque, pero voy a luchar, volver a empezar a enseñar a otros a hacer algo que pueda servir para cualquiera, no solamente para el que quiera hacer su casa de tierra en un country, como hay ahora.
Ejecución de la escalera. Fotografía: Leonardo Méndez
T.: ¿Y la tierra con la que trabajas se utiliza tal cual o se necesita algún tipo de aglomerante o fibras para darle consistencia?
J. C.: Es tal cual, simplemente se tamiza y se estudia para ver las proporciones de arcilla que debe tener, que viene a ser entre 15, 20 o 25%, porque cuando hay exceso de arcilla se resquebraja. Se tiene que empezar a mezclar tierra y añadir tal vez un poco de arena. Rauch utiliza arcilla de la más dura y piedra. Lo que también es un problema es el tema de la logística, porque transportar la arcilla es muy costoso. Yo tengo la filosofía de que tenemos que usar cualquier tierra, y donde hay exceso de arcilla simplemente la mezclamos con otra arena, que lo que se tiene que hacer es buscar la fórmula ideal en el lugar mismo; yo he hecho muros que son de tierra roja y otros blancos. Y agregando fibras, evidentemente, mejora mucho más. En eso estoy ahora porque estoy tratando de evitar el cemento.
T.: ¿Y qué tipo de fibras estás probando?
J. C.: Hay que buscar una buena fibra. El cáñamo es un poco costoso. Ahora estoy probando con la fibra de los cañicultores, porque hay un exceso de fibra en la fabricación licor de caña; también con cascarilla de arroz. Hemos perdido información ancestral y uno tiene que ir probando constantemente.
Fotografía: Federico Cairoli
T.: ¿Y sabes si existe o se está desarrollando un manual de buena construcción con tierra compactada?
J. C.: No que yo sepa, y debo decir que, en mi caso, soy poco riguroso con dejar por escrito nuestras investigaciones. Voy haciendo, voy probando y creo que todas las tierras son válidas. En este momento voy a hacer un proyecto lejos, cerca de Bolivia. La logística es carísima, la tierra es muy mala porque tiene mucha sal, pero lo vamos a hacer sin llevar nada, con encofrado perdido, sin cemento, y vamos a usar las fibras que encuentre en la zona, que hay muchas. Es una casa elevada que hay que proteger bien porque hay uno viento norte constante, mucha sequía, pero con temporada de lluvia muy fuerte. Es un proyecto muy lógico, con mucho sentido común. Uno va en cada lugar viendo cómo resolver el problema y la tierra siempre está disponible. Y eso es lo lindo de este sistema. Estuve invitado para hacer un workshop en Italia y descubrimos las construcciones de tierra en Italia; toda Cerdeña había sido hecha con tapial, y las construcciones que perduraron en los terremotos eran las autóctonas de bloques grandes y anchos de tierra que soportaban todo el tema telúrico. Pero eso se veía como indigno, como campesino. Y se perdió. Y eso pasó en toda Europa.
Autoría: José Cubilla
Localización: Asunción, Paraguay
Colaboradores: Dahiana Núñez, Mauricio Rojas Barrail, Camila Caffarena, Jorge Augusto Noreña
Fotografías: Luis Ayala / Federico Cairoli
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Publicado: Feb 1, 2023