En la ampliación y reforma del edificio Dorleta, Itziar Imaz e Ibon Salaberria logran un espléndido edificio que es el resultado de un proceso participativo ejemplar, donde la arquitectura da forma y solución a las necesidades de uso y espacio de una comunidad educativa.
Fotografía: Javier Orive
Modelo 3D. Dsign Cloud
En la reforma del Edificio Dorleta, que pertenece a la Facultad de Ciencias de Educación y Humanidades de la Universidad Mondragón entra en juego una circunstancia muy favorable y es que la arquitecta Itziar Imaz que forma parte del equipo que ha llevado a cabo la reforma, es docente en el grado de Educación, dentro del grupo de Educación Artística.
La reforma, además corre paralela a la transformación académica de los propios grados que la Universidad quería que se reflejara en los espacios de la facultad. Desde la Universidad pidieron a beSTe Arkitektura Agentzia Bat un diagnóstico sobre los espacios existentes y una propuesta que encajara en el programa interdisciplinar que estaba surgiendo, en el que desaparecían asignaturas, se organizaba el grado en torno a módulos más grandes…
A esta circunstancia de la posibilidad de pensar desde dentro la propuesta, se añade la formación de otro de los componentes de beSTe, Ibon Salaberria, arquitecto con un máster en Participación y Políticas Públicas en Bilbao.
Texto elaborado a partir de una conversación entre Itziar Imaz e Ibon Salaberria con Berta Blasco + JM Marzo de Tectónica
Plano de situación. Ver PDF
El proyecto es resultado de un proceso participativo de diagnóstico compartido que tiene como objetivo repensar los espacios del campus de Eskoriatza de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (HUHEZI) de Mondragon Unibertsitatea. Se trata de un proyecto transversal que busca espacializar las características y necesidades específicas (pedagógicas, relacionales y afectivas), tanto presentes como futuras, de la comunidad que conforma la facultad.
Fotografía: Javier Orive
Plano de emplazamiento modificado. Ver PDF
Proyecto participativo
Se planteó, entonces un proyecto que incorporara un elevado grado de participación de la Universidad, que por, otra parte, está muy habituada a este tipo de procesos ya que emana de una sociedad cooperativa histórica.
En el nuevo proyecto pedagógico que estaba surgiendo, como en casi todos los proyectos pedagógicos actuales, el espacio más cuestionado es el del aula, aunque, paradójicamente, como dice Ibón en la conversación, se acabó haciendo un aulario… sin aulas.
El primer paso fue conocer de primera mano qué era lo que se esperaba del nuevo edificio para lo que se organizaron mesas de trabajo en las que participaron alumnos, profesores, trabajadores y en las que surgió un lenguaje común que acercó la arquitectura a los usuarios, y ese lenguaje es un hallazgo por si mismo y el primer espacio de encuentro sobre el que se va a levantar el nuevo edificio. Ibon e Itziar insisten en que no se hablaba de estilos, sino de conceptos espaciales, como era la playa o el estuche.
“Se partía de unas imágenes que enseñamos al principio para empezar a discutir sobre los tipos de espacios que podían desear, y tenían que ver con el estuche o la playa. El estuche era el del compás, funcionalista, heredado de la modernidad, donde la forma sigue el uso determinado, o la playa, que, por el contrario, podría ser cualquier espacio que se pretenda” Y de esa libertad y flexibilidad del concepto ‘playa’ se encuentra que cualquier espacio puede ser de aprendizaje, no solo el aula, es el aula reventada o el aula aumentada, adaptable y reversible. Ese fue el primer objetivo que se impuso.
Para explicar estos conceptos, también acudieron a imágenes de arquitectura. Pocas, de Lacaton Vassal y como extraen todo el potencial de un edificio para ser más adaptable, más flexible, más borrosos los límites de los usos. “Ejemplos que sorprendieron porque normalmente para la gente la arquitectura es algo acabado, que tiene color, que tiene materia, pero no tiene concepto, no tiene estrategia.”
Fotografía: beSTe
Plano de emplazamiento previo. Ver PDF
De las mesas de trabajo, que en algunas podía haber hasta 70 participantes volcados en aportar ideas, se extrajeron seis objetivos comunes y, nos cuentan Ibon e Itziar que muchos de ellos tenían que ver con la experiencia que habían tenido en esos espacios existentes antes de modificarlos. Había quien pasa muchas horas en el edificio y quería cierta domesticidad en los espacios, u otros que definieron su deseo de una mayor “porosidad hacia el exterior”, y de ahí surgen las terrazas… se definieron unas pautas bastante marcadas que el proyecto hace suyas. “De alguna manera el proyecto es más rico porque tiene todas esas pautas.” Afirman los autores. Pero también, en ese proceso de diagnóstico compartido, en el que la actitud de los arquitectos era principalmente la de escuchar, se ha entendido la potencia del edificio existente, que además es donde comenzó la Universidad (en 1976 este edificio se construyó como escuela de profesores y luego pasó a formar parte de la Universidad de Mondragón), y la importancia de valorar, mejorar y amplificar lo que ya existía.
Basarse en la experiencia positiva que había habido en lo existente para no empezar de cero. Y en esa línea una jornada clave fue la que llamaron “arqueólogos por un día”, para la que habían mapeado en 3D todos los espacios y, por grupos, los alumnos, profesores, trabajadores iban detectando y señalando en los mapas los espacios que a ellos les generaban domesticidad, adaptabilidad... Y también se animaba a que señalaran lo que faltaba. De esta manera, se genera un documento sencillo que luego se superponen al diagnóstico técnico y juntos muestra un camino muy claro.
Otra jornada muy especial en todo este proceso fue en la que, cuando ya se tenías el proyecto básico, se hizo un replanteo colectivo en el que cada uno iba con un palo de tres metros que tenía que acertar a colocar. Una actividad festiva con la que la comunidad participaba de la gestación de la obra. Ya, a partir de ese punto, el trabajo se realizó con equipos pequeños, contrastando la evolución del proyecto de ejecución con todo aquello que ya se había definido.
Esquema de la ampliación. Ver PDF
El proyecto propone mantener la estructura de hormigón del edificio Dorleta, con una luz transversal de 11 metros adecuada para los espacios polivalentes de aprendizaje, sumándole una nueva crujía de 6 metros. Esta adición permite que la superficie del antiguo edificio se convierta en una especie de aulario adaptable, y que la nueva crujía absorba tanto las circulaciones como las actividades más informales de los procesos de aprendizaje de sus habitantes.
Esta estrategia se adapta y amplía en planta baja para alojar, entre otros usos, la pieza de KoLaborategia, el 'Laboratorio de educación y comunicación para la sociedad digital'. El espacio intermedio entre éste y la antigua estructura conforma el nuevo hall, lugar de encuentro principal del campus y denominado como 'Hondartza', la Playa. El proceso nombró así los espacios que debían ser indeterminados, dejados en crudo: espacios con vocación de ser apropiados para diversos usos, espacios adaptables en el tiempo.
Fotografía: Javier Orive
Del edificio existente se mantiene sólo la estructura, pero en ese diagnóstico previo se había detectado cómo se valoraban las aulas que daban a las dos fachadas, que eran pasantes, y se decidió entonces que sería el que albergara un aulario transformable y el nuevo sería el que las aumentara, una crujía nueva de casi 6 metros, que tuviera una anchura habitable, como comentó Itziar.
En este proyecto también se acuñó otra terminología que acabaría haciéndose común en la obra, la de ‘lo crudo’ y ‘lo cocido’, que reflejan decisiones de dejar más en bruto algunos elementos o utilizar soluciones más sofisticadas en otros momentos. Itziar también lo relaciona con los recursos que se tenían para el proyecto porque el cliente, aunque había conseguido financiación, es una universidad cooperativa, pequeña y había que cómo hacer lo más posible con lo menos posible.
Para conseguir la flexibilidad y adaptabilidad definida en los espacios entre aulas de la crujía existente, sin recurrir a soluciones de costes inasumibles: “Lo que hicimos fue plantear puertas batientes grandes, más de las que estrictamente harían falta para acceder o salir, y además organizar el trazado de las instalaciones de manera que ninguna de ellas pasara entre los tabiques de separación entre los diferentes tamaños de aula que habíamos establecido como comienzo. De manera que, si de un curso a otro hace falta un aula más grande o más pequeña, simplemente se desmonta un panel y se vuelve a montarlo donde haga falta.” Hay una flexibilidad inmediata de transformación del aula constante, y otra flexibilidad más lenta que tiene que ver con el tamaño de los espacios y que pueden ser cambios pensado en un plazo mayor, de un año o un semestre.
Planta baja. Acceso y pasarela de conexión. Ver PDF
Fotografía: Javier Orive
Alzado por los accesos y conexión con la pasarela. Ver PDF
Fotografía: Javier Orive
Negro Marquina
Para el pavimento se había prescrito en proyecto un hormigón blanco, con un pulido HTC en el interior, que es un pulido que reutiliza el polvo y queda con apariencia de terrazo in situ. Las muestras de hormigón blanco no acababan de quedar bien y tuvieron que ir a la empresa a hacer más pruebas hasta dar con el tono que buscaban. Lo que no habían definido era el árido y en la empresa les propusieron utilizar residuos de machaqueo de negro Marquina, que contrastaría con la pasta blanca. Hicieron una muestra que les pareció perfecta.
“No era algo previsto, sino que se surgió sobre la marcha. Además, es un pavimento que nos permite aplicarlo también en el exterior, que tenía sentido con el concepto de porosidad.”
Fotografía: Javier Orive
Sección por el espacio en doble altura y graderío-escalera. Ver PDF
Fotografía: Javier Orive
Plantas segunda y tercera. Ver PDF
Axonometria inferior. Vista del Modelo 3D. DsignCloud
Fotografía: Javier Orive
En su exterior, el edificio responde de maneras diversas al espacio urbano que reordena. La cara noroeste del edificio es cruda, los muros de hormigón se van plegando para acompañar el paseo del borde de río. Las caras al sureste, que abrazan el espacio exterior creando un nuevo patio, son algo más sofisticadas, más hervidas; con terminaciones de fachada de entablados de madera de pino de bosques de proximidad. Una estructura superpuesta a estas fachadas funciona a la vez como soporte para los sistemas de sombreo y las barandillas de malla tensada, que sirven de entramado para las especies vegetales que acompañan el edificio. Especies que también habitan la cubierta de Hondartza, convertida en un jardín que devuelve al entorno la misma superficie que la ampliación del edificio ha ocupado.
Sección por aulas y espacio de ampliación-galería.
Fotografía: Javier Orive
Ritmo de la fachada
Otro cambio que surgió en el proceso es el de la fachada, la composición de la fachada. Inicialmente estaba planteada como una fachada acristalada protegida por el voladizo para que entrara toda la luz posible. Pero la exigencia por parte del cliente de sumar radiadores a la climatización, que se había previsto por suelo radiante y, por lo tanto, a baja temperatura, hizo que tuvieran que buscar dónde colocar los radiadores, de grandes dimensiones, y de ahí el ritmo de hueco-lleno de la fachada.
Fotografía: Javier Orive
La flexibilidad que exigen las nuevas propuestas pedagógicas obliga a ensayar nuevos tipos de aulas. Estos espacios se definen como áreas de aprendizaje flexibles, relativamente inacabados, en los que las instalaciones se concentran en los techos. Techos donde se ubican la mayoría de los dispositivos que garantizan la adaptabilidad de estos espacios a un proceso pedagógico que exige ser cambiante en el tiempo. En estos techos se ensamblan diferentes capas tecnológicas que, facilitando la movilidad de los puntos de fuerza, garantizando el confort acústico etc. forman un mecano capaz de ser transformado en un futuro.
beSTe Arkitektura Agentzia Bat
Fotografía: Javier Orive
Para resolver la flexibilidad inmediata BeSTe ha diseñado unos techos con carriles que permiten al usuario desplazarse por el aula con sus dispositivos y toda la exigencia tecnológica actual. No quería poner postes o enchufes en el suelo e investigaron otras soluciones que estaban seguros tenían que existir. Dieron finalmente con una empresa en Barcelona que hacía unos carriles que incluyen en todo el recorrido el contacto. Hicieron una prueba de la propuesta y vieron que con el carril recto los cables se iban cruzando y no funcionaba bien y decidieron que tuviera curvas y que pudiera tener el mayor número de puntos posibles de cuelgue.
Para definir la curvatura hicieron múltiples pruebas forzando el sistema para ver en cuántos puntos se podía dejar una manguera colgada encima de la mesa para trabajar. Fue un proceso de prueba y error.
Y al final, en todo este proyecto, el techo acaba recogiendo un protagonismo especial, porque tiene este mecanismo que facilita la flexibilidad, pero también están planteados como un mecano que luego se puede desmontar y dejarlo libre para una nueva solución.
Alzados hacia el exterior. Ver PDF
Fotografía: Javier Orive
El nuevo edificio Dorleta se irá transformando con el paso del tiempo y en cada estación. Una malla de acero permitirá el crecimiento de vegetación que cubra las fachadas y para ello BeSTe ha contacto con la colaboración de Íñigo Segurola de Lur. El paisajista plantea una combinación de especies de plantas en la que, en todas las épocas del año, siempre exista un tipo de planta que predomine, pero que ofrezca un tono verde grisáceo durante todo el año, y también crea volumetría con el tipo de plantas que escoge; hay plantas que sólo exigen ocho centímetros de tierra, tapizantes, otras que tiene que colgar, otras que tienen que dar porte. “Y en ese juego entre la combinatoria de espesores de maceta, más la distribución de las especies de plantas, hay mucha riqueza, que es la que ha aportado Íñigo”, comenta Itziar.
Cuatro años después de la finalización del edificio Dorleta, la vegetación ya ha adquirido un protagonismo importante en la fachada sureste. La estructura de acero añadida proporciona un espacio exterior de expansión y protección solar. Imagen de Saxun, proveedora del toldo con cierre de sistema cremallera que asegura el elemento ante viento.
Fragmento de la sección constructiva transversal, donde precisión técnica y calidad gráfica producen un documento modélico.
Y por último hay que detenerse en la documentación que entrega BeSTe para el proyecto; dibujos maravillosos que cuentan cómo está planteado inicialmente, construido y luego, ejecutado. Todo está detallado y de manera muy bella. Ellos explican que es una manera de tener autoridad sobre la obra, incluso ante ellos mismos. “Nos gusta tener agarrado el proyecto en ese sentido. Y, a parte, porque este proyecto nace de sección, yo creo que casi todos los proyectos nacen de la sección”, dice Ibon.
Autoría: Itziar Imaz + Ibon Salaberria
Localización: Eskoriatza (Gipuzkoa)
Colaboradores: Ula Iruretagoiena, Ibai Madariaga, Alex Orive, Asier Sanchez
Fotografías: Javier Orive
Empresa constructora: Lasuen Construcciones
Empresas destacadas:
Editado por:
Publicado: Dec 27, 2021