Desde el punto de vista urbano, el proyecto se apoya en la idea de que el Museo de Colecciones Reales debe formar parte del paisaje natural-artificial de la cornisa poniente de Madrid. Por otro lado, la voluntad de respetar todo vestigio arqueológico existente, incluso aquellos que se puedan encontrar murallas adentro, condiciona la ubicación de la propuesta en el lado poniente del solar.
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Todo el programa se concentra en una única edificación cuyo volumen queda definido, en planta, por los restos de la muralla y la actual alineación del muro de contención oeste del solar, mientras que en sección va desde la plataforma pública que separa la Catedral de la Almudena y el Palacio Real de los jardines del Campo del Moro.
El Museo de Colecciones Reales se percibe como un gran basamento, que aparece a lo lejos como un muro de granito. La nueva edificación toma su carácter de la condición de límite urbano, de la condición de muro de contención masivo de gran escala, integrado, formal y constructivamente, con el basamento del Palacio.
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Visualmente, el museo opta por la discreción, tomando los materiales del Palacio Real y su digna construcción como carácter, huyendo de formas estridentes. De este modo, las vistas son el espacio entre la estructura, como los pilares son los llenos entre huecos; el espacio es el ritmo de las vigas, y las instalaciones son los intersticios entre aquello que soporta el edificio.
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La presencia del Palacio Real, y los grandes muros de contención, (algunos de los cuales son auténticos muros habitados), establecen un orden en la cornisa poniente que todos los ciudadanos reconocen y aprecian. La presencia del Palacio sobre un basamento pesado es una de las constantes en la percepción colectiva de esta parte de la ciudad, que habla del límite urbano en la memoria de la ciudad, y que, a pesar de haber perdido su condición de tal, debe conservarse como parte del inconsciente colectivo.
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La presencia del Museo, haciendo gala de una condición serena, cede el protagonismo al Palacio. El carácter masivo y la gran escala del museo nos lleva al segundo punto: la claridad estructural de la construcción. Las grandes alturas requeridas para la exhibición de las colecciones, así como las grandes dimensiones de las diferentes áreas, establecen una estrategia de composición estructural y constructiva más próxima a la de las grandes obras civiles de este siglo, que a la de una arquitectura plegada al ornamento y la decoración. Es decir, la "estética de los ingenieros" cualifica la propuesta y la lleva a un realismo pragmático que evita exageraciones formales allí donde no son necesarias.
Sistema estructural
Los grandes pórticos de 16 metros de luz, repetidos cada dos metros construyen los espacios de forma autónoma. Cada pórtico, construido en hormigón blanco, está integrado por pilares y vigas, de un metro por un metro, y la sucesión de pórticos formaliza unas naves continuas de 120 metros por 16 metros, en las que el rayado de la estructura cualifica el espacio. En los intersticios de los pórticos se distribuyen las instalaciones, quedando ocultas a la vista, pero fácilmente registrables para su mantenimiento.
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Toda la estructura del edificio del Museo de Colecciones Reales es de hormigón blanco con acabado en tabla en los paramentos verticales y fenólico en los horizontales, con excepción de las vigas de salas de exposiciones, cuyas caras vistas son de tablilla.
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Esta estructura, de gran importancia, adquiere su poderosa dimensión por la necesidad de sostener los grandes empujes del terreno. En su contacto con el terreno se formaliza como un muro de contrafuertes, formado por una pantalla de pilotes de un metro y medio de espesor, con anclajes temporales, y una galería con contrafuertes de cinco metros cada cuatro metros.
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Esta galería, comunicada a través de perforaciones sobre los contrafuertes, (perforación posible gracias a la gran distancia entre forjados), se convierte en un espacio registrable y visitable por donde circulan las instalaciones. Pero además se constituyen en una galería donde drenar, ventilar, evitar o controlar cualquier entrada de agua desde el terreno, manteniendo limpio el interior del museo.
Encofrado del hormigón
En el proyecto se han empleado sistemas de encofrado industrializados a los que se les ha añadido artesanalmente un revestimiento de tablas de madera para dar textura al hormigón, lo que junto a su color blanco, caracteriza el proyecto y lo hace singular.
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Los encofrados se han realizado con tableros compuestos por láminas de abedul y/o abeto, revestidos con una película fenólica resistente al desgaste y a los productos químicos. Sobre ellos se clavan tablillas de madera de pino de 12 mm de espesor, canteada en sus cuatro lados, con corte recto sin machihembras, y a corte de sierra circular sin repasar la superficie. Tras la aplicación de una lechada para rellenar las juntas, se montan los paneles completos con ayuda de grúa.
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Pdf del artículo: Sistema de encofrado industrial con acabado artesanal en el Museo de Colecciones Reales.
Obra: Museo de Colecciones Reales
Arquitectos: Mansilla + Tuñón Arquitectos
Cliente: Patrimonio Nacional.
Colaboradores: Carlos Brage, Rubén Arend, Matilde Peralta, Andrés Regueiro, Clara Moneo, Teresa Cruz, Bárbara Silva, Jaime Gimeno, Stefania Previati, David Nadal, Oscar F. Aguayo, Carlos Martinez de Albornoz, Asa Nakano, Coco Castillón, Javier González Galán, Mila Moskalenko.
Empresas consultoras: J.G. Asociados, Alfonso Gómez Gaite.
Asistencia técnica: INTEMAC (Roberto Barrios I.C.C. y P.).
Aparejadores: Santiago Hernán y Luis Baena, arquitectos técnicos.
Fecha de concurso: 1999,2002.
Fecha de proyecto: 2003.
Fecha de inicio de las obras: 2006.
Fecha de fin de las obras: 2015.
Superficie construida: 50.000 m².
Presupuesto de Ejecución Material PEM: 150.000.000 euros
Emplazamiento: Palacio Real, Madrid, España.
Fotografías: ©Luis Asín
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Publicado: Sep 17, 2017