Rafael Moneo es el arquitecto español más laureado. El último galardón recibido ha sido el León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia a la Trayectoria profesional, y con este motivo hemos querido ofrecer un recorrido por los momentos más destacados de su trabajo, razones de su reconocimiento internacional, encargando el texto al catedrático Antón Capitel, que fuera alumno de Moneo y cuya obra ha estudiado y conoce en profundidad.
José Rafael Moneo Vallés (Tudela, Navarra, 1937) estudió Arquitectura en la Escuela de Madrid, en la que fue discípulo del gran historiador Leopoldo Torres Balbás y, sobre todo, de Francisco Javier Sáenz de Oíza, con quien trabajó siendo alumno durante dos años y medio. Acabó la carrera en 1961.
Fue a visitar a Alvar Aalto a Finlandia. Trabajó con Utzon (1961-62) cuando éste desarrollaba la Ópera de Sidney. Ganó el Premio de Roma y estuvo pensionado en la Academia Española de San Pietro en Montorio (1963-1965). Volvió a España y fue profesor de Análisis de Formas; y, después, de Proyectos. Javier Carvajal, entonces Jefe de Estudios de la Escuela, le destinó para formar parte del equipo que debía cumplir, con el Plan Nuevo (de 1964), una también nueva idea de Escuela, que se basaba en incorporar igualmente a Javier Feduchi, Antonio Fernández Alba, él mismo (con Juan Daniel Fullaondo) y Francisco Javier Sáenz de Oíza.
La línea, aunque cumplida, se frustró enseguida, pero Moneo fue una revelación, despertada sobre todo cuando ganó brillantemente la Cátedra de Elementos de Composición, en 1970, y fue destinado a Barcelona. Tenía 33 años. Allí agrupó a los profesores jóvenes más prometedores, y fue el alma de la Escuela durante 10 años, hasta que en 1981 volvió a Madrid como catedrático de Composición; y luego se fue de Decano a Harvard.
En 1974 participó en la fundación la revista barcelonesa “Arquitecturas bis”, en compañía de Oriol Bohigas, Federico Correa, Manuel de Solá-Morales, Lluís Domènech, Tomás Llorens y Heliodoro Piñón y dirigida por Rosa Regás. En ella publicó numerosos artículos hasta el final de la revista en 1985.
En los años sesenta desarrolló algunas obras que tanteaban, por muy diversos caminos, la arquitectura “orgánica”, iniciado en ella con Sáenz de Oíza en el edificio “Torres Blancas”. Puede destacarse entre ellas la Casa Gómez Acebo, desgraciadamente derribada. De 1968 a 1973 realizó el Edificio Urumea, en San Sebastián (con Marquet, Unzurunzaga y Zulaica), culminación de su primera etapa, y que pasó al principio algo inadvertido.
Edificio Urumea en San Sebastián. © Michael Moran.
Se trataba de construir media manzana de viviendas en el ensanche de San Sebastián, frente al río Urumea, en unos tiempos que no parecían propicios a los ensanches –piénsese en Torres Blancas de Oíza y en el edificio Girasol, de Coderch, ambos en Madrid y ajenos, incluso el Girasol, a la idea del ensanche–, pero Moneo y sus compañeros demostraron que sí lo eran. Podríamos decir que, acometiendo de frente el encargo, se propuso una planimetría de edificio con patio de manzana, de viviendas que van de calle a patio, dotadas de uno pequeño y propio, y dibujando una disposición modélica, la mejor de toda España, Cataluña incluida, y contando los siglos XIX y XX. Una lección sobre la disposición planimétrica de la manzana tan acertada y atractiva que se admiró y siguió en la enseñanza de la Escuela de Madrid desde los años 70.
Planta Edificio Urumea, San Sebastián.
Edificio Urumea en San Sebastián. © Michael Moran.
Y una fachada sensacional, digna de asomarse al río Urumea y de verse desde su propia calle o desde la ribera del frente. Dos esquinas sobrias y continuas, de composición apaisada, flanquean una “melodía” de “fenêtres en longueur”, dispuestas en miradores curvos de distintos tamaños, cerrados con piedra amarilla, y en un encendido homenaje a la ciudad de San Sebastián. Esta fue, digamos, su primera gran obra maestra.
Pero la segunda llegaría enseguida: Ramón Bescós le pidió su colaboración para realizar la sede de Bankinter1 en el Paseo de la Castellana, esquina a la calle Marqués de Riscal, en Madrid (1972-1976). Era un terreno que contenía un pequeño palacete decimonónico del arquitecto Álvarez Capra, y aunque en aquel momento los edificios de la ciudad no estaban protegidos, Moneo y Bescós buscaron una solución que permitiera construir lo necesario sin derribarlo.
Sede de Bankinter en Madrid. © Michael Moran.
Así surgió un edificio frontal, aunque escondido a medias por el palacete, y que sólo puede ser visto completo en escorzo. La linde medianera era sólo parcialmente tal, por lo que el edificio pudo apoyarse en ella con las circulaciones verticales, pero separándose en el resto, y configurando así una planta singular, que se adelgaza al aproximarse a la calle, formando una suerte de proa, que recuerda al edificio de Moretti en el Corso Italia de Milán. La fachada, frontal, pero convenientemente escalonada, se adelgaza mucho en uno de sus extremos, y en ella se propuso una ordenada composición, asimétrica, de pequeños huecos a marco real en la parte baja y ancha, y de grandes huecos, unidos en uno solo, en la estrecha y alta. Un ladrillo especial –el mismo que el del palacete– ayudaba a cuidar las estudiadas y escalonadas jambas de estos huecos. Y a lograr que esta gran fachada, parcialmente oculta por el palacete, se presentara a la Castellana como una sumatoria de dos “personajes”.
Sede de Bankinter en Madrid. © Michael Moran/OTTO.
En la planta baja, un suelo de granito prepara el soporte horizontal en el que el edificio, como un objeto, ha de posarse. La gran fachada abre en su extremo estrecho dos grandes huecos, convirtiéndose en un soporte, y presentando el acceso en forma diagonal. Un volumen independiente en planta baja, curvado para acomodarse al trayecto hacia el garaje, aloja la sucursal bancaria y sirve también de asiento al volumen principal.
Aalto, Sullivan, Rossi, Venturi…, el edificio de Cabrero de los Sindicatos…., la edificación madrileña de ladrillo…., no son “citas”, sino instrumentos de proyecto, fértiles y operativas, sabiamente combinadas. El edificio, a pesar de su pequeño tamaño, tuvo mucha influencia en la arquitectura española, madrileña y no madrileña, que cambió, después de él.
Dos personajes, uno más alto, detrás y con grandes ojos, probablemente masculino; y otro delante, más bajo, probablemente femenino a juzgar por sus adornos, miran lo que pasa por la Castellana,… acaso algún desfile, o una carrera…
En 1976, Moneo fue profesor en Estados Unidos. De 1973 a 1977 había realizado las viviendas en el Paseo de La Habana, en Madrid. En 1979 ganó el concurso para la ampliación del Banco de España, que planteaba la continuidad formal con el nuevo edificio, y que no se realizó hasta 2006. De 1980 a 1985 fue catedrático de Composición de la Escuela de Arquitectura de Madrid, compatibilizando esta actividad docente con las realizadas también en las universidades de Princeton y Harvard. Realizó el Ayuntamiento de Logroño, de 1973 a 1981.
Ayuntamiento de Logroño. © Michael Moran.
En 1984 ganó el concurso para la ampliación de la Estación de Atocha, en Madrid. En 1985 fue nombrado Decano de la Graduate School of Design de la Universidad de Harvard, cargo que tuvo hasta 1990, permaneciendo luego como catedrático titular de la Sert Professorship.
En 1982 proyectó su tercera gran obra maestra, el Museo Nacional de Arte Romano en Mérida (Extremadura), finalizado en 1986. Trataba éste de cumplir dos misiones conjuntas, proteger y cubrir una importante manzana arqueológica –parte de la Emerita Augusta romana, convenientemente excavada por los arqueólogos– y realizar encima un nuevo Museo de Arte Romano, para poder abandonar una primitiva y precaria ubicación.
Museo Nacional de Arte Romano en Mérida. © Michael Moran.
Para ello, Moneo dividió el edificio en dos partes, una a cada lado de los restos de una calzada romana, allí conservados. La parte pequeña, hacia la esquina de las dos calles, se planteó como acceso y como alojamiento de los usos de oficinas y de servicios. La parte trasera –conectada por un “puente” con la delantera– es la propiamente museística. Como la cota del terreno arqueológico está muy baja con respecto a las calles, podía construirse una cripta que alojara y protegiera la arqueología, y que formara una suerte de basamento sobre el que se construiría el Museo.
Museo Nacional de Arte Romano en Mérida. Axonometría seccionada.
Con el fin de poder respetar mejor el suelo arqueológico, se construyó el espacio del Museo mediante una serie de muros paralelos, transversales al terreno, realizados “a la romana” –esto es, de hormigón en masa encofrado con ladrillo-, de modo que éstos pudieran convertirse en soportes puntuales y en trozos de muro en la cripta, variando su posición y tamaño de uno a otro muro para evitar “pisar” los elementos arqueológicos importantes.
En el espacio de arriba, se propuso que los muros alcanzaran una altura muy grande, suficiente para descargarlos con un gran arco, de la misma dimensión que el Arco de Trajano, conservado en la ciudad2, y crear así un gran espacio continuo, a la manera romana, en bastante medida ilusorio, pues los arcos hacen “ver” una gran bóveda que en realidad no existe, pero que trasmite de inmediato la evocación de la arquitectura romana, o de lo que recordamos y tenemos por ella. Los muros se prolongan, casi continuos, hasta el final del terreno, dotando de las paredes en las que exponer los diversos objetos. Los espacios entre muros se iluminaron cenitalmente.
Esta disposición de muros paralelos es, en realidad, un gesto propiamente moderno. También es moderna la decisión tajante de construir un suelo del museo con losa de hormigón, formando un plano absoluto que sirve de techo a la cripta, y que separa visual y físicamente ambos espacios, sin que se relacionen entre sí más que por medio de las circulaciones y del parentesco figurativo. En el Museo, y de este plano hacia arriba, la libertad para realizar la forma espacial. En la cripta, desde este plano hacia abajo, la condición diversa del suelo arqueológico y de sus objetos.
Decisiones modernas al servicio de un espacio escenográfico, de “ilusión” romana. Pero además de la construcción y de esta ilusión, también es romano el hecho de realizar un muy impactante espacio interior que desde fuera no puede ser adivinado. El exterior, sobrio y repetitivo, elegante y austero, no permite esperar el espectáculo espacial, que actua así como una sorpresa.
De 1982 a 1987 realizó la sede de la Previsión Española en Sevilla, un edificio en el casco antiguo, e inmediato al río y a la Torre del Oro, que sirvió para dar la medida de una arquitectura moderna capaz de adecuarse felizmente con la ciudad tradicional. De 1983 a 1988 realizó el Banco de España en Jaén, uno de los ejemplos de la arquitectura como “forma compacta”, un método que le ha sido muy propio.
Edificio de Previsión Española en Sevilla. © Michael Moran.
De 1987 a 1993 realizó en Barcelona el edificio L´Illa Diagonal, con Manuel de Solá-Morales. Un edificio de hotel, oficinas, viviendas y comercio, realizado en una gran manzana de forma irregular, y con un frente inmenso hacia la Gran Vía Diagonal: un “rascacielos horizontal”, en definitiva. Como en los rascacielos convencionales –los verticales– el problema principal es el aspecto: la forma del “gigante”, la práctica de una escultura monumental.
Edificio L´Illa Diagonal en Barcelona. © Michael Moran.
Para ello se dispuso una composición de masas volumétricas, mediante un doble escalonamiento, plásticamente muy eficaz, pero acompañado de una composición de huecos austera y repetitiva. El escalonamiento principal y visualmente más obvio es en altura: el edificio es más bajo en su centro y crece hacia los extremos, pero en manera desigual. Un segundo escalonamiento, no tan notorio, pero extraordinariamente eficaz para matizar y completar la volumetría, es el de los planos de la fachada más o menos retranqueados con respecto a la alineación de la calle.
Edificio L´Illa Diagonal en Barcelona. © Michael Moran.
La combinación de estos dos instrumentos, sofisticadamente estudiada, es de un efecto volumétrico tan acertado y plástico como poco llamativo. Pues el fuerte atractivo del volumen se impone extraordinariamente sin advertirlo del todo. Se completó con el cambio de la piedra en el zócalo, más oscura, y también escalonado; y con los escaparates acristalados. Además, con el contraste de los paños ciegos de los remates finales frente a la cadencial composición de los cuadrados y cuidados huecos, y con la estratégica y feliz situación de los altos huecos gigantes.
De 1989 a 1992 realizó la adaptación del Palacio de Villahermosa en Madrid para Museo Thyssen-Bornemisza. El Colegio de Arquitectos de Tarragona se realizó en 1983-1992. En 1992 el Gobierno de España le otorgó la Medalla de Oro de las Bellas Artes.
Realizó el Museo para la Fundación Pilar i Joan Miró en Palma de Mallorca (1987-1992). Es éste un edificio que huye del entorno inmediato y se refugia en sí. Y es también propio del uso de un método basado en el reconocimiento de una doble naturaleza en la arquitectura de un mismo edificio.
Museo para la Fundación Pilar i Joan Miró en Palma de Mallorca. © Michael Moran.
En efecto, el programa de auditorio, oficinas, servicios, se lleva a un pabellón rectilíneo y de tres plantas, que sirve de directriz para el acceso, situado al fondo de este pabellón de carácter racionalista, esquina o rótula donde las dos partes se conectan, y donde surge así el pabellón propiamente museístico, de una sola planta con gran altura e iluminación cenital, y de una planimetría informalista e “irracional”, fuertemente plasticista, que se ilumina mediante frentes con grandes celosías de hormigón y cierres de alabastro, y que tan sólo dejan ver el inmediato jardín. Una analogía formal con las “irracionales” formas del pintor.
Museo para la Fundación Pilar i Joan Miró en Palma de Mallorca. © Michael Moran.
El mecanismo de unidad entre estas dos piezas geométricamente tan opuestas es sobre todo el del material y su color, un atractivo hormigón ocre claro, que construye grandes celosías también comunes a los dos pabellones. Variedad y unidad, una consigna clásica ejercida aquí en una versión moderna muy acentuada y lograda.
El método de la forma compacta, ensayado en el Banco de España en Jaén de la mano de una consideración del edificio como “caja fuerte” gigante, se presentó de nuevo en un pequeño y afortunado ejercicio museístico, la ampliación del Museo Davis y Centro cultural del Wellesley College (Wellesley, Mass., EE UU, 1989-1993).
Pero hay aquí también otro método, el que podemos denominar la “composición por partes”, y entre las tres que constituyen el edificio se encuentra la principal y más notoria por su tamaño en la que se aplicaron los principios de la “forma compacta”. Es interesante comprobar cómo la complejidad inherente en tantas arquitecturas exige muchas veces la presencia de dos métodos distintos, del mismo modo que inmediatamente antes hemos visto la necesidad de dos “naturalezas” arquitectónicas diversas.
Ampliación del Museo Davis y Centro cultural del Wellesley College. © Michael Moran.
Así, pues, el volumen propiamente museístico se presenta como un volumen compacto y unitario, que interiormente encierra un complejo y atractivo espacio, no convencional, muy relacionada en sus diferentes alturas e iluminado mediante luz cenital. La complejidad de este interior no se representa fuera, aunque la simplicidad de su geometría invite a dotarla de rasgos figurativos que la animen convenientemente y en el que los materiales y sus colores juegan un importante papel.
El edificio para el Auditorio y Palacio de Congresos en San Sebastián (1990-1999), el Kursaal, llamado así en recuerdo el viejo Casino, fue objeto de algunos concursos no tan convincentes como para ser realizados, hasta que el último concurso restringido dio el triunfo a la solución de Rafael Moneo, que sí se ha construido, constituyendo otra de sus grandes obras maestras.
Ya se habrá notado el método general de Moneo: aplicar su talento y su gran conocimiento de la arquitectura a la índole de cada encargo, a las circunstancias de cada ocasión. El lugar, el programa y el carácter fueron siempre los términos que hacían surgir los instrumentos de proyecto a aplicar en cada caso. Como las obras anteriores ya han revelado, se trata así de un verdadero y acertado ecléctico, y ello tanto en relación a las diferencias entre cada obra como a la combinación de instrumentos diversos en cada una de ellas.
Auditorio y Palacio de Congresos en San Sebastián el Kursaal en San Sebastián. © Michael Moran.
Sin duda fue esta actitud la que le hizo ganar el concurso del Kursaal, al plantear en ese terreno marítimo, en el límite del ensanche y ya fuera de los principios de éste, un edificio que resuelve en su gran basamento todos los usos complementarios del programa, y que le sirve también para adecuarse a la alineación de la calle, ocupando con él el terreno; mientras los usos protagonistas –los principales– se llevan a unos paralelepípedos rómbicos, autónomos y exentos, cristalinos, que aparecen al modo de rocas vítreas, y que acompañan en su libertad a la que alcanza el basamento en su borde marino.
Cuatro cosas más a destacar en esta tan cualificada y atractiva obra. La primera, que, al ser las paredes de los paralelepípedos rómbicos acristalamientos dobles, llevan la iluminación en su interior, de modo que los amplios foyeres de estos edificios se iluminan así sin necesitar aparatos complementarios. Además, y en la noche, los volúmenes de los auditorios brillan con su luz propia, tal y como si fueran astros varados.
Auditorio y Palacio de Congresos en San Sebastián el Kursaal en San Sebastián. © Michael Moran.
La segunda es relativa al tamaño. Los volúmenes vítreos no parecen desde fuera muy grandes, pero cuando se entra en su interior –dentro de los auditorios–sorprende lo muy amplio de éstos. Como los citados volúmenes están sobre el basamento de servicios y penetran en realidad en él, sus interiores tienen en realidad más tamaño del que aparentan. Es ésta una cualidad muy significativa y apreciable de los buenos edificios: apariencia exterior no muy grande e interior real muy dilatado.
La tercera es un detalle: la forma del acristalamiento vítreo es muy estudiada y su perfil es figurativo y atractivo, pero, como pasa con las molduras clásicas, su perfil no se aprecia en las grandes vistas frontales que lo caracterizan. Ahora bien, como pasa también con las molduras, este perfil se manifiesta en las esquinas; esto es, al cruzarse entre sí los perfiles. Todas las esquinas de los dos volúmenes vítreos muestran pues sus perfiles de curvas repetidas, revelando parte de la configuración del muro cristalino y muy concretamente su forma externa.
La cuarta es relativa al carácter. Podría esperarse que un edificio que podría tenerse por “tecnológico” en vista de la importancia de sus cerramientos vítreos, tendría que tener un interior en el que la figuratividad debida a la técnica brillase y dominase el ambiente. Pero esto no es así: ya en el interior de los foyeres, la madera de las paredes que cierran los auditorios y algunas otras superficies contrastan con lo “tecnológico” de los cierres vítreos, y cuando entramos en los auditorios, vemos que su ambiente es cálido y cordial, acogedor y nada técnico. Este contraste, esta negativa a seguir aquí ningún principio de coherencia, aumenta la calidad y el atractivo de la obra.
Obra que brilla allí con su magnificencia. Con su extrema originalidad y su gran acierto. San Sebastián, con dos obras cualificadísimas de Rafael Moneo, debía, al menos, dedicarle una importante calle con su nombre.
Aeropuerto de Sevilla. © Michael Moran.
En 1991 inauguró el nuevo aeropuerto de San Pablo, en Sevilla (1987-1991), y obtuvo el primer premio en el concurso internacional para el Palazzo del Cinema en el Lido de Venecia, que no llegó a realizarse. También ganó el concurso para la ampliación del Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo (1991-1998).
Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo. © Michael Moran.
Se trataba de la ampliación de las edificaciones restantes después de la demolición del antiguo museo en la isla de Skeppsholmen. La importancia paisajística de esta isla del archipiélago que preside el encuentro de la ciudad con el mar exigía un control volumétrico muy afinado, lo que se consiguió mediante la división del volumen en elementos fragmentarios, pero formalmente emparentados entre sí para lograr su unidad formal.
Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo. © Michael Moran.
Destacan entre estos elementos las salas de exposición, cuadradas o rectangulares y de distintas dimensiones, que se agrupan en tres volúmenes y que se presentan al exterior como prismas rojizos coronados por elementos de cubiertas a cuatro aguas y con una linterna central. Estos volúmenes pudieron satisfacer las exigencias paisajísticas al tiempo que servían su función.
La calidad del Museo fue tanta que venció el concurso, y sus expectativas se cumplieron de tal manera que al bar restaurante del nuevo museo se le ha llamado Restaurante Kantina Moneo.
Un edificio para alojar un salón de actos y algunos otros servicios fue realizado por Moneo para el Ayuntamiento de Murcia (1991-1998) en la plaza de la Catedral. No se trata de la Casa Consistorial, que está en otro sitio, pero sí de un edificio que representa al municipio y que, como tal, y como propuesta formal nueva, ha de aceptar el reto de convivir con la gran fachada barroca de la Catedral que tiene exactamente enfrente.
Ayuntamiento de Murcia. © Michael Moran.
Esto es, no se trataba sólo de hacer una arquitectura moderna capaz de convivir con la ciudad antigua y con sus monumentos. Se trataba también de representar al poder civil en presencia del religioso, que cuenta allí también con el Palacio Episcopal. Este diálogo entre las instituciones, tan importante en la historia de las ciudades occidentales desde la antigüedad, debía allí ser rescatado.
Para ello se presentó el edificio mediante una fachada compuesta al modo de un moderno retablo. Se trata de un plano nítido y absoluto, rectangular y vertical, pero tratado con una extraordinaria elaboración y refinamiento. El plano se ha revestido de piedra amarilla y comienza abajo macizo y casi opaco, tan sólo cuatro huecos se abren en sus primeros 10 ó 12 metros. Pero, llegado un punto, un gran hueco vertical y mayor que todos, inicia una columnata transparente, compuesta por pilastras de la misma piedra y partícipes del mismo plano, y con unas impostas de hormigón blanco que hacen referencia a los pisos y aluden a un casi desaparecido entablamento.
Ayuntamiento de Murcia. © Michael Moran.
Pues se trata de una suerte de clasicismo moderno, en donde se hace notar el emocionado influjo de Terragni, pero frente a la cúbica voluntad del maestro italiano, las columnatas son libres en un ritmo diverso y complejo. Esto es, no están unas encima de otras, ni tienen siempre la misma altura. La absoluta presidencia del plano de la composición, absoluto e invariable, permite el ritmo diverso de las columnatas, que siguen acaso lecciones musicales, y que se manifiestan como piezas de una composición que homenajea la ciudad antigua y los monumentos presentes, al tiempo que dialoga como poder civil con la hermosa fachada de la autoridad eclesiástica.
Pocas veces podremos encontrar algo tan logrado y exquisito, así como tan consciente de su misión.
En 1993 Moneo tuvo importantes reconocimientos: Premio Príncipe de Viana del Gobierno de Navarra; Premio Schock de las Artes Visuales, de la Fundación Schock y la real academia de Bellas Artes de Suecia. Premio Arnold W. Brunner de la American Academy of Arts and Letters. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Lovaina, Bélgica.
En 1994 fue nombrado Laura ad Honorem de la Facultad de Arquitectura de Venecia. Premio Manuel de la Dehesa por el Museo de Mérida, que se repitió en 1995 por el edificio Diagonal de Barcelona. En 1996 recibió el Premio Pritzker de Arquitectura, la Medalla de Oro de la Academia de Arquitectura de Francia, y la Medalla de Oro de la Unión Internacional de Arquitectos.
En 1997 fue elegido Académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando y Doctor Honorífico del Real Instituto de Tecnología de Estocolmo. En 1998 obtuvo el Premio Internazionale di Architettura Antonio Feltrinelli de la Academia Nazionales dei Lincei de Roma. Y el Premio Kasper Salin al Museo de Estocolmo.
De 1992 a 2000 Moneo proyectó y construyó el Museo de Bellas Artes Audrey Jones Beck en Houston (Texas, EE UU). Fue éste la culminación de su interés por la forma compacta como un importante método al que ya nos hemos referido. Ocupa el edificio una gran manzana y sobre ella se construyó un volumen compacto con sótano y tres plantas de altura. Pero es la última planta la que domina la disposición. Dejando lugar tan sólo para un gran espacio de vestíbulo que une todos los niveles, ésta se configura mediante una yuxtaposición de salas cuadradas de cuatro tamaños distintos, y rectangulares de ocho, que rellenan por completo la superficie y que se comunican entre sí dando lugar a recorridos distintos de carácter voluntario y diverso.
Museo de Bellas Artes Audrey Jones Beck en Houston. © Michael Moran.
Estas salas, rodeadas de muros, se coronan con cubiertas, casi siempre a cuatro aguas, y con lucernarios de formas diversas, aunque, sobre todo, con linternas cuadradas y rectangulares de distintos tamaños. Los muros contienen la estructura y las instalaciones, al tiempo que configuran el espacio con un criterio opuesto al de la “planta libre” y con una “decomposición”3 de la planimetría. Esto es, opuesto en sus principios al contiguo edificio de Mies van der Rohe.
La cubierta hace “explotar” esta forma compacta mediante la aparición diversa y monumental de la pintoresca colección de lucernarios. Ello supone un criterio orgánico, ya que estos lucernarios, como los seres vivos, no cambian de forma cuando cambian de tamaño.
Sea como fuere, el Museo de Houston constituye la expresión más completa de la “forma compacta”, uno de los ideales metodológicos de Moneo y otra de sus grandes obras maestras.
En 1996 ganó el concurso restringido para la nueva Catedral de Los Ángeles (1996-2002). Se sitúa ésta en una gran manzana alargada, rodeada por el tráfico, y colocando el gran templo en un extremo y el pabellón diocesano en el otro, dejando así un gran terreno libre entre los dos.
La catedral, en ligero abanico, acostada sobre un lado y girando hacia el otro –en un gesto “aaltiano” – invierte su forma al presentar la cabecera y los accesos principales hacia el espacio libre y desviando las capillas hacia las naves laterales. Y dispone un espacio exterior y triangular, al modo de un atrio lateral producto del giro, donde situar la torre del campanario y un acceso por los pies.
Nueva Catedral de Los Ángeles. © Michael Moran.
Pero el espacio interior es lo más importante y para él se disponen los medios formales más extremos, en una intención que podríamos llamar “neobarroca” por su complejidad: tanto la planta como la sección longitudinal y las transversales obtienen con sus formas diversas esta intensa complejidad. Que logra, de hecho, un atractivo espacio interno, valorado por la luz, y un moderno y monumental volumen externo.
Moneo se midió aquí con lo más alto de la historia de la arquitectura y es probablemente acertado que debamos admitir que lo hizo a la altura de dicho reto. La diversidad de sus grandes temas se completó con éste, tan tradicional, tan inesperado y tan importante.
En 1998 ganó el concurso para la ampliación del Museo del Prado. En 1999 terminó el Auditorio de Barcelona y recibió el Premio Creu de Sant Jordi, también en Barcelona. En 2001 recibió el Premio de Arquitectura Mies Van der Rohe por el Kursaal de San Sebastián.
Auditorio de Barcelona. © Michael Moran.
En 2002 terminó la residencia del embajador de España en Washington y fue nombrado Doctor Honoris causa por la Politécnica de Lausanne. En 2003 recibió la Medalla de Oro del RIBA.
Residencia del embajador de España en Washington. © Michael Moran.
El segundo concurso para la ampliación del Museo del Prado (1998-2007) fue realizado con unas bases muy restringidas que obligaban a construir un edificio alojando la ruina del claustro de la Iglesia de los Jerónimos y a incluir subterráneamente muchos de los servicios, conectando con dicho pabellón nuevo. Asimismo, se dispuso un programa muy definido. La solución de Moneo partió de volver activo el eje transversal del edificio; esto es, el que se inicia en el acceso de Velázquez, contrarrestando el dominio del eje longitudinal. Para ello se eliminó el Salón de Actos existente –no original– convirtiendo su superficie en un vestíbulo que relaciona la entrada principal con el gran vestíbulo nuevo y trasero, sistema de circulación que ordena el edificio con un sentido unitario.
Ampliación del Museo del Prado, Madrid. © Michael Moran.
Un patio tras el ábside defiende a éste como el único elemento de Villanueva que se conserva en la fachada trasera. El nuevo vestíbulo, al modo de una suerte de plaza pública, ordena los diferentes servicios que constituyeron la razón de ser de la ampliación. La condición subterránea se resolvió mediante una cubierta convertida en un nuevo jardín urbano de geométrico trazado.
Ampliación del Museo del Prado, Madrid. Antiguo claustro de los Jerónimos. © Michael Moran.
El pabellón construido en torno al viejo claustro de los Jerónimos se proyectó de modo que apareciera como exento, haciendo cualificada compañía a la iglesia y a la contigua Academia de la Lengua, un atractivo edificio. La fachada frontal del nuevo volumen acompaña a la Iglesia aumentando hacia abajo su base y proponiendo una idea de clasicismo moderno, que recoge la importancia que el ladrillo tiene en el edificio de Villanueva –y en el de la Academia-. Y que es otra afortunada inserción de una arquitectura moderna en relación con edificios antiguos, repitiendo en otro modo éxitos como el de Sevilla de la Previsión Mutua o el del Ayuntamiento de Murcia.
De la mano de Moneo, el Museo del Prado recibió al fin los servicios que le faltaban con una cualificada ampliación.
Otros edificios siguieron a éstos. En Pamplona realizó el Archivo de Navarra (1994-2003). En Madrid, el Hospital materno infantil Gregorio Marañón (1996-2003. En Cambridge (Mass., EE UU) el edificio de los laboratorios LISE de la Universidad de Harvard (2000-07). En Riberas de Loyola, San Sebastián, la Iglesia parroquial (2001-2011). En Nueva York, el edificio para Laboratorios de la Universidad de Columbia (2005-2010)….. No podemos explicarlos todos.
Hace todavía pocos días, Rafael Moneo ha sido galardonado con el León de Oro de la Bienal de Venecia.
No es extraño. Es el mejor arquitecto del mundo.
Notas:
1.También los arquitectos vascos le habían pedido su colaboración para el edificio Urumea. Moneo pasó bastantes años en los que sus principales encargos procedías de compañeros, bien para colaborar con ellos o porque se lo encargaban como funcionarios o como parte de la propiedad.
2.Moneo hablaba al respecto de dotar al Museo del orden de las dimensiones de lo que habría sido la Mérida romana.
3.Esta idea de “decomposición” fue acuñada por Peter Eisenman, aunque nunca la demostró en la práctica. Moneo habla del antecedente de Scamozzi con la fábrica Fino en Bérgamo, 1611.
Antón Capitel (Cangas de Onís, Asturias, 1947) es arquitecto por la Escuela de Madrid (1971) en donde fue discípulo de Fernández Alba, Carvajal y Moneo, y fue Rafael Moneo el director de su tesis de doctorado que trataba de la «Arquitectura de Luis Moya Blanco». Capitel es profesor emérito de la Universidad Politécnica de Madrid e Internacional Fellowship RIBA, y es autor de numerosos libros y artículos sobre arquitectura, rehabilitación y ciudad.
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Publicado: Jul 6, 2021