Una casa agrícola del siglo XIX se encuentra abandonada desde hace muchos años, en ruina. La propiedad decide rehabilitarla para evitar su decadencia. Debido al mal estado de la construcción preexistente lo único que se puede conservar son los muros estructurales, el perímetro y un muro central. La intervención consiste en construir el interior de esta preexistencia y la cubierta, manteniendo su aspecto exterior. Para evitar refuerzos estructurales e intervenciones más agresivas, se construye todo el interior en seco, con materiales ligeros, mayoritariamente madera que proviene de la misma isla. La nueva casa, dentro de la antigua casa, se presenta en realidad como un gran mueble protegido por la coraza de los gruesos muros de piedra.
El programa es totalmente abierto, sólo desean poder habitarla, una o más familias. Para facilitar que la vivienda pueda ser utilizada de múltiples formas, se opta por distribuirla en cuatro estancias iguales por planta, situadas en cada una de las esquinas, en cruz. Una homogeneidad de espacios que facilita su ocupación diversa. En el centro se sitúa la cocina, que actúa como divisoria de los espacios y paso a su vez. Sobre la cocina, un gran lucernario ilumina el centro y lo significa. Una escalera móvil comunica las dos plantas pudiendo, gracias a unas poleas y una trampilla, comunicar o separar las dos plantas, dividiendo la casa en dos.
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