El respeto de la nueva construcción por las preexistencias del lugar sin perder por eso la identidad y la posibilidad de crear una arquitectura propia con un lenguaje actual. La riqueza especial que genera el fluido y continuo diálogo del espacio interior con el exterior. Y la armonía del volumen proyectado y como éste se ha adecuado al paisaje en su perímetro. Son valores que se han trasladado y acentuado en las intervenciones que en paralelo a la construcción del nuevo edificio han asumido MX-SI bajo encargo del cliente y en favor de mejorar el resultado del conjunto. En concreto, ante la oportunidad de unir el museo, situado en un parque a orillas del lago Melasjärvi, con la isla Taavetinsaari y lograr un natural incremento del espacio expositivo exterior, se ha realizado la construcción de un puente que unifica ambas áreas.
Una estructura sencilla, singular y alineada a la apariencia formal y conceptual del proyecto inicial que aporta nuevos usos. Un elemento que cohabita con la disposición de obras en el paisaje, intervención que junto a la señalética del edificio también ha sido supervisada por el estudio MX_SI.
La Fundación Serlachius se creó en 1933 con el propósito de cuidar y mantener la colección de arte recopilada por Gösta Serlachius (1876-1942), propietario de una de las industrias papeleras más importantes de Finlandia. Actualmente, el museo exhibe valiosas obras que abarcan los distintos periodos de la escena artística finlandesa, desde las propuestas más antiguas hasta la prolífica Edad de Oro, el modernismo y la creación más contemporánea. Así como la exposición SuperPop! comisariada por Timo Valjakka y que recoge obras clásicas del Pop americano y finlandés.
Como punto de partida, el lugar se entiende como una gran lámina verde en la que se percibe imponente, en su parte más alta, la figura monolítica de la Manor House Joenniemi. Un paisaje que junto con la antigua casa compone un patrimonio de relevancia cultural para los habitantes de Mänttä y la familia Serlachius. La estrategia del proyecto consiste en establecer un diálogo entre lo nuevo y lo existente situando la nueva construcción de tal manera que Joenniemi siguiera teniendo el protagonismo, y que al mismo tiempo el nuevo museo no perdiera la oportunidad de manifestar su carácter y presencia contemporánea. La solución fue disponer el nuevo volumen de manera paralela al eje establecido entre la casa, el jardín y el lago. Se creó una plaza de acceso al conjunto, en la que la casa Joenniemi continúa dominando las vistas de la zona, y a medida que el terreno desciende y se aproxima a la zona de lago el nuevo edificio gana altura y una mayor presencia. El proyecto se conceptualiza como un bosque abstracto y denso. Un bosque que se representa y se traduce en una serie de marcos paralelos de madera que definen la geometría y estructura del nuevo edificio. El patrón de marcos estructurales se construye con madera laminada de abeto ya que es un material abundante en la zona y a su vez hace referencia histórica de la industria local.
En su exterior, el edificio se presenta con una serie de montantes verticales que siguen y enfatizan el ritmo de la estructura interior. Entre los montantes se diseñó un sistema de fachada ventilada de lamas de madera de abeto que se torsionan independientemente hasta el límite tectónico del propio material, consiguiendo así un efecto de textura tridimensional que varía a lo largo de todo el alzado. La idea de fachada considera también el efecto del paso del tiempo de un material vivo como la madera, por lo que se ha decidido añadir un tono dorado semitransparente a todos sus elementos. De esta manera durante los primeros años el edificio mantendrá una imagen homogénea que se irá desvaneciendo a favor de conseguir los buscados tonos plateados que caracterizan a esta madera cuando envejece.
Para disminuir el impacto visual de una gran edificación en un entorno tan sensible, el edificio busca su descomposición en fragmentos de menor tamaño. El volumen se ve interrumpido por ciertos cortes, o incisiones de geometría irregular, que se recubren con una superficie de vidrio reflectante. El resultado de estas incisiones es la percepción de espacios de espejos infinitos, como puertas o pasajes de bosque que ópticamente subdividen transversalmente el edificio.
En su interior, el edificio se organiza en continuidad con el recorrido que se inicia desde el exterior. Dicho recorrido se ve invadido por repentinas y sorprendentes entradas de luz provocadas, principalmente, por las incisiones en el volumen del edificio que ofrecen asimismo vistas al exterior.
Estas invasiones transforman lo que hubiera sido un recorrido lineal en uno emocional, gracias al ritmo de la repetición constante de los marcos estructurales y a las interrupciones que permiten que los espacios exteriores penetren en el interior del edificio.
Técnicamente, este proyecto representa uno de los primeros ejemplos de edificios públicos de gran escala que ha sido construido con estructura, cerramientos y acabados de madera en Finlandia. A pesar de la estricta normativa de incendios, fue posible dejar visibles los marcos estructurales
de madera en el interior de todo el edificio. Era importante evitar recubrir la estructura para percibir la suave textura del material y la superficie curvada del techo acentuada por el ritmo constante de las vigas.
Dicha estructura también fue diseñada para dotar de mayor flexibilidad los espacios interiores a la hora de plantear futuras exposiciones. Se han dejado los apoyos en los extremos liberando así de elementos constructivos las partes centrales de las galerías y se han calculado los marcos para que sean capaces de sujetar piezas de arte de gran escala incluso colgadas de las vigas de cubierta.
A medida que el parque fue formando parte principal del recorrido emocional y de la experiencia del visitante del museo, el proyecto intervino también en los exteriores a una escala mayor. Se renovaron e introdujeron nuevas zonas verdes, se diseñó el puente que conecta el parque con la isla Taavetinsaari y se intervino en la localización de nuevos elementos de arte en el paisaje, como las esculturas de Harry Kivijärvi, obras que a su vez plantean un nuevo diálogo con el museo y con el entorno natural donde se encuentra.
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