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La casa se encuentra entre medianeros. Se haya inserta en una manzana, en un lote estrecho y profundo sobre una losa existente. Lo que se persigue es dialogar con esas situaciones y construir sutilmente una relación entre el afuera y el adentro.
Si el mundo está hecho de correspondencias, la casa lo asimila y busca generar conexiones con su entorno. Ubicada de oriente a occidente y localizada en Bello, en un barrio obrero que se ha densificado, la casa parece estar sincronizada con la luz que la invade; el ritmo vital del lugar está en una suerte de armonía con las horas del día. Se pretende conformar el espacio a partir de técnicas constructivas propias del lugar: generar patios que hablen de la relación con la vegetación de las casas tradicionales del barrio; crear variaciones en la sección para generar particularizaciones espaciales; propiciar nichos en los muros gruesos (que hacen pensar en la huella del habitar en un muro cuyo medianero se ha demolido); jugar con los vacíos interiores, con el balcón (referencia al antejardín), con la mampostería y a la par experimentar con la idea de tiempo reflejada en una atmósfera relacionada con la luz, el patio, la fachada.
Se pretende, a partir de la utilización de los materiales de una forma franca, orientar la mirada hacia la constitución original de la materia, hacia los conceptos iniciales de la arquitectura que hablan de la proporción, la luz y el aire.
A la casa entran las imágenes y las ideas del mundo que ésta permite y esto se ve materializado de forma tangible en el material de la fachada frontal, el cual diluye la imagen del exterior, alejándola y ocasionando extrañamiento visual hacia la vegetación del balcón y las situaciones cotidianas barriales.
Partiendo de la idea de profundidad se desarrolla la espacialidad total. La casa desplaza los muros hacia los costados, originando el espacio central —el vacío— para así proporcionar lugares continuos en los se presenta la vida cotidiana.





