Recapacitemos. Por qué es necesaria una construcción circular y cómo abordarla

David Juárez Latimer-Knowles y David Bravo Bordas

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"Recapacitemos" es el título del artículo que expone la experiencia de un equipo –Straddle3– que observa el planeta, la arquitectura y las personas y propone cambiar el paso para que el mundo no se convierta en el vertedero que se representa en la película WALL-E. En sus obras pone en marcha programas de ‘recapacitación’ de objetos y de personas, pero el objetivo es convertir la reutilización en algo masivo y sistemático, y la colaboración y creación de plataformas de información y distribución como GRRR – expresivo acrónimo de ‘Gestión para la Reutilización y Redistribución de Recursos’– son vitales para escalar la propuesta y que se presente como una solución real para el planeta, la arquitectura y las personas.

Recapacitemos

En agosto de 2022, Nature publicó un artículo titulado Human-made mass exceeds Earth's biomass. En otras palabras, la revista científica anunciaba que el peso de todos los objetos artificiales ya supera al del conjunto de los seres vivos. Dando por sentado que la masa edificada representa buena parte de la producción humana, sería de esperar que un dato tan abrumador tuviera algunas repercusiones en el sector de la construcción. En nuestra opinión, no basta con construir «mejor». Esta opción podría limitarse a blanquear el actual ritmo de la actividad edificatoria mediante soluciones supuestamente innovadoras que alardean, sin acabar de demostrarlo, de reducir sus impactos en el clima, en la biodiversidad o en la disponibilidad de agua, energía, alimentos y materiales. Así pues, quizá también sea necesario construir menos. Y la forma más sensata de conseguirlo no es otra que destruir menos. La receta no es nueva. Consiste en aprovechar las sobras, en entenderlas como recursos y no como residuos. Algo que no tuvieron más remedio que practicar cotidianamente todas las generaciones anteriores a la segunda mitad del siglo XX. A partir de entonces, la abundancia energética proporcionada por los combustibles fósiles y el aumento exponencial de la producción industrial desataron a la bestia de la sociedad de consumo.

Y la bestia sigue bien desatada, tan ávida de novedades como desdeñosa de cualquier preexistencia; tan adicta a la obsolescencia programada como a los enseres de un solo uso. De manera sistemática, desprecia objetos y personas por considerarlos caducos, desfasados, anticuados. Por ello los desaprovecha, los incapacita, les niega cualquier valor, utilidad o sentido. A su modo de ver, serán siempre reemplazables y desechables porque el mundo es a la vez una fuente inagotable y un desguace sin fondo. Indiferente a los límites biofísicos del planeta, se excita acelerando el flujo entre lo extraído y lo vertido. La idea del más mínimo reflujo le parece un atraso porque, desde su neofilia obsesiva, ve sucio todo lo viejo y limpio todo lo nuevo. Pero la realidad, por supuesto, es todo lo contrario. Hoy ya son demasiadas las evidencias del punto de no retorno al que conduce este disparate. Lo expresa magistralmente la película WALL·E, que retrata el mundo entero como un vertedero yermo y deshabitado. Quizá haya llegado la hora de recapacitar. Y más allá de detenerse para volver a considerarlo todo, se nos ocurre que este verbo podría usarse para devolverle a objetos y a personas muchas de las capacidades que les son negadas. Vayamos por partes, de lo pequeño a lo grande.

Recapacitar objetos

«Recapacitar objetos» consistiría en reconocer su capacidad de seguir siendo útiles o significativos. Una forma de hacerlo es repararlos para restablecer sus funciones o sentidos originales. Lo hacen el fontanero o el chamarilero. Otra muy distinta es mantenerlos intactos, pero atribuirles nuevos usos o significados con un simple cambio de contexto. Lo consiguió Marcel Duchamp al exponer su famoso urinario como pieza artística. Incluso es posible manipularlos sin complejos para que se conviertan en algo totalmente distinto, sin dejar de ser lo mismo. Josep Maria Jujol logró que este tránsito fuera desde lo mundano hasta lo excelso al convertir una bombona sulfatadora en el sagrario de una iglesia. En Straddle3, nos reconocemos en todas estas actitudes. Hurgamos con avidez en almacenes, en chatarrerías, en desguaces y en aceras para reutilizar todo tipo de objetos y materiales. Preguntamos en los derribos, en las obras de construcción o en el desmantelamiento de ferias y congresos para conseguir lo que ya nadie quiere, regalado o a precio de ganga. «Recapacitamos» encofrados, listones, tableros, paneles, marcos, cristales, vallas, poleas, bicicletas, estructuras, contenedores, depósitos, farolas o semáforos. Mientras otros dan por terminada su vida útil, nosotros los resucitamos.

A menudo aplicamos la lógica del fontanero. Es decir que saneamos, enlucimos, recortamos, enderezamos o reparamos objetos usados para reutilizarlos sin alterar su función original. En 2008, por ejemplo, empleamos la reutilización sistemática, desde el mismo arranque del proyecto arquitectónico, para levantar la sede temporal de una asociación cultural en Torelló. El equipamiento, llamado Nautarkía, necesitaba un par de residencias para artistas y una sala polivalente donde celebrar eventos. El uso de listones de madera desechados en otras obras, de carpinterías y vidrios rescatados del desguace municipal, de tableros sobrantes del desmontaje de una feria o de paneles sándwich de segunda mano nos permitió que el presupuesto final se quedara en unos cuatrocientos euros por metro cuadrado, una tercera parte de lo habitual en Cataluña. Incluso rescatamos del olvido un par de viviendas prefabricadas de un barrio transitorio de Zaragoza con el fin de alojar a los artistas residentes, gracias a una audaz iniciativa de nuestro querido Santiago Cirugeda.

Nautarkía, Sant Pere de Torelló (2009). Straddle3, con la colaboración de Recetas Urbanas y Asociación Vidajoc. Fotografía: Straddle3.

Otras veces, seguimos la fórmula de Duchamp y sacamos de contexto «objetos encontrados» —lo que él llamaba objets trouvés o ready-mades— para conferirles nuevas aplicaciones. Lo hicimos en Badalona, en 2011, al fabricar un carruaje a base de bicicletas cedidas por vecinos y de vallas de obra municipales. Se trataba de un dispositivo portátil que daba apoyo a las reivindicaciones vecinales del barrio de El Gorg. Los vecinos solían congregarse en un descampado donde el Ayuntamiento había prometido construir varios equipamientos, promesa incumplida desde el estallido de la crisis inmobiliaria. Bautizado como «Codi7» —el código con el que el planeamiento urbanístico designa los equipamientos—, el carruaje se instalaba en el solar cada vez que había movilizaciones. Allí se convertía en un equipamiento provisional y versátil que funcionaba como bar y cocina durante las comidas populares, como biblioteca de libros compartidos para entretener a los niños, como púlpito desde donde arengar a los manifestantes o como punto de información sobre los avances del proceso urbanístico y ventanilla de recogida de quejas y propuestas vecinales. Las bicicletas, soldadas entre sí, facilitaban el desplazamiento del vehículo, mientras que las vallas de obra constituían el bastidor de la carrocería donde se acomodaban los usos mencionados. Tanto unas como otras estaban claramente a la vista y prácticamente intactas porque, más allá de su nueva utilidad, tenían una función simbólica. Su misión era representar la informalidad del apaño casero para ensalzar la fertilidad del empoderamiento vecinal frente a la inoperancia del aparato institucional.

Codi7, Badalona (2011). Straddle3 y Todo por la Praxis. Fotografía: Straddle3.

Ocasionalmente, incluso seguimos la estela de Jujol al manipular objetos sin contemplaciones para que transiten de lo anodino a lo festivo. El juego consiste en descubrir algo extraordinario en las cosas ordinarias. Es el caso de los Wikitankers que fabricamos en Vic en 2011. Se trataba de inyectar vida a los típicos contenedores callejeros donde arrojamos la basura de nuestras casas. Curiosamente, estos dispositivos sobre ruedas son las únicas criaturas realmente móviles dentro del reino del mobiliario urbano. El resto de muebles están inmovilizados, estrictamente fijados al suelo por razones de seguridad, es decir, para dificultar que la gente se apropie del espacio público de maneras poco ortodoxas, contraindicadas por las ordenanzas municipales. Pues bien, aprovechando esta peculiaridad, recuperamos algunas unidades retiradas de la vía pública para satisfacer las necesidades de la asamblea local del 15-M a la hora de tomar las calles. Las recortamos, les añadimos componentes y las convertimos en dispositivos que facilitaban una apropiación comunitaria, espontánea y festiva del espacio público. A tal efecto, uno de los contenedores se convirtió en el Infotanker, punto de información sobre las reivindicaciones políticas y las actividades programadas. Otro, bautizado como Gastrotanker, dio lugar a una cocina abastecida por el Agrotanker, un huerto portátil de hortalizas y plantas aromáticas. El Barratanker contenía un bar como dios manda, mientras que el Mediatanker proporcionaba el soporte técnico necesario para pinchar música u ofrecer charlas y conciertos.

Wikitankers, Vic (2011). Straddle3 y Todo por la Praxis, 2011. Fotografía: Straddle3.

Una de las lecciones que pueden extraerse de este tipo de experiencias es que los objetos a reutilizar proceden de dos situaciones antagónicas. A veces surgen de la serendipia, es decir, del acto de encontrar algo sin estar buscándolo. Como hallazgos inesperados, no se puede contar con ellos sobre el papel, durante la fase de proyecto. Aparecen sin previo aviso y solo sirven si uno tropieza con ellos en el momento adecuado y con la inspiración suficiente para saber cómo incorporarlos a algo que ya está en marcha. Como ejemplo de ello, nos vienen a la cabeza los báculos de semáforo que encontramos casualmente en 2015, en Santa Coloma de Gramenet, y que reutilizamos como armazón de una pérgola en el parque de deportes urbanos de La Santa. En ese mismo parque, incluso replantamos ejemplares vegetales hallados inesperadamente en solares baldíos o cunetas descuidadas. Así, con ocurrencias a pie de obra y sin mucha premeditación, es como construía muy a menudo el gran Jujol.

Taller de autoconstrucción de pérgola a partir de antiguos semáforos reforzados y chapa recuperada de la valla perimetral en el Parc La Santa, Santa Coloma de Gramenet (2015). Straddle3, con Sergi Arenas. Fotografía: Straddle3.

Pero hay una situación totalmente opuesta. Es lo que ocurre con la reutilización de objetos ordinarios, tan frecuentes y abundantes que puede darse por sentada su disponibilidad. Es posible proyectar contando con ellos, sin haberlos visto ni tocado, hasta el punto de conocer de antemano sus dimensiones, su color, su peso o su resistencia. Son elementos estandarizados como las vallas New Jersey o los contenedores marítimos. Las primeras nos sirvieron de bancos en el skatepark que construimos en Arbúcies en 2012 y probablemente constituirán los cimientos prefabricados de WikiHousing, un edificio de viviendas públicas para jóvenes que estamos proyectando en el barrio del Poble-sec. Con los segundos, hemos trabajado en varias ocasiones, entre las que destacan dos. El APROP de Ciutat Vella fue en 2016 el primer edificio residencial plurifamiliar del estado español basado en la reutilización de contenedores marítimos. Sus viviendas de emergencia se adaptan a las restrictivas dimensiones de los contenedores, que se transportaron y se apilaron empleando los métodos portuarios. Al cabo de un par de años, en un edificio de viviendas dotacionales para jóvenes construido en Caldes de Montbui, aprendimos a separar los contenedores marítimos con crujías de madera contralaminada que permitían disponer de espacios interiores más amplios. En cualquier caso, la reutilización de contenedores marítimos nos permitió en ambos edificios reducir considerablemente la huella de carbono, los plazos de entrega y el presupuesto de ejecución.

SK8+U, Arbúcies, Girona (2012). Straddle3, con Sergi Arenas. Fotografía: Straddle3.

Llegados a este punto, nos parece importante señalar algo que puede resultar paradójico. Cuando subieron en camión por la Rambla y los descargó una grúa en el solar del Barrio Gótico, los contenedores marítimos del APROP de Ciutat Vella tenían un aspecto impresentable. Pese a que su interior ya había sido acondicionado con baños, cocinas y estancias perfectamente terminadas, su envolvente mostraba sin pudor manchas de óxido y los grandes signos que los identifican en el trasiego portuario. De manera comprensible, durante los escasos días en los que permanecieron al descubierto, los contenedores provocaron el escándalo de vecinos y transeúntes, que expresaban sin tapujos su consternación ante tanta fealdad. Los medios y las redes sociales se incendiaron. ¿Cómo era posible que el Ayuntamiento realojara a personas vulnerables de forma tan precaria? El periódico The Guardian recogió la indignación popular dedicándole al edificio el titular «Sardine tins for the poor?» —¿Latas de sardina para los pobres?—. El signo de interrogación no es irrelevante, puesto que el artículo se dedicaba a deshacer el entuerto explicando que, una vez terminada la obra, las viviendas cumplirían con todos los estándares de aislamiento y habitabilidad. Alguna vez hemos pensado que nos hubiéramos ahorrado la polémica con una simple mano de pintura. Aunque no habría tenido ningún sentido constructivo porque acabaría oculto tras la fachada, este maquillaje habría servido para que los módulos prefabricados del edificio parecieran nuevos. Pero esa concesión a la neofilia hubiera borrado la traza de implacables travesías oceánicas. ¿Por qué esconder que algo ha sido reutilizado? De hecho, lamentamos no haber sido capaces de sortear las normativas contra incendios para mostrar algunos retales de contenedor en el interior de las viviendas, algo que sí logramos hacer en Caldes de Montbui. Los contenedores reutilizados merecen ser expuestos porque explican algo bello. Han evitado las ingentes emisiones que implica el uso del hormigón armado y representan una forma más ecológica de construir. Expresan que lo viejo puede ser más limpio que lo nuevo.

Construcción de APROP Ciutat Vella, Barcelona. Fotografía: Straddle3.

Lo mismo ocurre con el banco del skatepark de Arbúcies, resultado de darle la vuelta a una valla New Jersey desconchada y manifiestamente reutilizada. Para nosotros, es un símbolo de la alegría y la desfachatez con la que se pueden aprovechar las sobras sin que ello suponga indignidad alguna. Este ejemplo nos hace pensar en los miles de vallas New Jersey amarillas que el Ayuntamiento de Barcelona desplegó durante la pandemia con el fin de señalar la ampliación de las terrazas de muchos bares. A pesar de ser nuevas y recién pintadas, ofendieron a mucha gente que las encontraba feas, cutres, indignas del prestigioso diseño con el que la capital catalana suele embellecer su espacio público. En cambio, lo que a nosotros nos indigna es que el consistorio estrenara vallas en lugar de reutilizarlas. De hecho, todas esas vallas de hormigón descansan ahora a los pies de Collserola, en un enorme descampado que los técnicos municipales deben considerar como un cementerio y que a nosotros se nos antoja como un valioso yacimiento. Confesamos que nos obsesiona la idea de recuperar esos miles de vallas de hormigón para usos constructivos, como las mencionadas zapatas del edificio WikiHousing.

APROP Ciutat Vella, Barcelona (2019). Straddle3, Eulia Arkitektura y Yaiza Terré. Fotografía: Adrià Goula.

No cabe duda de que entre este yacimiento de miles de vallas de hormigón y aquel carromato construido con bicicletas soldadas ha habido un salto de escala. Y es que aprovechar las sobras no tiene por qué ser una práctica marginal, un menudeo de estar por casa. Cuando decíamos que el dato publicado por Nature debería tener repercusiones en el sector de la construcción, nos referíamos a que la reutilización puede replicarse y escalarse para convertirse en algo masivo y sistemático. Eso es exactamente lo que pretendíamos en la red de Arquitecturas Colectivas al concebir la plataforma GRRR Tools. Este gruñido, acrónimo de Gestión para la Reutilización y Redistribución de Recursos, expresa la ira que nos despierta el despilfarro de residuos y la férrea voluntad de ponerle fin cerrando el ciclo de los materiales. GRRR Tools es una herramienta p2p que conecta en una red descentralizada a decenas de nodos independientes pero solidarios.

Plataforma online GRRR.tools (2016). MakeatuVida, WWB, Recetas Urbanas, Straddle3, TXP, LaFabrika detodalavida, Lacol & M-Extea para Arquitecturas Colectiva.

Los nodos corresponden a agentes muy diversos, tanto pertenecientes al activismo sin ánimo de lucro o a la administración pública como al tejido productivo de carácter cooperativo o empresarial. En cualquier caso, todos ellos están comprometidos con la misma causa: el aprovisionamiento y la redistribución de recursos materiales en desuso para convertirlos en bienes comunes perfectamente útiles. En su página web, la herramienta geolocaliza ofertas y demandas y las ordena por tipos y materiales en una base de datos. De este modo, contribuye tanto a la economía circular como a la economía social y solidaria. Y por supuesto, si hablamos de economía, ya no solo estamos «recapacitando objetos»; también estamos «recapacitando personas».

Recapacitar personas

Porque este es otro de los efectos perversos de la sociedad de consumo: el de deshabilitar a personas que saben hacer cosas para convertirlas en alienados consumidores de lo que fabrican otros. Desde que la desindustrialización se llevó las fábricas a lejanías globales donde es más fácil explotar a los trabajadores y al medio ambiente, el homo faber occidental parece haber quedado relegado a montar muebles de Ikea. Y lo que es peor, esta incapacitación tiene todas las de empeorar con la disrupción de la robotización y la inteligencia artificial, que amenazan con barrer la posibilidad de cualquier tipo de empleo. Frente a este escenario distópico, cada vez tienen más sentido la defensa y la práctica de la cultura maker, que aprende haciendo cosas —o reparándolas— bajo el lema «do it yourself» (DIY) —«hazlo tú mismo»—. El poder que uno alcanza al capacitarse a sí mismo en un oficio desafía al determinismo tecnocrático convirtiendo al mero usuario en todo un experto. Pero este empoderamiento se multiplica exponencialmente cuando la capacitación se comparte en comunidad, con la lógica DIWO —do it with others, «hazlo con otros»—. Precisamente, otro de los efectos perversos de la sociedad de consumo es la atomización de la ciudadanía, que, más allá del mundo laboral, convierte a los individuos en competidores solitarios, indiferentes, desapegados. Por ello, «recapacitar personas» podría ser también empoderarlas, facilitar que se junten para volver a ser parte de algo.

Habitatge Jove Caldes, Caldes de Montbui, Barcelona (2023). Straddle3 y Eulia Arkitektura. con la colaboración de Societat Orgànica. Fotografía: Adrià Goula.

Y, como se habrá notado, esto es exactamente lo que tratábamos de facilitar con los vecinos de El Gorg y con los activistas de Vic. El mismo espíritu impregnó el skatepark de Arbúcies, fruto de un proceso participativo de co-diseño y autoconstrucción comunitaria por parte de una pandilla de adolescentes locales apasionados por el patinaje. Porque ningún arquitecto sabe tan bien como un skater cómo tiene que ser un buen bowl, los chavales aprendieron a encofrar y armar tendidos de hormigón con las geometrías más complejas. Y, por supuesto, una vez construidas con sus propias manos, se apoderaron de las instalaciones como Pedro por su casa. Desde entonces, las disfrutan, las mantienen y las cogestionan con la máxima responsabilidad.

Proceso participativo Habitatge Jove Caldes, Caldes de Montbui, Barcelona (2023). Straddle3 y Eulia Arkitektura, con la colaboración de Societat Orgànica. Fotografía: Straddle3.

En realidad, el recurso a la participación ciudadana está ya muy extendido en la creación o transformación de espacios públicos. Donde este recurso ya es más insólito es en el ámbito de la vivienda pública. Pues bien, este es precisamente el camino que empezamos a recorrer con las citadas viviendas públicas para jóvenes de Caldes de Montbui, cuyo encargo exigía que el edificio fuera fruto de un proceso de participación ciudadana. Para empezar, el anteproyecto se sometió a varias sesiones participativas en las que hubo una alta representación de miembros de la Asamblea de Jóvenes de Caldes. Entre otras modificaciones, los participantes consiguieron que las viviendas dispusieran de balcones, demanda que encareció la obra pero que resultó irrefutable tras la reciente experiencia del confinamiento. También decidieron renunciar a una de las nueve viviendas para convertirla en un local comunitario a pie de calle. Además del co-diseño del inmueble, los participantes incidieron en la definición de los criterios de adjudicación y rotación de las viviendas, haciendo que el nivel de ingresos de los aspirantes pesara más que su arraigo al municipio. Pero la participación no se quedó en el papel. Cuando la constructora se hubo retirado de la obra, se organizaron varias jornadas de autoconstrucción DIWO para terminar el local comunitario y acondicionar el jardín que le da acceso.

Taller de autoconstrucción Habitatge Jove Caldes, Caldes de Montbui, Barcelona (2023). Straddle3 y Eulia Arkitektura, con la colaboración de Societat Orgànica. Fotografía: Straddle3.

En cualquier caso, la experiencia de la que más hemos aprendido en materia de participación y capacitación comunitaria aplicadas a la vivienda es WikiHousing. Como su nombre indica, la iniciativa bebe del espíritu colaborativo de la Wikipedia, quizá el producto cultural más apasionante de nuestros tiempos. Gracias a la cooperación anónima y voluntaria, lo que empezó pareciendo una chapuza casera, plagada de imprecisiones y faltas de ortografía, ha terminado convirtiéndose en un acervo de conocimiento tan extenso, actualizado, debatido, traducido y universalmente accesible que ha barrido del mapa a la prestigiosa Enciclopedia Británica. Pues bien, la aventura empezó en 2022, con la convocatoria de un proceso participativo al que se apuntaron cerca de un centenar de jóvenes, un colectivo cada vez más afectado por el encarecimiento de la vivienda en Barcelona y las consecuentes dificultades para emanciparse. Se trataba de poner sobre la mesa esta problemática y de explorar fórmulas innovadoras para hacerle frente. Tras varias sesiones de carácter teórico en las que tratamos cuestiones como las causas de la gentrificación o los distintos modelos de promoción de vivienda asequible, pusimos en práctica una receta que debía culminar con la autoconstrucción de un prototipo a escala real. Pero había algo que nos preocupaba. La emergencia residencial es ya algo demasiado serio como para andar jugueteando con prototipos. Afortunadamente, en mitad del proceso conseguimos despertar el interés de la Concejalía de Vivienda y la convencimos de que nos cediera un solar municipal para levantar un edificio experimental de cuatro viviendas públicas que acabarán engrosando de facto la bolsa de alquiler asequible.

Taller de autoconstrucción Wikihousing, Barcelona (2023). Straddle3, Societat Orgànica e IDRA. Fotografía: Straddle3.

Esta vez, sin embargo, no «recapacitamos» contenedores marítimos viejos. Aunque seguimos echando mano de la prefabricación modular, ligera y en seco para ampliar el parque de vivienda pública de forma más rápida, económica, ecológica e inclusiva, en este caso decidimos recurrir a módulos bidimensionales de entramado ligero de madera. Hay distintas razones que motivaron esta decisión. En primer lugar, la madera es un material renovable que fija carbono atmosférico durante su crecimiento y el entramado ligero es una técnica que minimiza el uso de material en comparación con otros sistemas, como la madera contralaminada (CLT). Además, aunque no sean reutilizados, los módulos prefabricados de WikiHousing son fácilmente reutilizables, porque forman parte de un sistema estandarizado y porque se ensamblan mediante uniones perfectamente reversibles. Por otro lado, sus dimensiones se adaptan mucho mejor que las de los contenedores marítimos a los entresijos de la trama urbana de los barrios históricos, que son los que más sufren la gentrificación y, por lo tanto, los que tienen más necesidad de armarse con un buen parque de vivienda pública. Aunque los suelos disponibles en estos barrios suelen ser pequeños, la prefabricación off-site permite edificar simultáneamente distintos solares no contiguos alcanzando la economía de escala sin que importe el tamaño de la promoción. Pero el principal motivo para recurrir a módulos bidimensionales, más pequeños y ligeros no fue otro que el de su capacidad de abrirse a la participación ciudadana. En efecto, los módulos de WikiHousing son fáciles de manipular, almacenar, transportar y ensamblar por parte de manos inexpertas y desprovistas de herramientas sofisticadas. En esto radica precisamente la dimensión wiki del sistema.

Edificio Wikihousing, Barcelona (2023). Straddle3, Societat Orgànica e IDRA 2023. Rénder: Straddle3.

Y es que, más allá de superar las imposiciones tecnocráticas o asistencialistas que ha sufrido tradicionalmente la promoción de vivienda social, WikiHousing aspira a dejar atrás la precariedad laboral que caracteriza a un sector tan obsoleto como el de la construcción. La prefabricación off-site ofrece espacios de trabajo estables, seguros y bien acondicionados que pueden generar mucho empleo de calidad, nutrir las pequeñas y medianas empresas del tejido productivo y revertir la histórica exclusión de la mujer de ese sector. Es más, el sistema puede contribuir a superar la dependencia de sectores tan contaminantes y precarios como el turístico y a impulsar la necesaria relocalización industrial de actividades productivas con mucha demanda social y bajos impactos ambientales. Al fin y al cabo, además de bajar los alquileres, también hay que subir los sueldos. Por este motivo, al proceso participativo de WikiHousing le añadimos la capa de la formación profesional para la inserción laboral. En colaboración con la Fundación Impulsem, hemos desarrollado un programa pedagógico en el que un grupo de personas migradas sin permiso de trabajo se han capacitado en prefabricación, obteniendo del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) un reconocimiento que les facilitará la regularización. Todos los módulos producidos se están almacenando en las instalaciones de Tallfusta, una empresa especializada en prefabricación en madera que muy pronto los ensamblará, en tan solo cuatro semanas, en el solar cedido por el Ayuntamiento de Barcelona. Se trata de un solar vacío, a pesar de ser edificable y de titularidad pública. Aunque está situado en un barrio tan céntrico y gentrificado como el Poble-sec, ha sido descartado por el Instituto Municipal de Vivienda (IMHAB) y rechazado por varias cooperativas en cesión de uso. El motivo que todos ellos han aducido es que la parcela es tan pequeña que no les salen los números. Para nuestro experimento, en cambio, es perfecto. Así que aquí estamos, de nuevo, aprovechando las sobras.

David Juárez Latimer-Knowles (Straddle3) y David Bravo Bordas.


Editado por:

Redacción .. Tectónica

Publicado: Sep 29, 2024

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