El concurso TAC! lanzado desde el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana –MIVAU– y la Fundación Arquia se ha asentado en 2024 como un procedimiento muy valioso para acercar la arquitectura a los ciudadanos. Los pabellones realizados hasta ahora siempre han aportado el entendimiento del territorio en el que se asientan revisando el interés de actividades locales imprescindibles, y así ha sido en este quinto pabellón del TAC! levantado en la ciudad de San Fernando, en el que sus autores, los arquitectos Jose Rodríguez Lucena y Carlos Montes González, han llevado la riqueza de las salinas al centro de la ciudad.
Fotografía: Javier Orive.
A través de la memoria del proyecto y de una enriquecedora conversación con los autores ofrecemos un apunte sobre el valioso trabajo de investigación que han llevado a cabo en torno a las salinas que caracterizan las marismas de Cádiz y sobre la sal como un interesante material de construcción.
Como si de un catalizador se tratara, este pabellón propone activar el potencial de uno de los recursos naturales más abundantes y sostenibles con que cuenta la provincia de Cádiz, la Sal. Su litoral y singular entorno paisajístico constituyen uno de los enclaves naturales con mayor interés patrimonial, arquitectónico e identitario. Tanto es así, que la fauna que rodea las salinas ha dependido del proceso del nacimiento de la sal. Las aves que se sitúan próximas a estos grandes lugares encontraban en ellas el alimento para sus crías según el estado de las mareas. Las primeras referencias clásicas al respecto de las salinas de evaporación solar las encontramos en Tito Livio y en Plinio y a día de hoy podemos decir que los procesos de cultivo de la sal han variado muy poco.
Además de los usos tradicionales de la sal, existen múltiples aplicaciones que pueden ofrecer un impulso económico y social al lugar donde nos encontramos. Estas aplicaciones, basadas en la conjugación de nuevas tecnologías y procesos vernáculos, exprimen lo más interesante del conocimiento ancestral y el potencial de las herramientas digitales que actúan en el mundo de hoy.
La propuesta, por tanto, plantea que la arquitectura sea una herramienta de transformación social en el espacio público.
Desde la centralidad del espacio en que nos situamos emergemos hacia el exterior, hacia el entorno y sus recursos, haciendo transversales cuestiones sociales y climáticas. Alzando los valores vernáculos de los modos de vida tradicionales y sumamente sostenibles con el desarrollo económico y social.
El Pabellón emplea tres materiales para su construcción: Sal, madera y acero.
La sal se usa para conformar el basamento del pabellón emulando las tradicionales montañas de sal tan habituales en el paisaje cercano. Para contener la sal se utilizan tableros de madera de contrachapado. Estos elementos por su estado de delimitación definen la continuidad entre lo estacionado/permeable, centro/contorno, abierto/expuesto. El interior y el exterior que participa y el interior que expone. El elemento emergente, que nos recuerda las antiguas estructuras metálicas de los medios empleados en el transporte y trasiego de la sal, se construye mediante una estructura lacada en blanco.
Sobre ese elemento emergente, esta suerte de Torre de Hércules, Templo de Hércules, santuario que existió en las antiguas Islas Gadeiras y posterior sistema de vigilancia desde 1610, se instalarán los paneles de sal como envolvente de la crisálida en la que el usuario se adentra para reconocer, asumir y visualizar el potencial de este diálogo entre historia y mitología, desarrollo humano, convivencia, conectividad e inclusión social.
El proyecto, promueve la innovación y experimentación en la arquitectura a través de la construcción de un pabellón temporal. Reflexionando sobre lo urbano y lo social centramos la propuesta en la materialidad y uso de sus componentes, en el patrimonio histórico y cultural que posee, acervo identitario que dialoga en proximidad con la ciudadanía.
Destacamos el concepto de espacio público, extraído del propio entorno, la bahía de Cádiz. Su litoral y las poblaciones que comparten este singular entorno paisajístico, como componente vital, basado en el conocimiento y la información, y no en el consumo masivo de recursos, donde la cultura se convierte en motor de cambio y dinamizador.
Fotografía: Javier Orive.
La sal es un compuesto de la naturaleza que ha tenido siempre una gran importancia en la sociedad. Se ha utilizado no sólo como condimento y conservante, sino también como forma de pago y símbolo de riqueza y poder. Salario deriva de “salarium”, nombre que se daba a los paquetes de sal con los que se pagaba a los funcionarios que trabajaban cuidando de la calzada romana “Vía Salaria”, utilizada para transportar la sal hasta el río Tíber.
Fotografía: José Guilherme Marques.
Su potencial va más allá del ámbito culinario. A pesar de ser una práctica poco convencional, se ha utilizado en la arquitectura, en la construcción desde hace miles de años. Los antiguos egipcios fabricaban una mezcla de sal, barro, hierbas y otros materiales llamada kershef. Esta especie de adobe era económico y sostenible además de un excelente aislante térmico. No es tóxica ni inflamable y es antibacteriana, por lo que permite crear ambientes de baja transmisión de virus y patógenos. Entre sus beneficios también destaca su capacidad para reflejar y difundir la luz, favoreciendo la luminosidad de los espacios.
El sector de la construcción requiere recursos naturales y energía, y también es responsable de una parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por tanto, cada vez se vuelve más necesario buscar alternativas sostenibles a los materiales de construcción industriales que reduzcan el impacto ambiental de la construcción. En los últimos años, la sal ha sido objeto de interés en la investigación de materiales sostenibles.
Se exploran formas vanguardistas para su uso en la construcción el proceso natural de cristalización desarrollando paneles de sal para su uso en arquitectura materia prima en la impresión 3D, o como alternativa al cemento (responsable del 8% de las emisiones de CO2 globales).
Este proceso parte de la utilización de un elemento base como es el metacrilato reciclado. Su superficie, acondicionada para tener mayor capacidad de adhesión, es cubierta por una capa de resina, utilizando medios manuales exclusivamente, sobre la cual se vierte la sal. Esta sal se ha criado exclusivamente en el cristalizador de la salina para obtener el cristal más blanco y puro. Con ello se consigue que los paneles tengan la imagen mas limpia y clara de lo que representa el proceso de formación de la sal. Posteriormente, se aplica una capa de protección y quedan listos para su colocación.
Propuesta del pabellón La Sal en la Plaza del Rey en San Fernando, Cádiz.
Tectónica: ¿El concepto de llevar la salina a la Plaza del Rey surge desde el primer momento?
José Rodríguez Lucena: Lo primero que nos viene a la cabeza en el proceso del diseño del pabellón parte del lema del festival: «Repensar la centralidad de las ciudades». El concepto de centralidad puede ser exclusivo y dejarse fuera muchas cosas que también son la ciudad y que no están en el centro. Entonces, el planteamiento surge de la idea de conectar la periferia, el entorno, con el centro de la ciudad para mirar desde dentro hacia afuera, de ahí que nuestra primera idea fuese utilizar, de alguna manera, un elemento emergente que permitiese evadirte o salirte del centro de una manera rápida y descubrir, en el caso de San Fernando, ese paisaje que la rodea, empezando por el parque natural de la bahía de Cádiz y por las propias salinas. Y en cuanto miramos hacia afuera, lo que vimos fueron las salinas. Y ahí es cuando empezamos de verdad a trabajar en torno al concepto de la sal.
Entre otros referentes, aparte de las imágenes de cómo ha evolucionado el paisaje de las salinas y sus procesos, cayó en nuestras manos un catálogo del trabajo de Carmen Laffón en torno a La Sal, en el que conseguía tocar la parte más sensible de la interpretación de ese paisaje, que fue una inspiración y una referencia.
Carlos Montes González: Del material de la sal como tal, nosotros no sabíamos nada. Lo elegimos, como ha dicho José, como ese elemento de proximidad. Ha sido un descubrimiento a posteriori y ha sido a la hora de elaborar el pabellón cuando hemos empezado a descubrir este material vivo.
J. R.: Nosotros no sabemos nada. Y permíteme que añada, que creemos que muy poca gente sabe algo. La sal es un material muy abundante, muy sostenibles, porque su extracción es pasiva, y luego tiene unas propiedades muy especiales.
Fotografía: José Guilherme Marques.
La sal es un elemento vivo que se activa con el sol, que luego se modifica, cambia, crece, merma, con propiedades físicas interesantes como el ser un buen aislante o ser antibacteriano, y que ofrece unos matices increíbles en cuanto a la estética, la textura....
T.: En el pabellón se diferencian dos partes, la montaña y los paneles, y en ambas está presente la sal, pero tratada de manera diferente, ¿cómo trabajáis con el material?
J. R.: En efecto, en el pabellón tenemos la base, el montón de sal, que es habitual en el entorno, porque la sal se acumula y forma esos oteros o colinas que caracterizan el paisaje de la bahía. Y luego nosotros queríamos dar forma a la investigación que estábamos llevando a cabo, obtener algún tipo de elemento que se pudiese emplear en la construcción. Hemos hecho millones de pruebas. Hemos sumergido en la salina tablas de madera, celosías de acero, perfiles de plástico… y en un momento dado decidimos criar la sal en el cristalizador utilizando telas de fibra de vidrio de diferentes tamaños, gramajes y opacidad. La sal crece a razón de un milímetro al día, aproximadamente, y nosotros esperamos de 15 a 20 días para obtener cristales de sal del tamaño que buscábamos.
Fotografía: Javeri Orive.
Una vez que ya estaba formado el grano de sal o cristal de sal, era fácilmente extraíble para luego adherirlo, mediante una resina, a unos paneles de metacrilato reciclados para conformar la torre.
Esos paneles vienen a representar ese efecto espejo de la salina, esa lámina de agua que queda impregnada en sal.
Fotografía: Javier Orive.
C. M.: La verticalidad de la torre también evoca los procesos de evaporación y de disolución de la sal. Por eso, se va desdibujando el alzado; los paneles van permitiendo el paso del aire, para, al final, ver el cielo por completo.
Fotografía: Javier Orive.
Y de las cosas más interesantes que nos ha enseñado este proceso, es que las telas en las que cultivamos la sal, que nosotros pensábamos desechar, al final se utilizan en el pabellón en la parte interior del patio porque tienen todavía un gran porcentaje de grano de sal adherido a ellas y genera unas texturas que a nosotros nos parece las más bonitas y las más auténticas. Son las redes que han quedado de haber trabajado con ellas y que todavía tienen los restos de sal.
J. R.: Cuando le da el sol, los matices que tienen esas telas son espectaculares, de brillos, de colores, tonalidades. Y luego, además, es un acabado que aporta esas características de antibacteriano, aislante, ignífugo. Nos parece una maravilla.
Fotografía: Javier Orive.
T.: ¿Y la sal no se va cayendo o tiene también algún tipo de resina que la adhiere?
J. R.: No, porque los cristales se han reproducido alrededor del elemento de malla, como si fuera una suerte de mallazo de un hormigón, y queda trabada la sal con la malla de la fibra de vidrio.
T.: ¿Y las telas de sal son paneles rígidos?
Fotografía: Javier Orive.
J. R.: Son enrollables, de hecho, en el estudio tenemos una luminaria hecha con esa tela, a modo de prueba.
T.: Y luego la base, el montón, ¿ha necesitado algún cuidado a la hora de volcar la sal?
J. R.: No, consistía sólo en eso, volcar la sal con una excavadora, pero ha sido lo más difícil de controlar por el volumen que movíamos y porque nadie la sabe compactar.
De hecho, nosotros queríamos que la falda de la colina fuese mucho más aplanada y no lo habíamos conseguido. Pero después de cuatro o cinco días, todos los niños de San Fernando se han subido a la torre de sal y han acabado aplanándola y ahora tiene un aspecto mucho más parecido al que habíamos buscado
Nos parece muy bien que se use, que los niños a través del juego aprendan, toquen la sal, que recuperen ese contacto con la sal que quizá esa sociedad ha perdido, porque hoy en día la gente no mira tanto hacia afuera. Y nos gusta que el pabellón al final haga esa labor de conexión de lo de fuera con lo de dentro, porque los niños han acabado literalmente enterrados en sal.
Fotografía: Javier Orive.
T.: Y al principio comentabais que la torre conectaba el interior con el exterior de la ciudad, pero no se puede subir a ella.
C. M.: Cuando empezamos a plantear el proyecto, la primera idea era subir y llegar a ver las salinas, porque a esa altura sí puedes llegar a verlas, pero preferimos traérnosla directamente.
Con la limitación presupuestaria, al final se desestimó. Y creemos que tampoco hace falta subir, y que ese elemento emergente hace de antena o de símbolo, que incluso es visible desde la salina.
T.: ¿Cómo es la estructura de la torre?
J. R.: La estructura de la torre es de acero y en la parte inferior está revestida con tableros de contrachapado de 15 milímetros. La estructura se expande hacia fuera bajo la montaña de sal, creando como una especie de zapata para darle resistencia y estabilidad, aunque la propia sal también hace de lastre. El esquema es como la cercana torre de Hércules del Castillo de Sancti Petri, que tiene una base tronco-piramidal y un elemento emergente de torre, o como la torre alta de comunicaciones de la ciudad de San Fernando y tantas otras construcciones de defensa que se repiten por todo el litoral de Cádiz.
La estructura de acero también hace referencia a las torres que se veían en el paisaje de las salinas, que ya han desaparecido. Eran como teleféricos horizontales para recorrer, sobrevolando, la salina que transportaban horizontalmente la sal para luego volcarla desde arriba al barco.
El sistema de extracción ha cambiado y ya no se ven esas estructuras, pero están en la memoria.
Para la estructura hemos contacto con la asistencia de David Villegas que ha diseñado la disposición de ocho cerchas verticales y tres cerchas horizontales, sin cruces internos de la torre, lo que nos han permitido alcanzar tanta altura con un mínimo de consumo de acero. La limitación presupuestaria era un reto del TAC! que provoca la optimización de las soluciones.
Aprovecho también para deciros que en este proyecto hemos tenido el apoyo, el empuje y el consejo siempre de los que son socios del estudio, Juan Suárez, que es precisamente del Puerto de Santa María, y Antonio Herrero.
Fotografía: Javier Orive.
El pabellón La Sal se levantó en la Plaza del Rey desde el 23 de septiembre al 13 de octubre de 2024 y, como planteaban en la memoria los autores, el interior del pabellón se convertió en una sala de exposiciones al aire libre y en torno al pabellón se organizaron múltiples encuentros de carácter social, divulgador y lúdico, con talleres, charlas y encuentros entre investigadores, empresas, ciudadanos... que dialogaron sobre las oportunidades de transformación y dinamización de la economía local a través de recursos propios, pero también sirvió como elemento lúdico y una suerte de objeto "land art" que celebra el encuentro en torno a la sal.
Fotografía: Javier Orive.
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Publicado: Nov 18, 2024