Nuevo Carmelo de San José. Antonio Fernández Alba

Josefa Blanco de Paz y Juan Ramón Alfaro Alfaro

Este artículo rinde homenaje al arquitecto Antonio Fernández Alba y lo hace a través de una obra emblemática, el Carmelo de San José, como ejemplo de la concepción de la arquitectura como vehículo que favorezca la vida, adaptándose a las particularidades del lugar y de sus moradoras, y ofreciendo todo su saber constructivo al servicio de ese objetivo con logros de gran importancia como es el plantear un claustro múltiple y lineal, que permite un tratamiento igualitario de los espacios interiores, o la introducción de la modularidad y la prefabricación que facilita una ejecución económica del proyecto. El Carmelo de San José es arquitectura en todos los niveles: cultural, social, contextual y constructivo.

En memoria de Antonio Fernández Alba, quién falleció el 7 de mayo de 2024.

Trazas de una arquitectura de la razón de ser morada

 “Discurrir geométrico y conocimiento de los materiales, es un aprendizaje que ni concluye ni se encierra en sí mismo, sino que resulta ser para el arquitecto el reducto espiritual de su trabajo; y que la finalidad última del “proyecto de la arquitectura” debe estar destinada a imaginar el lugar, construir el espacio y hacer posible y elocuente la belleza en el discurrir de la vida” . (Fernández Alba, 2023, p.80).      

Antonio Fernández Alba y la priora carmelita madre Rosario, en una visita de obra. Cabrerizos, 1968. Fotografía de Francisco Gómez.

Desde sus primeras obras, Antonio Fernández Alba se acerca a la arquitectura a través del acto y la lógica de construir, fin que considera ya implícito en la acción de proyectar. En este proceso previo de ideación y representación, aúna las dos primeras acepciones que recoge en la definición de este término el diccionario de la Real Academia Española, de la que fue académico numerario, como también lo era de la de Bellas Artes de San Fernando. 

Premio Nacional de Arquitectura en1963 y Medalla de Oro del CSCAE en 2002, suma y articula de forma paralela, desde una mirada interior, su vocación analítica y pedagógica a través tanto de la teoría como de la poética, que como arquitecto culto y comprometido plasma no solo en su arquitectura sino también en sus textos, siempre tan personales.

La obra del Carmelo de San José (1967_1969) recoge la esencia de este modo de pensar y hacer.

Proyectado para albergar a la comunidad de Carmelitas Descalzas de la ciudad de Salamanca que, obligadas por la remodelación del área de la ciudad donde estaba ubicado su antiguo convento y por sus precarias condiciones de habitabilidad, deciden trasladarse a las proximidades del paraje conocido como La Flecha. El lugar se sitúa próximo a la ciudad, junto al famoso huerto donde se retiró Fray Luis de León hacia finales del s. XVI; que Miguel de Unamuno disfrutó con ánimo sosegado para reflexionar o escribir, y donde el fotógrafo José Suárez fijó su imagen junto a los escarpes del Tormes en 1934.

Miguel de Unamuno en La Flecha, en 1934. Fotografía: José Suárez.

Como Antonio Fernández Alba (AFA, como a veces firmaba) describe en una de sus últimas publicaciones para ediciones mínimas, “El silencio de las amapolas”, en el año 1967 recibe el encargo por parte de las Carmelitas Descalzas de edificar el nuevo Carmelo de San José en un momento privilegiado para la ciudad de Salamanca, pues se iniciaba en aquellos años “una vaga y difusa remodelación urbanística con los edificios de planta y funciones eclesiásticas” . A su sorpresa profesional se añadía la del lugar que la comunidad había elegido y adquirido para tal fin, cargado de valor emocional para el arquitecto, tanto porque le conectaba con sus lecturas de juventud, la obra de los autores citados vinculados al paraje, como por su colaboración con el escultor y amigo de adolescencia José Luis Núñez Solé para el memorial, finalmente no construido, a fray Luis de León también allí.

Fundado por Teresa de Jesús en 1570, el Carmelo es una institución monacal autónoma y democrática, formada por una unidad limitada de religiosas, una estructura homogénea de veinticinco madres que viven en clausura dedicadas a la meditación, la vida contemplativa y el trabajo; que no pueden salir del Carmelo en el que profesan salvo por traslados muy especiales, como sucede en ese momento.

Elegido por la orden, no solo como asentamiento sino con un conocimiento profundo de lo que significa la localización de un lugar para vivir, las primeras decisiones de proyecto tratan de aunar el modo de vida propio de la comunidad con el adecuado asentamiento del edificio.

El programa del proyecto debe resolver un ciclo circadiano estructurado en ocho horas para la meditación y la oración, ocho para el trabajo y ocho para el descanso; que se organiza en un esquema sencillo, en una estructura ya trazada por Santa Teresa de Jesús, en el que se generan dos focos fundamentales, la iglesia, como lugar de reunión y actividad de la vida espiritual, y el refectorio, como elemento de comunidad.

El Carmelo se desarrolla en forma lineal, condición formal que podríamos considerar resultado de este esquema estructural y funcional de la orden, pero que deriva además y fundamentalmente de la importancia que el arquitecto da al lugar en relación con el proyecto como traza del espacio habitado para un modo de vida propio.

Croquis 1, de análisis de organización del convento y de elementos que caracterizan el lugar.

El desarrollo lineal del edificio es un planteamiento arquitectónico novedoso en una organización tradicionalmente ordenada alrededor de un claustro. En torno a este patio se venían situando los focos, iglesia y refectorio, a los que se unían una serie de dependencias anejas para el trabajo y el descanso. El Carmelo de San José rompe esta estructura cerrada, introvertida y desigual en orientaciones y vistas, para ser el primer edificio, después de la reforma, que recoge en su programa una apertura e igualdad de condiciones en su propuesta arquitectónica.

Croquis 2, de asentamiento del edificio en el terreno y de los elementos naturales en su entorno.

A las afueras de la ciudad de Salamanca, en la periferia de la localidad de Cabrerizos, en una zona de vega donde el río Tormes viene abriéndose, con la sierra de Gredos como fondo, dos pequeños montículos sirven de asiento al convento, que linealmente se dibuja a modo de acueducto sobre pilotes.

Los cuatro lados del esquema tradicional de claustro con unas orientaciones y vistas privilegiadas frente a otras que no lo eran, se desdoblan en uno para ordenar los espacios en orientaciones similares a lo largo de un eje. De este modo el convento se cierra a la zona norte, más árida y tosca, y se abre como mirador a sur, sobre las vistas lejanas del ‘circo natural de Gredos’ y sobre las próximas de la zona de vegetación junto al Tormes, vega de topografía serena.

Sección transversal general.

En el programa se simplifican los elementos esenciales de la vida en comunidad: contemplación y trabajo que, junto con la adaptación a la topografía del terreno, las orientaciones y vistas para la vida y el quehacer diario, dan como resultado el elemento definidor del proyecto, un claustro axial, un eje lineal de circulaciones en diferentes niveles como elemento de unión de los dos puntos extremos, la capilla y el refectorio, con sus espacios anejos.

Planta de acceso. Capilla zona pública, claustros interior y exterior, zona de trabajo y aseos, oficio, cocina y refectorio.

Planta primera. Coro alto zona de clausura, claustro interior, zona de celdas y baños, terraza sobre refectorio y acceso a cubierta.

Vista desde el coro sobre la capilla, en la zona de clausura.

Vista del refectorio.

La fragmentación del claustro

El amplio espacio vertebrador de distribución y encuentro, con doble altura en las zonas de vacío central, se ilumina en ambos niveles por huecos de pavés orientados a norte que recorren toda su longitud, dando lugar a un espacio de luz constante y uniforme que se filtra entre el orden rítmico de la estructura.

El claustro se ha convertido en esta parte del convento en un espacio interior, lineal y homogéneo, donde la estancia o el tránsito no producen sombras, donde la luz amplifica la austeridad material y formal, así como otros atributos que le son propios a la arquitectura, la proporción y la escala.

Imagen del claustro interior en la planta primera. Zona de celdas y núcleos de baños.

Los niveles, el uso y la luz cualifican, diferencian y dividen este claustro en dos.

El superior, claustro 1, que potencia su proporción lineal mediante la luz, la de la cristalera que da acceso a la terraza sobre el refectorio y permite la subida a cubierta, un límite abierto como punto de fuga en el fondo oeste para permitir al atardecer que la luz horizontal de poniente bañe los límites del espacio. El resto de las horas del día será la luz uniforme de norte, que se filtra a través de los huecos superiores de pavés translúcido encadenados por la estructura para reflejarse en el plano inclinado de cubierta. En este nivel el claustro se fragmenta, conserva el tradicional carácter perimetral de recorrido y de acceso a las celdas, para al tiempo abrirse y volcarse en el centro sobre el vacío del claustro inferior, el claustro 2.

Imagen de escaleras de comunicación en el claustro interior de planta baja.

Este otro, se baña de la luz del superior, se protege y comprime en el perímetro para los recorridos de acceso a las salas de trabajo y las zonas de servicios, y se expande verticalmente en el centro para el espacio de convivencia y encuentro.

En ambos niveles, la estructura al interior se deja ver desnuda en su condición material y marca con su repetición el ritmo en los recorridos y los accesos; así como sirve de acomodo para los elementos de reposo.

 En esta revisión del claustro tradicional la presencia de la naturaleza elige el elemento de la luz, que de forma sabia, correcta y magnífica modifica o refuerza las cualidades formales y materiales de la arquitectura.

 “… se ha planteado un cambio a través de la luz. De forma que al cabo del día la luz vaya creando una textura distinta a los espacios ambientales, y la comunidad pueda tener un ambiente tanto exterior como interior también bastante variable.

Se han creado unas largas distancias en longitudes, para los paseos, en el interior -unos claustros bajos- y una superficie arriba que es una zona enorme, desde donde se puede contemplar todo el paisaje, aisladamente a las miradas de fuera”. (Fernández Alba, 1971, p.54).

Imagen del tercer claustro en la planta baja. Paralelo a la zona de trabajo y almacenes.

En su condición vegetal, de paisaje y territorio, la naturaleza se incorpora desde su propio medio en el tercero de los claustros, situado en la planta baja, paralelo a la zona de trabajo, como espacio abierto intermedio de transición entre el interior y el exterior. Orientado a sur, la estructura de hormigón sirve nuevamente de filtro, secuencia rítmica y parasol.

Es este claustro 3, el más próximo a su concepto tradicional, AFA elige la orientación más favorable de las cuatro posibles y permite el desarrollo de su uso habitual como elemento de protección para las vistas, el tránsito, la estancia y la luz del mediodía. 

Imagen del cuarto claustro sobre la cubierta. Vistas sobre la vega del Tormes y la sierra de Gredos.

En una progresión sucesiva, no solo en el recorrido, sino también en la interpretación del elemento que vertebra el proyecto, ascendemos a la cubierta, el cuarto de los claustros, o tal vez podríamos recomponerlo y decir el cuarto lado de un claustro único que fragmentado se articula en los recorridos.

Como sucede en el resto de las partes del proyecto, se funden aspectos espirituales y de arquitectura, aquí quizá con mayor énfasis.

En este último espacio-claustro, o claustro 4, la arquitectura es el soporte material de esa vida espiritual. La cubierta del convento como plano horizontal desnudo, que permite el recorrido y convierte a la naturaleza en los límites del espacio, ahora un espacio infinito.

El proyecto se posiciona así frente al claustro tradicional, en el que es la arquitectura la que limita un fragmento de naturaleza. Aquí el claustro es ilimitado tras el horizonte visible. De este modo, la clausura del nuevo Carmelo, en su condición tanto física como espiritual, es permeable a esta revisión de la tradición, como lo fue el pensamiento de las madres que lo habitarían.

Sobriedad gramatical elocuente

El convento del Carmelo de San José en Cabrerizos es una obra de singular coherencia en el planteamiento, en la forma y en el material que lo construye; una condición que se extiende desde el orden compositivo y espacial hasta los detalles, aunándose todos estos aspectos en la sobriedad del material.

Imagen del alzado norte, con la alineación de huecos en pavés y volúmenes salientes de zonas de baños y aseos.

El edificio se construye en hormigón visto, sin tratamiento alguno, tanto en sus elementos estructurales como en los de cerramientos.

Se introduce en obra la técnica del prefabricado in situ, de modo que se construye en ese medio un 20% de este tipo de elementos, entre los que se incluyen las jardineras de las celdas y los elementos de huecos que, a modo de brise-soleil, impiden también las vistas y la entrada, evitando utilizar otros medios de protección más allá de los materiales que limitan y soportan.

El ritmo estructural se deja ver en los interiores en el propio material, acentuando la modulación seriada. A esta modulación se ajustan las particiones. La distancia entre ejes de estructura, 3.00 m, deriva del espacio necesario para acoger un ancho de celda. El resto de los espacios se acomodará a los múltiplos de esta medida, según las necesidades y los usos. En este sentido, la dimensión espacial, es rigurosa y se ajusta a sus contenidos formales.

"En la crisis de la arquitectura actual, se ha escrito de este edificio que ofrece una panorámica creadora de bastante validez. A la falta de rigor en el lenguaje arquitectónico ofrece una sobriedad gramatical elocuente, una introducción de las técnicas de prefabricados en aquellos elementos que lo pueden ser fácilmente realizados in situ, sin grandes inversiones. Una estructura donde las características estáticas y expresivas se integran de forma coherente”. (Fernández Alba, 1981, p.72) 

Plano de alzado este y detalles de elementos exteriores en hormigón y pavés.

Sección transversal. Descripción constructiva.

La celda es una unidad elemental de proporciones longitudinales organizada en tres ámbitos, el de aseo a modo de vestíbulo, el de descanso con una zona de trabajo y el de contemplación al exterior o de cultivo personal de plantas. Un total de 20m2= 2+12+6 donde la clausura se pueda hacer compatible con la expansión vital.

Imagen del interior de la celda sur.    

Estas unidades elementales seriadas, repetidas con idéntica orientación y vistas, para las 25 madres que como máximo pueden llegar a habitar el Carmelo, suponen una igualitaria renovación en la estructura tradicional de celdas ordenadas alrededor de un patio con orientaciones más y menos privilegiadas. 

Croquis de distribución de la celda, de estudio de localización en sección y alzado sur.

Al igual que la incidencia de la luz en el transcurso del día trata de significar el paso del tiempo en la vida rutinaria de las madres, la vegetación se suma a la arquitectura en las zonas habitables como la celda, no solo para atemperar el riguroso clima de meseta; sino que, en periodos más amplios como son las estaciones, pretende introducir cambios mediante y desde el exterior que se contempla al interior que se habita.

Planta de detalle del núcleo de baño, oficio y zona de celdas.

Imagen exterior del alzado sur. Claustro exterior, terraza de celdas y refectorio al fondo.

Epílogo

Podríamos encontrar paralelismos materiales y formales en proyectos destinados a comunidades religiosas de otros arquitectos, incluso en el compromiso con el medio natural, con las necesidades de la orden y con el conocimiento riguroso de sus preceptos.

Pero el nuevo Carmelo de San José no es sino el proyecto-la obra de un arquitecto de su tiempo, de mente privilegiada, de amplísima cultura y sensibilidad.

El convento de Antonio Fernández Alba se recibe por las madres Carmelitas desde la confianza y el entendimiento primero, y desde la vivencia después. Valoran lo que la mirada y el oficio del arquitecto aportan al nuevo edificio de la orden, líneas y espacios para el tiempo de la vida, el trazo de la arquitectura como razón de ser su morada.

Quizá el mayor reconocimiento que la arquitectura le pudo dar fuera el sentido agradecimiento de la comunidad de Carmelitas con motivo de la publicación del libro “El silencio de las amapolas”, escrito 53 años después de que iniciaran la clausura en el nuevo Carmelo, y que manifestaron a través de las palabras de una de las madres, quien escribió:

Experimenté que el monasterio no es solo una edificación material inerte y sin vitalidad, sino que cumple su misión de favorecer la vida de entrega desde la esencia misma de las cosas, que ayuda al crecimiento integral de sus moradoras…” Fragmento de la carta remitida por la comunidad de Carmelitas Descalzas en febrero de 2024 a Antonio Fernández Alba.

Ficha técnica del Nuevo Carmelo de San José

Autor: Antonio Fernández Alba

Localización: Cabrerizos. Salamanca

Año: Proyecto, 1967. Obra, 1968_69

Empresa constructora: Fersa

Colaboraron: P. Alfredo de la Cruz, dirección del proyecto - asesor religioso; E. Martín y J. M. Rifé, aparejadores de la dirección y empresa constructora; Rafael Molina, arquitecto de control de obra; Leandro Silva, arquitecto asesor en jardinería; Eduardo Sánchez, Jesús Morín, Francisco Gálvez, desarrollo de proyecto y dirección de obra.

Estructura: hormigón armado

Cerramientos: hormigón armado visto vertido in situ; prefabricados in situ de hormigón en elementos de jardinería y parasoles; pavés de hormigón translúcido tipo Catolux.

Cubierta original: acabada en terrazo con fibrocemento y placas de hormigón aligerado tipo Horpresa.

Tratamientos interiores: yeso y enfoscados en paramentos de zona de tránsito.

Pavimentos: terrazo, mármol, madera de ukola.

Carpintería: madera de pino de oregón tratada.

Fotografías: Francisco Gómez, Eduardo Sánchez.

Ficha del artículo

Autores: Josefa Blanco de Paz. Profesora Ayudante Doctor de la Escuela de Arquitectura de Toledo. UCLM // Juan Ramón Alfaro Alfaro. Personal I+D de la Escuela de Arquitectura de Toledo. UCLM.

Bibliografía

Fernández Alba, A. (1970). Convento de San Jose. Salamanca. Hogar y Arquitectura, n. 89, pp. 58-69.

Fernández Alba, A. (1971). Carmelo de San José en Salamanca. Arquitectura, n. 147, pp. 2-11.

Fernández Alba, A. (1971). El nuevo Carmelo de Salamanca. Arquitectura, n. 152, pp. 52-58.

Fernández Alba, A. (1973) La arquitectura de Antonio Fernández Alba. Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, 1ª Edición.

Fernández Alba, A. (1973) Convento de Carmelitas Descalzas Salamanca España. Informes de la construcción, n. 250, pp. 13-22.

Fernández Alba, A. (1980) Antonio Fernández Alba: [obras y proyectos, 1957-1979]. Madrid. Ministerio de Cultura, Dirección General del Patrimonio Artístico, 1ª Edición.

Fernández Alba, A. (1981) Antonio Fernández Alba, Arquitecto 1957-1980. Madrid. Xarait, 1ª Edición.

García Sánchez, J. J. (2004). Antonio Fernandez Alba: obra y traza. España: Consejo Superior de los Colegios de arquitectos de España.

Fernández Alba, A. (2024) El silencio de las amapolas. Toledo. Ediciones mínimas, 1ª Edición.


Editado por:

Redacción .. Tectónica

Publicado: Oct 7, 2024

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