Ejerciendo a través del color

María Corrales Orovio

El Colegio de Arquitectos de Madrid organiza unas jornadas para dar a conocer opciones de trabajo a los profesionales y en uno de esos encuentros, en los que el público está formado mayoritariamente por arquitectas y los ponentes suelen pertenecer a grandes corporaciones, nos sorprendió la presencia de una arquitecta joven que ha desarrollado su actividad en un campo inusual: la transformación urbana a través del color. Fue un fogonazo de luz, cuya vitalidad y optimismo queremos compartir en Tectónica.

Fotografía: Jordi Martínez

Al escribir este artículo tengo la misma sensación que al dar mi primer discurso de inauguración el pasado 17 de febrero de 2022. A aquellas personas que me escuchaban les dije lo mismo que a aquellas que me leéis: podríamos pensar que estoy acostumbrada a hacerlo, pero es mi primera vez.

Soy María Corrales Orovio, una arquitecta madrileña que encontró su lugar en la arquitectura desarrollando una forma de transformación urbana que va de la mano del compromiso que creo deberíamos tener tanto arquitectos, artistas, como cualquier agente del espacio público con nuestro entorno, tanto urbano como humano.

Esta forma de transformación la descubrí hace nueve años, cuando conocí el trabajo del colectivo artístico madrileño Boa Mistura. En ese momento estaba en mi segundo año de arquitectura y desde entonces me acompañaron a lo largo de los siete años que estuve en la escuela técnica superior de arquitectura de Madrid. En el 2016, durante mi cuarto año de carrera en el Desierto de Atacama, tuve la oportunidad de participar por primera vez en la ejecución de un proyecto artístico de Boa Mistura en Antofagasta, Chile, y en el 2018 dirigí como parte del equipo el proyecto ‘El alma no tiene color’ en la Cañada Real, Madrid, con el que me gradué en la escuela con matrícula de honor. Ese proyecto me cambiaría la vida y me haría saber que podría ejercer mi profesión como arquitecta sin tener que renegar de ella, solamente que mis herramientas serían diferentes.

Proyecto proyecto ‘El alma no tiene color’ en la Cañada Real, Madrid, de Boa Mistura. Las frases de la canción ‘El alma no tiene color’ de Antonio Remache recorren el asentamiento. 2018, Fotografías por Dan Barreri, Fer Taranco y Boa Mistura en https://boamistura.com/proyecto/el-alma-no-tiene-color/

Me gustaría compartir mi experiencia en dos proyectos que desarrollé el año pasado que han supuesto el comienzo de mi carrera en solitario.

Fachadas de la 42 Rue de L’Encos Rey en Nîmes

42 Rue De L’Encos Rey en Nîmes en 2021. Fotografía: María C. Orovio.

Llegué a la ciudad de Nîmes por primera vez hace dos años. En uno de mis paseos por la ciudad, me crucé con un edificio que llamó mi atención. Se me quedó en la memoria y un año más tarde me llamaron diciéndome que había una residencia en la ciudad que quería pintar su fachada para la décima edición del festival Expo de Ouf organizado por Le Spot, en Nîmes. Fue una casualidad preciosa que fuera la misma residencia que yo había fotografiado un año atrás y fue ahí cuando supe que detrás de esa fachada vivían 24 personas mayores. En ese momento me di cuenta del reto que se me había puesto por delante, no solamente arquitectónico, sino humano también.

42 Rue De L’Encos Rey en Nîmes en 2021. Fotografía: María C. Orovio.

Empecé a imaginar. Algo me hizo pensar, la intuición quizá, que quien hubiera planteado ese edificio no se lo había imaginado con los colores que yo lo vi.

 


Contaba con algún detalle de color en los marcos de ventana y volúmenes de la entrada principal, pero fundamentalmente era gris. Tuve claro que mi labor consistiría en tratar de rescatar esas formas, esos volúmenes, esos rincones y esos detalles de color. Este reto formal también tenía que responder a quienes se despertaban y se acostaban cada día en ese edificio.

Era un edificio singular dentro del barrio. Contrastaba con el resto de edificios que lo rodeaban, todos con una tipología muy parecida, edificios de dos o tres plantas residenciales que podríamos encontrar en cualquier barrio antiguo de una ciudad mediterránea. No solamente contrastaban sus formas, si no también el uso,

aunque fuera sutil, de diferentes colores en la fachada. Pero la sensación que daba al verlo era de que estuviera apagado.

Probablemente esa idea me vino a la cabeza porque no pude evitar pensar en la arquitectura de Ricardo Bofill o Luís Barragán.

Ricardo Bofill. La muralla roja, Alicante, 1973. Fotografía via ricardobofill.com/la muralla roja

Casa estudio de Luis Barragán, Ciudad de México, 1948. Fotografía: Ymblanter en Wikipedia bajo dominio Creative Commons.

Y un día, hablando con el equipo que gestionaba el proyecto sobre la idea de iluminar el edificio, de encenderlo, salió una palabra muy sugerente: faro. Una palabra que parecía que cobraba sentido cuando pensábamos en un edificio singular, diferente al resto, pero también cuando pensábamos en una persona mayor.

Tanto la conceptualización del proyecto como el diseño quería que fueran procesos compartidos, que los residentes pudieran disfrutarlo y ser partícipes de él. Así que, teniendo en cuenta que eran personas muy diferentes, con necesidades y habilidades distintas, planteé dos tipos de ‘juego’. El mismo juego que sabía que yo emplearía una vez volviera a casa a diseñar.

Selección de la gama cromática.

El primero consistía en detectar los colores de la ciudad de Nîmes y los colores de la residencia. Una vez los tuvimos, nos dimos cuenta de que no eran tan diferentes unos de otros, pertenecían todos a unas mismas gamas. ¿Qué pasaría si les subiéramos el nivel de saturación?, ¿qué pasaría si los ilumináramos, como un faro?

Fachada de Rue d'Enclo Rey fragmentada en piezas de juego.

La segunda parte consistía en detectar las geometrías que dibujaban la fachada. Así que les planteamos la pregunta: ¿Qué formas vemos en la fachada? Una vez detectadas, ya teníamos nuestras piezas del juego: colores y formas geométricas. Se trataba de combinarlos, de hacer collages, de divertirse mientras compartíamos ese rato imaginando lo que podíamos llegar a hacer.

El segundo juego consistió en lanzar unas preguntas que nos ayudaran a entender y desarrollar el concepto del proyecto. ¿Qué representa una persona mayor para ti? ¿Qué representa un faro para tí? ¿Qué tienen en común? De ambos ejercicios salieron cosas preciosas: Hablaron de un faro y una persona mayor como monumentos, ambos velan por ti. Hubo una señora que dijo que a ambos lugares la gente va de visita. Todo este proceso duró dos semanas de visitas diarias a la residencia.

El objetivo fundamental en cuanto al diseño era que al mirarlo desde lejos, pareciera que un solo color cálido fuera el que dominara el edificio, pero una vez nos acercáramos y nos adentráramos en él, empezáramos a descubrir los diferentes tonos que lo componen, al mismo tiempo que vas descubriendo los diferentes rincones que genera la propia arquitectura. Ver, mirar y descubrir el edificio se convertiría en un juego en sí mismo.

 

Alzados previos a la intervención

Me volví a casa y comencé a trabajar en los planos. Utilicé la misma metodología y empecé a jugar. Partiendo de los cuatro colores: rojo, naranja, amarillo y verde, empecé a componer sacando diferentes tonos de cada uno de ellos. Una vez tenia los planos dibujados, pensé que debía ser un trabajo más de color que de forma, pues el edificio ya tenia una arquitectura, unos volúmenes y unas geometría muy marcadas y mi trabajo debía centrarse en realzar esas formas a través del color. En algunos puntos quise mantener alguna traza de lo que ya había, para que en el imaginario de las personas que conviven con ese edificio hubiera detalles o elementos que se mantuvieran iguales, que se les hiciera familiar.

De los 24 vecinos y vecinas, 8 tenían balcón que daba a la calle. ¿De qué color querrían ellos tener su balcón? Ya que todo se había planteado como un juego, mirando el alzado final, pensé: qué pasaría si dejáramos a la aleatoriedad que completara la propuesta final? Y así se hizo, cada uno pudo escoger entre los cinco colores (y sus diferentes tonos) el que querrían en su balcón.

Alzados con los balcones identificados.

Alzados con la propuesta cromática final. Ver pdf.

Una vez tenía la documentación técnica necesaria y ya estaba instalada en mi pequeño apartamento de la residencia, el número 25 en la cuarta planta junto a Madame Carle y Martine, comenzó la ejecución del proyecto. Fueron tres semanas de pintura y convivencia junto a equipo local, voluntarios y voluntarias, alumnos y alumnas de escuelas cercanas, residentes de la residencia y vecinos y vecinas del barrio, que se sumaban esporádicamente a su paso por el edificio, incluso algunas lo convirtieron en rutina de camino al trabajo.


Fotografía: Jordi Martínez.

Fotografía: Jordi Martínez.

Fue mágico ver cómo una capa de pintura sobre hormigón le da una textura completamente diferente. De pronto, el hormigón gris, pesado, adquiere una ligereza, y una densidad a su vez, que parece que hemos estado jugando a construir con piezas de colores preexistentes.

Fotografía: Jordi Martínez.

42 Rue de L’Encos Rey finalizada. Septiembre 2022

Fotografía: Jordi Martínez.

Fotografía: Jordi Martínez.

Fotografía: Jordi Martínez.

Fotografía: Jordi Martínez.

Mural Miroir en Nîmes

Del otro proyecto que quería hablaros es de Miroir, mi primera experiencia en solitario en febrero de 2022. Después de cuatro meses pintando en Heerlen, Holanda, como parte del equipo de Boa Mistura, decidieron descansar durante un mes y aproveché para volver a hacer las maletas e irme a Francia.

Llegué a un lugar llamado Vaisseau3008, un ‘tiers-lieu’, un ‘tercer lugar’. Es lo que se conoce por un lugar creado para la ciudadanía para dinamizar el territorio y desarrollar el trabajo colectivo. Era un antiguo edificio administrativo en pleno centro de la ciudad en el que más de 100 personas tenían sus despachos y talleres de trabajo.

Al final, por trabajar para un colectivo que lleva una trayectoria ya de veinte años, ese proceso de llegar y enfrentarme sola a un lugar me lo había saltado.

Llegué, sin saber qué iba a pasar a lo largo de ese mes, y una mañana, me reuní con Morad Berrada, quien gestionaba el espacio y me dijo: ‘Vamos a poner un escenario enfrente de esta fachada y nos encantaría hacer algo que actuara como telón de fondo para conciertos y eventos’. Inmediatamente miré la fachada, su verticalidad y su ritmo de ventanas y me llevó directa a un patrón que diseñé para mi proyecto final del master habilitante.

Documentación del máster habilitante.

Documentación del máster habilitante.

Dibujé el alzado, hice un boceto tanteando las formas y cómo encajarían y vi que prácticamente se dibujaría solo gracias a la arquitectura propia del edificio. Era un diseño que podría recordarnos a algo textil, que no estaba muy recargado. Pensé en una combinación que actuara bien de noche, con luces, porque sería cuando recobraría vida y sentido ese mural. Y fuimos a por ello.

 

Miroir. Proceso de diseño. Ver pdf.

Con un plano y siempre las mismas cotas referenciadas a las ventanas, empecé a trazar el dibujo. Llegué sola, pero no pinté sola prácticamente ningún día. Se sumó mucha gente: gente que trabajaba ahí, amigos y amigas y otros muralistas de la ciudad. Había días que llegábamos a ser un equipo de 15 personas.

Fotografía: Maria Jou Sol.

Fotografía: Maria Jou Sol.

Planeamos también jornadas con alumnos de un colegio cercano, fue emocionante verlos redibujar e interpretar el mural en sus cuadernos, que te preguntaran cómo dibujar curvas, que vieran triángulos donde en realidad lo que había era una intersección de dos curvas. Volví a enamorarme de la geometría junto a ellos.

Duró dos semanas y en el proceso se generó una comunidad que fue verdaderamente mágica. Todo terminó con una fiesta de inauguración a la que asistieron, sin que nadie lo esperara, unas 300 personas.

Miroir finalziada. Febrero 2022

Fotografía: Maria Jou Sol.



El Vaisseau3008 llevaba funcionando durante un año y medio. En su interior, no tenían grandes espacios donde pudieran juntarse todos a comer, a compartir o simplemente a descansar juntos antes de volver a sus despachos. Pero sí tenían ese espacio exterior. El último día del mural, un día antes de la inauguración, organizamos una comida todos juntos. Sacamos mesas y sillas del interior, cocinamos entre todos y compartimos ese rato. Era la primera vez que hacían eso y, a partir de ese momento, lo hicieron cada jueves.

Y es por esto que me gusta trabajar en el espacio público, en la calle. En la calle entendida como aquel lugar que nos invita a relacionarnos, interactuar y vivir al fin y al cabo. Ese lugar del que deberíamos sentirnos partícipes. Y si con proyectos así conseguimos algo de eso, sentiré que estoy ejerciendo bien mi profesión. 

Creo en un proceso natural de hacer las cosas, de evolución y desarrollo. Ojalá pueda seguir evolucionando y dialogando a través del color, la pintura, las personas y los edificios, los muros y la construcción durante muchos años más.

¡Nos vemos en la calle!


Editado por:

Redacción .. Tectónica

Publicado: Apr 25, 2023

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