Clínker de colores uniformes y flaseados

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La diferencia entre un ladrillo normal y uno klinker estriba en las cualidades físicas resultantes del proceso denominado gresificación o ‘klinkerización’. Consiste en la cocción a muy alta temperatura, alrededor de 1.200°C, de arcillas especiales, durante la cual los poros del material se cierran. Así se obtiene una alta densidad que debe ser siempre >2 kg/dm³, una resistencia a compresión característica normalizada >450kg/cm², y una baja capacidad de absorción <6%.
Su uso está recomendado en las condiciones más desfavorables, como fábricas cargadas, ambientes agresivos –gracias a su gran dureza y resistencia a los ácidos–, heladas intensas –no heladizo–, y climas marinos en posiciones muy expuestas.
El formato habitual es 234x113x48 mm, con una amplia gama de colores disponible: blanco, gris, negro, rojo, avellana, beige, palo de rosa, terracota…, con los que se consiguen fachadas de color uniforme. Todos los modelos se fabrican con muesca para un mejor sellado de la junta. El acabado es liso.
Sobre la base de los ladrillos klinker y mediante un proceso especial de cocción a temperatura controlada se obtienen los colores flaseados, de coloración destonificada.
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